20 julio 2010

Los niños ya no juegan al toro

  • JOSÉ BARREDA

Ha pasado más de una semana pero
todavía resuena en nuestros oídos el
histórico gol de Iniesta. Algo hay en el
balompié que enamora y enloquece a las
masas, que une y que demuestra que
somos muchos la gente normal y corriente
que no entiende el porqué, como en los
toros, hay que politizarlo todo. Una afición
entregada a una selección excepcional,
un privilegio que, por fin, si hemos sabido
aprovechar.
He visto a mis dos hijos transformarse
en un mes, volviéndose locos con la roja,
pintándose la cara, idolatrando a los Villa,
Torres y compañía, jugando con el balón y
hablando de lo mismo a todas horas. Y yo
lo he disfrutado a tope con y como ellos.
Porque el fútbol me gusta y la ocasión lo
merecía.
Sin embargo, los toros son para mí algo
más, una pasión con un valor añadido
difícil de explicar. Sí, pese a quien pese, la
tauromaquia es el segundo espectáculo de
masas de este país. A años luz del primero,
es cierto, pero aquí nadie parece enterarse.
No vamos por buen camino, entre otras
cosas, porque la mayoría de los peques
de hoy en día no saben quién es Morante,
ni Ponce, ni Tomás, no distinguen lo que
es una verónica, ni el temple, ni cargar la
suerte y ya no juegan al toro con lo sencillo
y divertido que es. Nostalgia de épocas
pasadas en las que los chiquillos se reunían
en las placetas a jugar con un trozo de
tela y, con suerte, unos cuernos de los de
verdad. Que lejano queda todo eso y que
mal síntoma es ese. Sin niños, no hay futuro
y sin ellos de por medio da la sensación que
todo se va apagando, despacio y sin hacer
ruido.
Y me pongo a pensar en soluciones y
no las veo. Y pasan los años y siento que
me encuentro cada vez más solo en la
lucha por heredarles la afición, que la única
alternativa que me queda es la trasmisión
de abuelo-padre-hijo, el llevarlos a la plaza
por mi cuenta a sabiendas de que luego
no podrán comentarlo con sus
amigos en el cole. Y así es
muy complicado.

publicado en LA PUNTILLA (redaccion@lapuntilla.es)

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