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SALDIVAR |
- Por José Caro
LAS LOCURAS DE LOS TOREROS QUE SON CAPACES DE
ENTREGARSE A LA AVENTURA DE ROMPER SUS PROPIAS AMARRAS
Es
frecuente que en el espectáculo del toreo se festejen las locuras y las extravagancias.
Y es frecuente que, siendo motivo de
exaltación colectiva, se tornen escándalo los extremos. Con frecuencia se
admira al torero valiente en grado superlativo; y con frecuencia se repudia al
que, enhebrado al último grado del miedo, se aproxima a la cobardía.
Y
es frecuente que diviertan, aunque no interesen, aquellos diestros que
deambulando oscilantes entre el valor y el miedo parecen despertar causando
revuelo con sus fugaces arrebatos anímicos.
Pero
hay, afortunadamente, toreros con otra frecuencia: son aquellos que por su
virtuosismo extremo pintan a la belleza y al sentimiento con ardorosa pasión.
Por ello son respetados. Como respetado es Morante de la Puebla. Pero como este
diestro, fiel intérprete de los duendes y misterios, se habla de tu con la
magia, por su encanto torero es más que respetado. A él se le persigue, asedia
y acosa: por eso la entrada de hoy en la Monumental será paralela: monumental.
Y
existen toreros que, también respetados en grado sumo, han tenido al valor como
arma de combate. Y en nombre del valor parece que cometen locuras. La manera
como se metió a los terrenos del toro Octavio García “El Payo” el domingo 28 de
abril parecía una locura; locura su arrojo, locura su quietud, locura el ánimo
que lo impulsaba. De ahí que hoy los aficionados, imantados por el magnetismo
del queretano, aplaudiéndoles le darán señales de profundo respeto.
Y
también el desafío de los diestros, como el de Arturo Saldivar, parece una
actitud desquiciante, muy próxima la locura virtual. Y es que este diestro de
estilo depurado y académico se aferra a demostrar que el ejercicio del toreo no
puede tener conciliación alguna con el ideal burgués que aspira solamente a
preservar la seguridad personal eliminando cualquier sesgo de aventura que
ponga en riesgo su integridad física.
Lo
cierto es que para los buenos aficionados sólo la vinculación del valor y el
arte con la explosión emocional de la estética trasciende. Y no precisamente
por ser cuestión de locos. Lo cierto es que Arturo Saldívar es diferente toda
vez que para él significa una perversión refugiarse en un estilo depurado y
académico que acusa poco brío y ambición. Arturo es de los toreros que sabe
buscar la explosión estética fuera de los confines tradicionales. Por ello hoy
el aficionado y espectador le aplaudirán a rabiar.
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