Martes, 16 de Diciembre del 2008 | Puebla, Pue.
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La riqueza histórica de Puebla es muy vasta, y siendo españoles en su mayoría quienes en un principio habitaron aquí, dejaron como herencia la afición a los toros, que ellos tenían como pasatiempo para tomar un receso del trajín que significaba la conquista en la que tomaron parte.
Las primeras manifestaciones las encontramos con Hernando de Villanueva, amante de la aventura que traía ganado de abasto y lo aprovechaban para divertirse. Siendo su padre conquistador y el primer Alcalde Mayor de esta ciudad, había facilidades para la organización de festejos taurinos.
Los primeros tuvieron lugar en el zócalo, a partir de 1547, donde se instaló una plaza de madera con dos palcos especiales, uno para autoridades civiles y el otro para las eclesiásticas, instituyéndose tres festejos tradicionales: Al principio del año por el cambio de Cabildo, la Fiesta de Corpus, y el día de San Miguel patrono de la ciudad, pero se daban otros con diversos motivos.
En el año 1700 llegaron toreros de a pie, y con motivo del paso de los nuevos virreyes por estas tierras, había toros durante dos o tres días. A mediados del siglo XVIII subastaron esa primera plaza y el espectáculo se trasladó a las plazuelas de Santiago, El Carmen, San José y San Pablo así como algunos pueblos cercanos.
En 1810, en El Coliseo, hoy Teatro de la Ciudad anexo al Palacio Municipal, se dieron algunos festejos, y después de la Independencia se siguieron dando toros.
Ponciano se doctoró en Puebla
Posteriormente, llegó Bernardo Gaviño a Puebla, donde vivió con su cuadrilla y daba temporadas de treinta o cuarenta corridas por año. Era tanta la afición que se empezó a construir la Plaza de El Paseo Nuevo. Mientras tanto, los festejos se dieron en en el palenque de Los Gallos, en 1840. Esta plaza fue construída de piedra y madera con capacidad para ocho mil espectadores, fue inaugurada el 11 de abril de 1841 por el propio Gaviño, quien en este mismo escenario dio la alternativa a Ponciano Díaz, el 13 de abril de 1879, siendo la primera que se otorgó en nuestro país.
Durante esa época en 1849, funcionó también la Plaza de San Jerónimo que fue poco funcional; en tiempo de guerra la utilizaron como cuartel quedando en mal estado por lo que la derribaron en 1867.
La plaza de El Paseo Viejo, ubicada en San Francisco, era de madera como las de ese tiempo, aunque duró únicamente tres años. Tuvo la particularidad de ser inaugurada el 28 de marzo de 1880 también por Bernardo Gaviño, con el toro "Garlopo" de Santín, que recibió vueve varas, mató seis caballos, y por haber sido tan bravo, lo disecaron de cuerpo entero.
A unos cuantos metros de la de El Paseo Nuevo, en la parte sur, se construyó la de La Colonia, inaugurada el 22 de septiembre de 1907 y duró poco. Se edificó entonces la Plaza de La Soledad que tuvo actividad en 1913.
Volviendo a la historia de la plaza de El Paseo, cabe mencionar que en ella hubo dos cornadas mortales: El 15 de enero de 1888, el banderillero español Juan Romero "Saleri", murió en el ruedo a consecuencia de la cornada que le infirió el toro "Campero" de San Cristóbal La Trampa, cuando realizaba un salto con la garrocha. El 1 de diciembre de 1907 otro banderillero español José Vargas "No te Veas", falleció en un hotel tras recibir una fuerte cornada.
Durante sus casi cien años de vida sufrió deterioros por diversas causas, y ya muy dañada fue desmantelada en 1937.
El Toreo, un escenario emblemático
Otra plaza importante en la historia taurina de la Angelópolis fue El Toreo de Puebla, con capacidad para 14 mil espectadores. Su construcción empezó el 22 de abril de 1936, y después de siete meses se inauguró, la tarde del 29 de noviembre de 1936 con un mano a mano entre Jesús Solórzano y Alberto Balderas con toros de San Mateo.
En esta plaza se vivieron grandes hazañas taurinas de las que destacan las siguientes:
El 6 de noviembre de 1938, tomó la alternativa Silverio Pérez de manos de Fermín Espinosa "Armillita Chico" y Paco Gorráez con ganado de La Punta; el toro de la ceremonia fue el número 33, de nombre "Estudiante".
El 23 de agosto de 1939 se presentó Conchita Cintrón toreando en un festival.
Las mejores temporadas fueron las de 1942 y 1943 organizadas por Joaquín Guerra y el picador Felipe Mota, que manejaban la empresa Jueves Taurinos de México.
El 1 de enero de 1942, con novillos de Carlos Cuevas, salieron a hombros Félix Guzmán, Juan Estrada y Gonzalo Castro.
El 7 de noviembre de 1943, con ganado de Ayala, tuvieron una gran tarde dos valientes de los ruedos: José González "Carnicerito" y Carlos Vera "Cañitas.
El 28 de noviembre de 1943, se despidió Lorenzo Garza mano a mano con Luis Castro "El Soldado" y toros de San Mateo. Garza cortó oreja y rabo.
Un cartel de lujo fue el que integraron el 2 de febrero de 1946, Fermín Espinosa "Armillita", Silverio Pérez y Manuel Rodríguez "Manolete" con toros de La Punta.
Después en ese mismo año, se anunció una novillada con ganado de Almeya; por la presencia de las reses, los anunciados eludieron el compromiso, y el cartel fue cambiado durante la semana tres veces, anunciando finalmente a José "El Negro" Muñoz, Emiliano Vega y Mario Sevilla. "El Negro" Muñoz fue encarcelado por negarse a matar un toro, Vega se fue a la enfermería con un supuesto dolor, y el que apechugó con el encierro fue Mario Sevilla, en un gesto de pundonor.
Un hecho trágico ocurrió el 5 de octubre de 1947, cuando el aspirante Gregorio Tello "El Pandra", fue herido mortalmente por el novillo "Cuatro Picos" de Zotoluca; lo prendió contra las tablas infiriéndole una cornada de tres trayectorias en el muslo izquierdo, otra en el hemitórax también de tres trayectorias que destrozó pleura y pulmón, falleció en la Ciudad de México a los pocos días.
Extraordinaria tarde tuvo lugar el 1 de febrero de 1948, con toros de Coaxamaluca salieron a hombros Fermín Rivera, Antonio Velázquez y Gregorio García.
El 1 de enero de 1973 se despidió Joselito Huerta, encerrándose con ganado de Cerro Gordo.
La última corrida se efectuó el 5 de mayo de 1973. El encierro fue de Reyes Huerta para Manolo Martínez, Francisco Ruiz Miguel y Mariano Ramos. El último festival se dio el 30 de septiembre de 1973, con las actuaciones del rejoneador Carlos Arruza hijo, Alfonso Ramírez "Calesero", Manuel Capetillo, Joselito Huerta, Carlos Serrano "El Voluntario" y el aficionado práctico Chucho Arroyo. El 30 de enero de 1974 hubo un festejo de periodistas que fue el último, ya que el 25 de abril de 1974 iniciaron la demolición que tardó 35 días.
Coincidiendo casi con los últimos veinte años de esta plaza, mencionaremos a La Lidia que existió de 1950 a 1971, y algo después la Plaza de Coca, aunque ambas tuvieron poca actividad.
Una singular "mascota"
Una anécdota curiosa es la del toro "Chino" de Atlanga, que llegó como novillo, pero estuvo tres años de reserva, se entorilaba solo al haber aprendido el camino; Gonzalo Fernández, el guardaplaza, se encariño tanto con él que le daba de comer en la mano. Hubo un festival a puerta cerrada en el que se lidiaría a muerte el famoso "Chino", y Gonzalo no queriendo ver como lo mataban se salió a pasear largo rato. Y grande fue su sorpresa cuando regresó, al ver el alboroto pues no podían matar al toro, que rompió reatas e hizo destrozos y lesionó a un carnicero. Muy a su pesar le habló por su nombre ofreciéndole pastura. Entonces el toro fue hacia él dócilmente y ahí lo apuntillaron, con el consiguiente remordimiento y tristeza del guardaplaza.
En El Toreo de Puebla se filmaron escenas de las películas: "Seda, Sangre y Sol", "Mi Reino por un Torero", y "Fiesta Brava" Los empresarios que la manejaron a lo largo de su historia fueron Jesús Cienfuegos, Joaquín Guerra, Felipe Mota, Carlos García Robles, Reyes Huerta, Paco Lozano, Reyes Huerta, Manuel Molina, Paco Gómez, Alberto González Roleri, Guillermo Carbajal, José Alarcón Chargoy, Alfonso Gaona y Carlos de la Vega Hernández y Paco Sandoval.
Por varios años la Angelópolis no tuvo plaza de toros, entonces se echó mano de las portátiles para montar las corridas de la feria. El primero en hacerlo de esa manera fue el empresario tlaxcalteca Fortino Sánchez, que le gustaba hacer las cosas con seriedad, para lo cual trajo la plaza Ponciano Díaz. Luego vinieron los García de Querétaro trayendo la San Rafael, y más tarde instalaron La Corregidora que aquí fue inaugurada.
La importante labor de López Lima
En 1988 el empresario que organizó la feria taurina fue José Angel López Lima, y para tal efecto rentó La Guadalupana, una plaza portátil con capacidad para cuatro mil espectadores.
Tuvo tanto éxito que la Asociación Taurina de Puebla le pidió que construyera una plaza buscando apoyo del gobierno estatal. Lo consiguió y en poco tiempo se construyó "El Relicario", que se inauguró el 19 de noviembre de 1988 con un cartel compuesto por Jorge Gutiérrez, David Silveti y Vicente Ruiz "El Soro", quienes lidiaron toros de Reyes Huerta.
La intención de la empresa era traer para esa fecha a Juan Antonio Ruiz "Espartaco", máxima figura española de ese tiempo; pero no fue posible por sus elevadas pretensiones económicas; hablaron con José Miguel Arroyo "Joselito" que había tenido una magnífica temporada, él acepto la oferta sin embargo esa fecha la tenía comprometida y toreó seis días después.
La segunda corrida fue el 25 de noviembre de 1988 con Manolo Martínez, Joselito, que hizo su presentación en suelo azteca, y Manuel Lima con toros de Xajay. Esa tarde se rindió homenaje a Pepe Alameda mediante la develación de una placa y el torero madrileño le brindó un toro a su paisano, el inolvidable intelectual del toreo.
Aunque el empresario había convenido con las autoridades en manejar la plaza durante diez años, vinieron situaciones, empezaron a cobrarle más impuestos, y al perder dinero, en 1966 renunció a la plaza. Al año siguiente algunos taurinos poblanos pretendieron dar la feria, pero les rechazaron el primer encierro y hasta ahí llegaron.
Alberto Ventosa tuvo la plaza en 1998 y trajo a Enrique Ponce para que le diera la alternativa a Jerónimo, mientras que el matador español Manolo Tirado la gestionó en 1999.
En el año 2000 López Lima volvió a tomar las riendas de "El Relicario" y ese mismo año lo techó. Buscando mejorar realizó una encuesta socio económica a mil personas, que le dieron la pauta para encontrar lo que debía ofrecer. Así optó por dar los festejos el viernes en la noche, y aprovechando que Pablo Hermoso de Mendoza causaba sensación en ruedos mexicanos, lo trajo en viernes y fue un éxito.
Tras esa grata experiencia empezó a dar novilladas nocturnas los viernes, con atractivas promociones llegando a organizar satisfactoriamente 15 festejos menores en el año 2003 y 17 en el 2004.
Con esos halagadores resultados siendo presidente de la Asociación Mexicana de Empresarios Taurinos, fue invitado a dar conferencias sobre La Industria de los Toros en Guadalajara, San Luis Potosí y Morelia; incluso de Morelia y Ciudad Juárez le pidieron la fórmula de su éxito.
Entró el actual gobierno estatal otorgando la concesión de la plaza a una nueva empresa integrada por varias personas, entre ellas el ganadero José María Arturo Huerta, que finalmente se quedó al frente del coso poblano y hoy en día lo maneja. Lástima que haya dejado pasar la fecha del 19 de noviembre sin hacer siquiera una mención pública de los veinte años que cumplió “El Relicario” ese día. ¿Se le habrá olvidado? No creo, seguramente recordó la canción tanguera que dice que “veinte años no es nada".
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