01 junio 2009

FESTEJO DE AYER DOMINGO EN LA PLAZA MERIDA

foto Roberto Espitia


Pundonor de Arturo Macias, el estoque de Ortega y detalles de “El Pana” en el cierre de temporada taurina en la Plaza de Toros Mérida.


Rodolfo Rodríguez “El Pana”, mostró detalles de su arte filigrana, dando vuelta al ruedo con su primer toro.


Rafael Ortega, logro sensacional estocada en su segundo, que también le valió un apéndice.


Arturo Macias, corto la oreja de su primer toro aun derroche de valor y entrega.


El encierro de Marrón, bien presentados y de interesante juego, pesaron en promedio 505 kilos. No cabe duda deque cuando hay toros se engrándese la fiesta y así los aficionados asistentes pudimos paladear a las mas bella de todas las fiestas con sus luces y sus fiestas con sus lances y sus sombras, con sus momentos de tragedia y momentos grotescos. No hubo triunfos históricos, pero si una autentica corrida de toros que nos dejo un grato sabor de boca.

Don José Marrón estaba sentado junto al maestro Manolo Espinosa “Armillita” en una barrera de primera fila. Feliz, miraba a sus toros hacer de las suyas en el ruedo de la Plaza Mérida.

Pensam
os entonces: ¿qué no daría un aficionado a los toros por ver los dos trincherazos que “el Pana” le arrebató, arrogante como es el Brujo de Apizaco, al primer toro de la tarde? ¿Qué por ver a Arturo Macías abrir su faena de muleta rodilla en tierra, en el centro del ruedo, con una majestuosidad digna de un póster? Como dijeron Alejandro Sosa y Eduardo Puerto: “¡Cuando sale el toro, la fiesta regresa!”.

Y la fiesta volvió a la Mérida, en una fecha inusual (raro ver toros en mayo en Reforma), pero con emoción, pasión, controversia. Y con todos mis respetos para toreros, aficionados y subalternos, volvió el toro. Eso fue lo mejor.

Seis ejemplares de Marrón saltaron a la arena y dejaron salir las emociones escondidas por años. El toro en su máxima expresión. No había visto en mucho tiempo al público explotar de emoción como lo hizo con los muletazos leves del “Pana” y la faena del “Cejas”.

Que si “El Pana” corrió y fanfarroneó, que si a Macías le gusta torear de relumbre, que si Rafael Ortega es a veces poco expresivo. Al final, Macías se ganó una oreja a base de riñones, con toreo del bueno, igual que Ortega con sus deseos de pararse frente a los toros, no importa que sean de 600 kilos o más.

Sí: toros de 600 kilos o más. Ortega lidió uno de 628 kilos en primer lugar, pero un problema con los picadores y los caballos lo dejó casi enterito para el destazadero. Y el último, toreado por Macías, fue de 630 kilos. Impresionante como el anterior.

Los otros astados fueron toros de más de cuatro años.

Un reconocimiento a los picadores. Se la rifaron, sortearon las duras complicaciones, sin caballos a modo para su labor y se fletaron incluso cuando el juez ordenó la suspensión del festejo. A los “taurinos” agradó esta decisión del usía, pero se decepcionaron cuando la corrida siguió. Una orden primero, la contraorden después. ¿Quién tuvo la razón? No sabemos. Sólo podemos decir que se empañó una tarde de toros.

Pero ¿ Quienes fueron los responsables de esta situación? Realmente consideramos que dicha responsabilidad se divide en tres partes.

1.- El Juez de Plaza, máxima autoridad en la plaza para hacer cumplir el reglamento no debió autorizar el festejo ante la incapacidad de los caballos.

2.- La responsabilidad también recae en los varilargueros, pues ellos realizan la prueba de caballos, y ellos debieron advertir al juez que los caballos no estaban aptos para la suerte de varas.

3.- La empresa TORO-SUR, también tiene culpa, pues la empresa contrata el servicio de los caballos y debe de contratar equinos preparados para picar toros de verdad.

Don Rodolfo Rodríguez sólo puso un par de banderillas, no pudo más, pero a él tenemos que agradecerle que hubiera media plaza. Para Ortega, nuestros respetos por su profesionalismo, y Macías, ¡vaya torero! Nos confesó que sueña con Madrid y la Puerta Grande de Las Ventas.

Y reitero mi elogio a los picadores, que brindaron un gran tercio. Se fajaron, con buenos puyazos y malos caballos, picando a la altura, donde se debe.


LUIS MAURICIO PERERA VILLANUEVA


“Un paso adelante y puede morir el hombre; un paso atrás y puede morir el arte”

Mérida, Yucatán, México



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