- Por Héctor BUDAR
Agosto 25 de 1912
Luis CASTRO "El SOLDADO" |
Al cumplirse el Aniversario número 98 del natalicio del matador de toros Luis Castro Sandoval, lo recordamos en estas líneas, no haciendo un recorrido puntual de su glorioso historial sino exponiendo su recia personalidad artística a través de los más importantes acontecimientos de su Tauromaquia, con el personal criterio y estilo de los cronistas de su tiempo en México y en España y que iremos transcribiendo cronológicamente.
Fue bautizado con el apodo de “El Soldado” por los tablajeros del rastro de Tacubaya donde entró a trabajar siendo un jovencito, sus labores empezaban a las 5 de la mañana y para soportar el frio de la mañana se cubría con una chaqueta militar de paño y una gorra cuartelera, prendas que siendo niño le habían obsequiado el personal de tropa en el cuartel contiguo a su domicilio para que jugara con su tropilla a los soldados.
Al matadero llegaban los novilleros Carmelo Pérez, Porfirio Magaña, El Ahijado del Matadero y otros más y con ellos se inició echando la capa en las corraletas del rastro.
Ya vestido de luces mostró sus cualidades primero como banderillero y luego como matador en la placita de su barrio, Mixcoac. Hizo su debut como novillero el 3 de Abril de 1932, en el Toreo de la Condesa, alternando con Arturo Álvarez “El Vizcaíno” y “El Ahijado del Matadero”, tarde triunfal con el corte de las orejas y el rabo al quinto novillo de Albacerrada. Por sus continuos éxitos en esa temporada el periodista Armando de María y Campos, para estar acorde al mote de Luis Castro, escribió la siguiente crónica:
El Soldado, que en novilladas anteriores se había ganado los galones de cabo y de sargento en imparcial plebiscito, fue ascendido esta tarde a teniente. Singular y meritísima campaña la de este “Juan” de la Tauromaquia, que con unas cuantas tardes ha logrado salir del montón anónimo de la tropa y ha merecido entrar a las “clases” por su buena clase, y ahora forma parte de la Oficialidad Taurina Mexicana.
Esto demuestra el vertiginoso encumbramiento del novillero de Mixcoac.
Con catorce novilladas en la capital y ocho en plazas de los estados, tomó la alternativa en el toreo el 5 de Marzo de 1933. Al llegar a España tomó la inteligente decisión de renunciar a ella, logrando sumar 60 novilladas, varias de ellas en Madrid incluyendo aquella del 29 de Julio de 1934, en la que por haber sido herido Cecilio Barral por el primer novillo de Gamero Cívico, se convirtió en un histórico mano a mano con Lorenzo Garza en el que ambos cortaron orejas y rabos y salieron a hombros.
cuanto sabor a sus verónicas... |
El periodista que firmaba sus crónicas con el seudónimo de Don Quijote, se expresó así del Soldado: “¡Que formidable cantidad de arte echó a su toreo, templado y emocionante! Cuanta quietud, cuanto valor, cuanto sabor a sus verónicas, a sus muletazos naturales y de pecho con una u otra mano. Y ese quite por medias verónicas ligadas mediante una vuelta como en las chicuelinas… Fue una tarde de quites”.
Federico M. Alcázar así lo juzgó: Después de Belmonte, el toreo se ha depurado, se ha refinado, se ha estilizado tanto que es difícil afirmar quien ha toreado mejor. Lo que no es difícil es decir que entre los que mejor han toreado de capa está Luis Castro “El Soldado”.
Por aquellas famosas verónicas que le bordó en el toreo a “Porrista” de Torrecillas, tan magistrales, tan perfectamente toreadas, tan templadas, tan llenas de inspiración y valentía que por muchos años los que tuvieron la fortuna de verlas, hablaban de ellas como un compendio de arte. El periodista Carlos Septién García, que se hacia llamar El Tío Carlos nos dejó constancia de aquel acontecimiento del 5 de Marzo de 1944: Sobre la arena húmeda-olor a tierra mojada, cabrilleo de sol tímido- se abrió el asombro de un capote de torear duro y moreno como el bronce, hondo y suave como una caricia. Rosas de hierro forjado resbalaron al suelo de entre los pliegues florecidos; rosas de hierro como los de una balconería de palacio virreinal. A fuego vivo labró el artista ante nosotros su milagro; luces como rosas de forja dieciochesca. Y la multitud se entregó ante el prodigio; porque había presenciado la resurrección de los viejos, desdeñados prestigios de la verónica. Porque había aparecido esa cosa eternamente nueva que es lo viejo; esa cosa frescamente moderna que es lo antiguo. Porque no había allí improvisaciones deleznables, ni jueguitos frágiles, ni fugaces modernismos retorcidos, sino obra robusta como la savia secular de las encinas, fuerte y madura como las ideas que desde hace siglos alimentan la vida de un pueblo.
En cuanto aparece lo clásico en la arena, ¡Que soplo como de brisa marina, salobre, fuerte y fresca, nos llena los pulmones! ¡Como huyen y desaparecen todas las mixtificaciones del arte de torear! Allí quedarán para que nadie ose borrar con lociones de peluquería la fragancia tradicional de aquellos siete lances.
Este es el relato fragmentado sobre el juicio que tenían aquellos maestros de la crónica taurina del arte macho del torero de bronce al que hoy recordamos en el aniversario de su natalicio.
Compendio del libro FINAL SIN GLORIA.
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