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¿Qué es el valor? Se le preguntó a un filósofo español. Contestó de esta manera: “Valor es el sitio donde se para José Tomás”. Este torero español, que estará hoy en la plaza México, es, desde los comienzos de su carrera, un verdadero fenómeno.
El hombre llena plazas, provoca emociones que se ven poco en un coso taurino. Su solo nombre es garantía de que uno presenciará el riesgo convertido en arte. Hace un par de años, cuando anunció su regreso a la fiesta, los boletos se agotaron seis meses antes para verlo en la plaza de toros de Barcelona. Su inclusión en el cartel provoca tumultos sea en España o en México.
Políticos, artistas, figuras del deporte o del espectáculo, todos concurren a verlo. Es natural que la fiesta taurina se mezcle con la política: tratar de lidiar un toro bravo, difícil, y hacerlo con arte para salir triunfador es, metafóricamente, la ilusión de cualquier político. Todo en el toro recuerda la política: la incertidumbre, la suerte, el público, encontrar el sitio exacto donde pararse, olvidarse del miedo; entender que cada toro tiene su lidia, no pasarse de faena, quedarse quieto, entregarse por una tarde de gloria; acercarse, tomar distancia, matar a tiempo, torear por la cara, poner la inteligencia y el arrojo, la clase y la templanza en todo momento. En su libro El Arte de Birlibirloque, José Bergamín hace no sólo una defensa de la fiesta, sino una descripción casi poética de la misma y que podemos aplicar a nuestra vida política. Van unas perlas:
El arte de birlibiloque es el que sabe que en toda acción y obra del hombre, Dios pone siempre la mitad. O no la pone y tiene que ponerla el diablo.
Lagartijo o Cúchares, el que fuera (…) definía el arte de torear diciendo: ¿Que viene el toro? Te quitas tú. ¿Qué no te quitas tú? Te quita el toro.
Una corrida de toros es un espectáculo inmoral, y, por consiguiente, educador de la inteligencia.
En el arte de birlibirloque de torear, el torero clásico no tiene lucimiento: tiene lucidez.
El buen torero es el que está siempre lejos del toro, pero en su sitio, que es lo más peligroso para él. Por eso torea siempre de espaldas al público ( no es efectista, sino expresivo); porque aunque la plaza sea redonda, el público lo tiene siempre detrás: delante está el toro.
Porque es cierto lo anterior, tenemos que ir a la plaza hoy. Porque José Tomás es sinónimo de quietud, porque el arte se le sale de las manos, porque su toreo es lento, cadencioso y suave, aunado al riesgo que pone en cada lance; en cada pase provoca que el público pase del silencio absoluto al alarido de alabanza. Porque su inmovilidad es plástica, porque su movimiento es geométrico. Porque es él quien ronda a la muerte convirtiendo la estética en pasión. Porque José Tomás recuerda siempre aquel verso de Calderón: todo el valor en el pecho, todo el temor en los pies. Por eso hay que verlo, tan sólo verlo.
Milenio
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