- LUNA TURQUESA
Así decía el legendario torero sevillano Juan Belmonte y el pasado sábado en la segunda corrida de la temporada en la Plaza de Toros Cancún lo corroboré con Pablo Hermoso de Mendoza.
Tener a unos cuantos centímetros a esos imponentes caballos es maravilloso, ver de cerca tanta belleza, todos formaditos, tan seriecitos, esperando su turno para actuar, y luego tan valientes, tan toreros y tan artistas. Las personas al pendiente de esta cuadra son gente orgullosa de pertenecer a este equipo, con total disposición por compartir información de cada uno de los caballos, su nombre, su raza, el tercio en el que actuarán y hasta el color de los adornos que lucirán. Desde ahí te empiezas a sentir entre amigos.
Luego, ver a Pablo, momentos previos a la corrida, montando a cada uno de los caballos con los que hará mancuerna. Una exhibición privada de lujo, donde la doma a la alta escuela luce sin ningún estrés. Observé la cordialidad del rejoneador ante las pocas personas que estábamos ahí, nos miraba con gran atención, siempre con una discreta sonrisa en la cara y saludando con un gentil movimiento de cabeza, con absoluta disposición a tomarse una foto, siempre receptivo y nunca altanero. Cuando se tiene admiración por alguna personalidad, existe ese oculto temor a ser decepcionado con una mala actitud, pero este no fue el caso. La gente realmente grande es la más sencilla.
Ya en la corrida, conocí a un señor español de la cuadrilla de Pablo, que ha estado con él desde que éste tenía catorce años de edad. Un personaje tan parecido a tantos otros que me ha tocado conocer dentro de la fiesta brava, con ese entusiasmo característico, con esa entrega y con ese ángel. Como no hubo letreros que nos pudieran recordar qué caballos eran, este señor, mientras corría dentro del callejón para facilitarle a Pablo los rejones o banderillas, me informaba sonoramente, y con gran gusto de poderlo hacer, el nombre de cada caballo que salía. Que hombre tan encantador. Todas las anécdotas que llevará dentro.
Otra cosa que a mi personalmente me gustó y dio ambiente a la plaza fue que en un momento de la faena al segundo toro de Pablo, empezó a sonar Pelea de Gallos, que posiblemente no venía al caso, porque ni estábamos en Aguascalientes, ni el torero era hidrocálido, pero era como hermanar a México, España, el arte que no conoce nacionalidades… no se, me gustó, puso ambiente.
Y pa’ rematar, Pablo se fue de Cancún con su ejemplar del libro de Luna Turquesa… ¡que gusto!
(Publicado en Novedades Quintana Roo, aunque he de confesar que le agregué unas cuantas cositas más para el blog).
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