04 noviembre 2008

Notas taurinas por FRANCISCO LAZO



4 de noviembre de 2008

AMIGOS, a Juan Chávez no le va bien el diminutivo de Juanito, forma cariñosa para llamarle a quien se le tiene simpatía, pero no al hombre que debe arrimarse a los toros.

Y Juanito no acababa de convencer ahora ya como doctor en tauromaquia, pues su desempeño, su práctica del toreo siendo valiente decía poco, esto es, le faltaba tantito así acortar distancias y luego correr la mano para producir emociones tan necesarias en el toreo. Dar pases sí pero cerca, aunque desde luego hay toros complicados que no lo permiten siempre y ahí es donde se pone a prueba las ganas y habilidad para ser torero acortando el camino hacia el éxito al disminuir ese trecho que separa un lance temerario de una posible tragedia.

Esas son las condiciones del toreo, arriesgar para triunfar y sacudir de emociones a los públicos. Juanito o mejor dicho el matador de toros Juan Chávez que se va muy derecho tras la espada, confirmó su alternativa el domingo pasado en la México, dando el paso más importante hasta ahora de su trayectoria, ya que nos dijo a todos que ha encontrado la ruta para dar cima a sus ilusiones y satisfacer al público que le ha seguido impulsándole entusiasta.

Una oreja que podría ser la suma de sus aspiraciones en fecha y lugar tan importante en su profesión, ya que la había conseguido cuando estaba herido en un muslo aunque aparentemente no de gravedad, pero sí dolorosa y volvió al toro que seguía atacando bravo y por momentos descompuesto como corresponde a su raza sin manoseo. Se enredaron entonces toro y torero en una faena derechista e inquietante, de muletazos cortos, lo que por instantes le causaba apremios a Juan era el astado de nombre "1908" del hierro afamado de San Marcos por lo dificultoso de su lidia hasta ir tejiendo una labor que causó fuerte impacto entre la concurrencia que parecía estimular la lucha en la arena.

Y después con su segundo y último de la tarde vino otra exposición de torero decidido al enfrentar un toro de poco volumen y cuerna paliabierta que el público protestó, pero luego esa asistencia tuvo un gesto estimulante, pues apreciando el desempeño valiente del joven diestro guardaba silencio cuando iba al toro. Es decir, no seguía poniendo de manifiesto su descontento cuando Juan presentaba la muleta haciendo hasta lo imposible por torear de tal manera que el público valorara su esfuerzo y cesara su rechifla y le dejara por lo menos hacer el intento de sacarle provecho al astado. Y para el efecto Juan acortó más el terreno, pero ni aquello satisfizo a los concurrentes que lo expresaron guardando silencio, aunque era más que nada un reproche a las autoridades por haber autorizado un animal sin trapío en la Gran Plaza Metropolitana.

Por su parte Guillermo Capetillo tuvo momentos que recordaron aquel torero de pases cortos y muy cerca, pero no fueron suficientes para complacer al público que le protestó, en tanto que Fernando Ochoa se empeñó sobre todo en su segundo pero ni eso apaciguó las protestas en su contra.

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