En la opinión de Pepe Mata...
Publicado por José Mata el 22/9/2010
Este miércoles 22 de septiembre la Universidad Nacional Autónoma de México, mi amada alma mater, cumple un siglo de fructífera existencia.
Por sus aulas han pasado los hombres de mayor relevancia para el México moderno, que han dado luz y grandeza a nuestra cultura.
No se puede entender un país sin jóvenes valores, como tampoco se podría entender México sin su máxima casa de estudios, que en cien años ha conducido a la mayoría de esos jóvenes valores, a conseguir su objetivo de ser hombres de provecho.
Me emociona tan sólo el hecho de recordar como mi amada Universidad me acogió, desde las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria número uno, en aquel entonces situada en el Colegio de San Ildefonso hasta las de Ciudad Universitaria, en donde me otorgó mi título.
Un ejemplo que debe ser continuado en todos los órdenes de la vida de nuestro México, incluso, en la propia Fiesta… al encontrar a los jóvenes valores, para prepararlos, impulsarlos y llevarlos a su objetivo de consagrarse como figuras del toreo.
¿Que no hay jóvenes valores en el toreo en México?
¡Por supuesto que los hay!
Simplemente han faltado más elementos de apoyo, total disposición y buena fe, para ayudar a germinar la semilla del artista que llevan en su esencia, y consolidarlos dentro de la grandeza de la Fiesta.
Por eso estoy seguro que la Universidad es un ejemplo a seguir en todos los órdenes, como he manifestado.
Y… sí, me emociona, en verdad me emociona, recordar la inenarrable experiencia que fue haber sido estudiante de tan emblemática institución, que me ha llevado a ser un hombre de provecho. Que me dio esas alas de libertad para defender siempre una verdad sin compromisos, así como la capacidad de reconocer el error y reconducirlo al acierto.
Pido respetuosas disculpas, porque en este espacio hoy me permití rendir de manera modesta pero sincera, un homenaje a la Universidad Nacional Autónoma de México, como recuerdo perenne de quien alimentó en mi escencia, no sólo el conocimiento a través de la ciencia y la cultura, sino mi sensibilidad a través del arte.
Con orgullo siempre, en todo momento, exclamaré que me siento plenamente universitario, porque:
POR MI RAZA… HABLARÁ EL ESPÍRITU.
Por sus aulas han pasado los hombres de mayor relevancia para el México moderno, que han dado luz y grandeza a nuestra cultura.
No se puede entender un país sin jóvenes valores, como tampoco se podría entender México sin su máxima casa de estudios, que en cien años ha conducido a la mayoría de esos jóvenes valores, a conseguir su objetivo de ser hombres de provecho.
Me emociona tan sólo el hecho de recordar como mi amada Universidad me acogió, desde las aulas de la Escuela Nacional Preparatoria número uno, en aquel entonces situada en el Colegio de San Ildefonso hasta las de Ciudad Universitaria, en donde me otorgó mi título.
Un ejemplo que debe ser continuado en todos los órdenes de la vida de nuestro México, incluso, en la propia Fiesta… al encontrar a los jóvenes valores, para prepararlos, impulsarlos y llevarlos a su objetivo de consagrarse como figuras del toreo.
¿Que no hay jóvenes valores en el toreo en México?
¡Por supuesto que los hay!
Simplemente han faltado más elementos de apoyo, total disposición y buena fe, para ayudar a germinar la semilla del artista que llevan en su esencia, y consolidarlos dentro de la grandeza de la Fiesta.
Por eso estoy seguro que la Universidad es un ejemplo a seguir en todos los órdenes, como he manifestado.
Y… sí, me emociona, en verdad me emociona, recordar la inenarrable experiencia que fue haber sido estudiante de tan emblemática institución, que me ha llevado a ser un hombre de provecho. Que me dio esas alas de libertad para defender siempre una verdad sin compromisos, así como la capacidad de reconocer el error y reconducirlo al acierto.
Pido respetuosas disculpas, porque en este espacio hoy me permití rendir de manera modesta pero sincera, un homenaje a la Universidad Nacional Autónoma de México, como recuerdo perenne de quien alimentó en mi escencia, no sólo el conocimiento a través de la ciencia y la cultura, sino mi sensibilidad a través del arte.
Con orgullo siempre, en todo momento, exclamaré que me siento plenamente universitario, porque:
POR MI RAZA… HABLARÁ EL ESPÍRITU.
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