15 agosto 2011

Los tiempos cambian: asunto Arroyo

 sumo sacerdote de la amistad
 •  Por Óscar MEJÍA

Hace casi 40 años, por la escuela taurina de Pepe Alameda, Pascualet mi maestro, toreé un novillo de Santacilia en la plaza Antonio Velazquez en el restaurante de Jesús Arroyo.  Ese día lo conocí, desde mi visual de principiante y por la fama de buen torero aficionado práctico que le acompañaba, Chucho Arroyo de noble mirada y siempre sonrisa me pareció algo así como un gurú.

Trascurrió el tiempo y el restaurante de la familia Arroyo creció con la gente saboreando culinarias delicias mexicanas, (carnitas su fuerte) y siendo escenario de grandes epifanías, que Jesús tutelaba como elevado sacerdote de la amistad. Con la fiesta brava en primer plano.

Testimonio de la capacidad de alegrarse que tienen las personas lo dan los cientos de retratos colgados en los muros del feudo, desde donde se asoman junto a la de Chucho, las sonrisas de personalidades y personajes de todas las jerarquías de la vida en México: políticos, industriales, curas, artistas y desde luego toreros.

Oscar Mejía en la plaza Antonio Velazquez
Algunas veces me he preguntado ¿de qué tamaño ha de haber sido la amistad de Chucho Arroyo con Antonio Velazquez para que bautizara su santuario taurino en su propia casa con el nombre de este gran torero?, siendo que con tantos amigos, con tantos amigos toreros, figuras, tuvo  en su momento de donde escoger...

Han pasado 20 años desde que con el impulso y visión taurina de Jesús Arroyo empezaron ahí las novilladas en seriales anualizados; y se convirtieran en la esperanza, dulce amiga que las penas mitiga dijo el bohemio, de los aspirantes a la fama taurina. Ocioso sería hacer relación de todos los toreros que en su momento de novilleros ahora matadores, algunos destacados, que han vestido la ropa de torear para pisar ese ruedo y tener oportunidad real de dejarse ver. 
Quisiera poder explicar lo dulce que es esa llama encendida en el corazón de un joven que quiere ser torero, esperar y soñar con verse anunciado en un cartel en esa plaza. Y así había sido hasta hoy.

Los tiempos cambian: Apareció en escena José Arroyo, a la vera de su padre como el relevo inevitable para dirigir en el futuro inmediato el negocio familiar, que ya era un emporio. Chucho se fue retirando discretamente del timón y de la mano de Pepe en los últimos años el negocio ha crecido a la vista de todos con mercadotécnica eficiencia... 
Y la plaza dejó de llamarse Antonio Velazquez.

…remato en los medios

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