- por LUNA TURQUESA
Siempre han existido y existirán detractores de la Fiesta Brava, y también personas curiosas que cuestionan a los taurófilos acerca de la justificación para que la fiesta siga existiendo.
Cada uno de nosotros con palabras, conocimientos, gusto y pasión por esta fiesta tratamos de dar una explicación que resulte convincente, y ésta, llega a ser tan trillada, que muchas veces preferimos cambiar de tema porque no se trata de convencer a nadie o de convertir a nadie.
Sin embargo, llegó a mis manos un fragmento de “El Libro Negro” de Giovanni Papini, autor italiano nacido en Florencia en 1881, y me pareció de una belleza, profundidad e inteligencia tal, que bien vale la pena compartirlo.
Se trata de una conversación ficticia con Federico García Lorca, en la cuál, el poeta plantea su perspectiva acerca de la Fiesta de los Toros.
Conversación 38
COLOQUIO CON GARCIA LORCA
(O DE LAS CORRIDAS)
Madrid, 8 de abril.
Fui ayer a la Plaza de Toros, y un amigo español que me acompañaba me presentó a un joven de aspecto genial y viril que se llamaba García Lorca, y es ya famoso aquí y en América como poeta y pintor. Me causó una bellísima impresión, incluso por su orgulloso ánimo salvaje, y concluida la corrida fuimos los tres al Café del Pombo. Como sucede frecuentemente en este país, la conversación versó acerca de la tauromaquia, y quise saber de labios de García Lorca qué pensaba de los extranjeros dispuestos a ver en ese juego sangriento una prueba de crueldad del pueblo español, y el joven poeta me respondió:
- “No todos los extranjeros son tan imbéciles, pero la mayoría de los que vienen son simultáneamente atraídos y asqueados por el espectáculo de nuestras corridas. Esto depende en gran parte de que son viajeros filisteos, y aun cuando sean personas cultas carecen de verdadero espíritu poético. Estoy escribiendo un poema sobre Ignacio Sánchez Mejías, uno de nuestros toreros más famosos, y espero hacer comprender la belleza heroica, pagana, popular y mística que hay en la lucha entre el hombre y el toro. Pero creo que nadie ha sabido explicar a los extranjeros el contenido profundo, sublime, y hasta diré casi sobrehumano, del sacrificio taurino.
La corrida, en sí, a pesar de sus acompañamientos acrobáticos y espectaculares, es en realidad un misterio religioso, un rito sacro. Con sus acompañantes o acólitos, el torero es una especie de sacerdote de los tiempos precristianos, pero al que el Cristianismo no puede condenar. ¿Qué es lo que representa el toro en la conciencia de los hombres?, la energía primitiva y salvaje, y al mismo tiempo la ultrapotencia fecundadora. Es el bruto con toda su potencia oscura; el macho con toda su fuerza sexual.
Pero el hombre, si quiere ser verdaderamente hombre, debe disciplinar y conducir la fuerza con la inteligencia, debe ennoblecer y sublimar el sexo con el amor. Le corresponde matar en si mismo la animalidad primigenia, vencer el porcentaje de bruto que hay en él. Su antagonista más evidente en su voluntad de purificación, es el toro".
(Continuará…)
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