20 mayo 2008

LA TORERÍA DE EL PAYO




OPINION Y TOROS

Pla Ventura España

[ 19/05/2008 ]

El único representante de la torería mexicana que actuaba en Madrid en la feria de San Isidro, ha dejado muy alto el pabellón azteca. Se trata de Octavio García El Payo que, como pudimos ver, ha dejado una estela de torero importante que, a no dudar, si es capaz de continuar por ese camino, puede llegar muy alto; hasta pagó con su sangre sus ansias de triunfo. El Payo nos devolvió a la época en que, un novillero tenía que ser lo que él demostró; un hombre apasionado por su profesión, consciente de lo que está llevando a cabo, sin concesiones, con deseos de llegar a lo más alto, justamente, por el camino más difícil; por el de la verdad. El Payo nos ilusionó por completo; nos recordaba a los mejores toreros mexicanos con su disposición, con su bello manejo con el capote en que, todo tipo de lances, en sus manos, alcanzaron un sentido hermoso por el toreo. Verónicas, tafalleras, lances de todo tipo que, en sus manos, pudimos saborear la frescura de lo agraciado y, por encima de todo, la disposición por querer ser y llegar.

Así de entregado, así de rotundo El Payo

Con la muleta en la mano, cuajó una faena llena de sabor y saber; derecha e izquierda, en ambas manos, El Payo supo de las distancias, del sentido del temple y de todo lo bello que encierra el toreo auténtico. Se gustó a si mismo y, su labor, caló en el corazón de los aficionados que le vitorearon incluso durante toda su labor. El toro le había colaborado, es cierto; pero él resultó ser el artífice de su labor. Cuando tenía la plaza entregada, por una fatalidad del destino, marró con la espada y, lo que era un triunfo grande, quedó en una sentida ovación. En su segundo, con idéntica disposición, cuando realizaba una tafallera con el capote resultó prendido y corneado. Mientras siga con esas ganas y esa disposición, el éxito, le seguirá sonriendo; a matar se aprende; para torear, se nace.

Digamos que, Álvaro Martínez Conradi, había enviado una novillada digna, si acaso, justa de presentación, pero con el suficiente atisbo de nobleza y bravura para que, los actuantes, gozaran toreando; de forma concreta, los tres primeros novillos llevaban el éxito en sus orejas. Es cierto que, los tres últimos, con más picantito, pusieron a prueba a los novilleros y, como digo, El Payo pagó con su sangre y, sus compañeros, con el amargo sabor del silencio que el público les tributó puesto que, no supieron estar a la altura.

Decían que Daniel Martín venía de superar una muy grave cornada de que, afortunadamente, le vimos repuesto. Tuvo que matar tres toros por la cogida de El Payo y, durante toda su labor evidenció una voluntad sin límites que, desdichadamente, no le condujo hacia el éxito. Nada dejó por hacer; hasta se puso pesado por sus ganas; pero una cosa son los buenos deseos y, otra muy distinta, los logros obtenidos. Mi deseo para este chico sería el mismo que para todos; que lograra culminar sus ilusiones mediante la pasarela del éxito pero, a tenor de lo visto, Daniel Martín es uno más de los muchos que se visten de luces.

Pepe Moral supo triunfar el pasado año en Madrid y, como era natural y preceptivo, aquel éxito, le abrió las puertas de todas las plazas. Volvía a Madrid, lógicamente, con vitola de triunfador; es decir, con toda justicia. Como sus compañeros, derrochó una voluntad de hierro; hasta llevó a cabo un bello quite por verónicas que, a no dudar, nos recordó al Moral del pasado año; sin embargo, a lo largo de la lidia, no le vimos progresos; peor aún, le apreciamos retrocesos; ese toreo despegado y hacia fuera no le aportará gloria alguna; es el signo de los pueblos que, dicha forma, la entienden como válida pero, llegado el momento, justamente en la plaza de Madrid, el destoreo no vale y, te cavas tu propia tumba artística. En su primer enemigo debería de haber reeditado el éxito del pasado año y, no fue capaz; muchos pases y poco toreo. Su segundo, con más picante, le dejó reposarse menos y, todavía resultó peor. Mucha voluntad de su parte pero, como su compañero Martín, para llegar al éxito, la voluntad es solo un componente que, por si mismo, no conduce a nada.


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