Justamente este 7 de enero, se cumple un mes de aquella intensa faena que realizara el artista de Jalisco, Guillermo Martínez, en la Monumental Plaza de Toros México, al astado Fandango de Xajay, en donde puso de manifiesto dos importantes aportaciones para la Fiesta Taurina Mexicana, tanto en el orden estético, como en la propia reminiscencia de la mexicanisima escuela del toreo.
Esto hace valorar los serios y sobrios argumentos, que sustentan la tauromaquia del fino torero de Jalisco, quien continuó nutriéndola durante el pasado 2008, a través de la experiencia sumada en triunfos tanto en cosos y ferias importantes de nuestra geografía nacional, y es de esperarse que ahora continúen las empresas otorgándole más oportunidades para continuar mostrando y demostrando sus argumentos, sobre todo en su tierra ahora que vienen los Carnavales de Autlán y Jalostotitlán.
Dos han sido los de mayor relevancia, la imponente faena trazada desde con capa hasta con la muleta en el Nuevo Progreso de Guadalajara al arrogante toro Porteño de Real de Saltillo, por la que el exigente público de Guadalajara ordenó al señor juez, concediera merecida una oreja que valió y mucho, y por supuesto, la faena que ahora mismo nos trae al recuerdo escrita en el redondel del coso titular de México el pasado 7 de diciembre.
De esta forma, la primera aportación ha sido en el orden estético, porque el arte presupone honestidad de quien lo ejerce con grandeza, en una creación luminosa e irrepetible, que da como consecuencia necesaria la belleza que otorga la fina arquitectura a las cuestiones de fondo.
Esto es, el artista conjuga y consuma lo dionisiaco con lo apolíneo, el contenido, ese fuego de la pasión, que da sustento a la forma, y es así como trasciende conmoviendo, y llevando a la sublime locura al diletante taurino.
Y en la reminiscencia de lo mejor que ha existido en la Escuela Mexicana del Toreo, al hacer presente las estampas de la añeja tauromaquia, que dieron brillo y grandeza al toreo mexicano, con un indiscutible sello.
Así, en el archivo de sastre de la memoria, deambulan insistentes los avasallantes trazos que fue dejando Guillermo en el redondel capitalino. Bellos lances que hallaron la cadencia que obligó al de Xajay a embestir del tercio a los medios; y un quite que consolida al joven torero de Jalisco, como un orfebre.
Sí, las zapopinas son la invención de su tío Miguel Ángel Martínez El Zapopan, en la interpretación de Guillermo se recrea el quite alcanzando majestad en su imperio, y fue recortado con la suprema zapopana que levantó al respetable de sus lugares, ya que por sí sola es una inenarrable experiencia.
La faena tuvo el sólido prólogo que delimitó el tiempo y el espacio por donde tenía, y debía necesariamente acudir el burel. Toda obra de arte, posee su prólogo en donde se da contundente planteamiento al desarrollo de la creación.
Y así, comenzaron a sucederse las series con la mano diestra que tuvieron la hondura que concede lo auténtico.
No obstante, lo desquiciante aconteció, cuando apareció el toreo al natural, la gracia del poder que confiere el valor natural, la experimentada técnica al aguante, que permite estar en la cara del toro sin arredrarse, para proseguir el trazo sin limitarlo; y el poder del sentimiento que da inexplicable dimensión al mismo pase, brindándole el fundamento de la emoción que motiva al aficionado a comprender cabalmente la creación.
Así el toreo al natural de Guillermo Martínez, con un toro que iba casi caminando, y en ocasiones, deteniendo su andar a la mitad de la geometría del propio trazo, tuvo el inobjetable mérito de, al margen de estar muy reunido el torero con el toro, ir deletreando el propio toreo con la izquierda, en inacabables pases de tanta hondura que sustentaron el contenido de la propuesta del artista de Jalisco, porque el ritmo que tanto añoran los poetas estaba justamente ahí, presente en la sentida obra del arte taurino.
Definitivamente no hubo falsas poses, existió la incontenible verdad que exige el arte, y por ello, pudieron ser concretadas las evidentes y emotivas series de Guillermo Martínez, quien tras perfecto espadazo, hizo sucumbir al astado, recibiendo una oreja, cuando debió haber autorizado el sano juicio del juez de plaza dos trofeos.
La aportación quedó hecha, y eso en un acto contundente, y con este sólido fundamento, estamos seguros que ahora que iniciará el próximo 31 de enero en la Feria de León el año taurino de Guillermo Martínez, comenzará a escribir un año que se percibe por demás halagüeño.
oficinadeprensaguillermomartinez@hotmail.com
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