08 diciembre 2008

¿La Fiesta en Paz?


Leonardo Páez

Ante la crisis

En algún momento, gobernados y gobernantes dejamos de entender y de defender la fiesta de toros como valor sociocultural propio, al grado de que esta expresión de mexicanidad apenas interesa, gracias a los varios intentos por desaparecerla, tanto desde fuera como desde dentro sobre todo desde las entrañas del propio espectáculo.

Entre el ecologismo de banqueta –guerras, narco, inseguridad y esclavitud, sí; corridas de toros, no–, así como la falta de interés de taurinos, autoridades y medios electrónicos e impresos, esta originalísima tradición de México parece estar a punto de desaparecer.

Entonces, ¿por qué defender una fiesta de toros que ya casi no interesa? Porque si estas expresiones del pueblo empiezan a desaparecer, también lo hará el arte como sustento de la propia identidad, como posibilidad de protesta ante la uniformidad y como resistencia eficaz contra la penetración cultural anglosajona y neoliberal, esa que sigue soñando con imponer al mundo pelotitas de todos tamaños y deportes de alto riesgo, sin que se lastime a ningún ser, excepto a personas de todas edades durante sus aventuras bélicas en su obsesión por acumular petróleo.

¿Tiene sentido seguir exigiendo a los taurinos más acaudalados en la historia mundial de la fiesta un examen de conciencia acerca de la actual situación de un espectáculo con 482 años en el país? Quizá como ejercicio de inteligencia, ingrediente fundamental del toreo, y del auténtico desarrollo de los individuos, de las empresas y de las naciones.

Para unos simplemente se trata de parteaguas recurrentes, ya que sacar figuras de época no es cosa de cada año –ni de veinte, habría que añadir en su caso–; para otros se trata sólo de momentos a la baja, así estos se prolonguen por casi tres décadas, y para algunos más el problema reside en la nula coordinación entre las empresas del país y en su inexistente manejo de la publicidad.

Crisis es dificultad, problema, pero también oportunidad, aviso de la urgencia de modificar criterios y procedimientos. Ante esta nueva crisis económica que desde luego afecta a la fiesta de toros, quienes supuestamente arriesgan y aparentemente pierden su dinero, ¿seguirán sin ponerse de acuerdo?

¿La inyección salvífica de la fiesta brava de México consistirá en traer a principios de año a media docena de toreros españoles, echarles novillotes, asombrarnos, cobrar e irse? Pronto lo sabremos.


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