12 noviembre 2008

de la obra de PALOMA CAMIÑA

Lástima Leopoldo. . .


Por Arturo Reyes Razo‏


Veo el desarrollo del serial capitalino y de plano, cada vez estoy seguro de no haberme equivocado en mis apreciaciones iniciales, en el sentido de que era una temporada más de cachondeo; temporada en donde nuevamente han vuelto a aparecer los novillotes engordados, con platanitos así de chiquitos como defensas –en su gran mayoría, aclaro, porque si de toros hablamos, me quedo sin duda alguna con el encierro de Santa María de Xalpa, para mi menda, la triunfadora del serial en lo que se refiere a eso, a toros-, y que curiosamente han sido aceptados por “apoderados” que en su otra actividad, en la de “críticos” y “comentaristas”, han calificado a esas reses como “pequeñajos impresentables” para la plaza capitalina, pero que no tuvieron el mínimo pudor para aceptarlos para sus poderdantes, sin mediar en el enorme daño que le hacen. ¿Dónde quedó la honestidad, rectitud y demás palabrería, señores? Sin duda alguna, en el vacío. Por eso no es saludable asumir esa doble personalidad. O se es crítico, periodista auténtico, severo en sus apreciaciones o mejor se escudan en las troneras de contrabarrera, en aquellas que rezan “apoderados”, en las que ahí sí, podrán aceptar esos “pequeñajos” otrora criticados para otros diestros.

Vi la faena de Polo Casasola a “Jolgorio” de Rancho Seco, y la verdad fue una lástima que no le tumbara cando menos las orejas. Lástima grande, porque en verdad, Polo es de los toreros que han pasado apuros en serios para llegar a donde se encuentra, aunque ciertamente le falta mucho por estar en mejor sitio. No creo que haya sido un toro de indulto, pero sí fue debidamente valorada su bravura por Usía, quien atinadamente ordenó la vuelta al ruedo de sus restos –por cierto, ¿desde cuándo no se le daba una vuelta al ruedo a los restos de un toro?

No me gustó que el tendido echara para atrás al diestro, cuando pretendía dar también una vuelta al anillo, ¿por qué negarle ese legítimo derecho luego de haberle sacado al toro sus cualidades, sus virtudes? Es lógico deducir que mediante la lidia aparece la claridad y defectos del toro y que en ello todo el mérito es del torero. Si una res no es lidiada, nunca se sabrá qué trae dentro, y que finalmente es reconocido por el tendido. Polo lo ha logrado a través de una hermosa faena –si la coronó o no con los aceros, eso ya es harina de otro costal-, en donde “Jolgorio” demostró ser un toro excelente, extraordinario. Luego entonces, insisto, ¿por qué negarle al diestro la vuelta al ruedo –de los males, el menor-, para recibir la ovación como justo premio a haber descubierto la bravura del astado? Además, ¿acaso no merecía también ese reconocimiento el ganadero Carlos Hernández con una vuelta al anillo? ¿Por qué solamente “Jolgorio”? es cierto, insisto, que Casasola no hizo honor a lo que es, matador de toros, pero por el hecho de haberle sacado, y mostrado al tendido, la bravura del toro, bien merecida tenía esa vuelta al ruedo compartida con el dueño del hierro de Rancho Seco.

Por eso me parece injusto el trato que se le dio al diestro y más aún, que nadie, absolutamente nadie del tendido, se acordara de Carlos Hernández para haberle llamado, cuando menos, a salir al tercio y recibir la ovación. A veces la afición es injusta u olvidadiza, si se quiere.

Uriel Moreno “El Zapata” sigue siendo un diestro luchón, pero en cuanto a su estilo, no ha cambiado en relación a temporadas anteriores. Es cierto que en ello tiene mucho que ver, como en sus alternantes y en general, en todos los toreros aztecas, el número de festejos toreados con los que se llega a la Macro Plaza. Compareció en su cita dominical con una veintena de corridas a lo largo del año, pocas en verdad, para aparecer colgado en un cartel en la Plaza Mayor –Casasola llegó con más de veinticinco y Guillermo Martínez con una veintena-, por lo que sus avances son mínimos. Eso sí, busca agradar y complacer al cónclave, aunque la materia prima no le ayude gran cosa. Por eso regaló uno de Medina Ibarra, digno de aparecer en el dorado albero capitalino, que en verdad peló con los caballos –me da la impresión de que fue excesivo el castigo recibido y que por ello se vino abajo en el último tercio-, y mostró su bravura en el último tercio, quedándose corto rápidamente. La labor de Uriel fue premiada con palmas.

¡Qué pena que a Guillermo Martínez lo apodere José Mata! El diestro tapatío merece mejor suerte, por lo que es deseable que alguna otra casa le lleve sus asuntos taurinos, pensando por encima de todo, en que es matador de toros, no de becerros engordados o de novillos gordos. Este señor gordito, que tanto critica a los toreros que se enfrentan a “pequeñajos”, aceptó se enlotara a ese novillo – ¿no había otro toro de la misma divisa, señor Mata, con las mismas características de sus hermanos?- y peor aún, lo soltó en por delante para su poderdante no tuvo ni idea del daño que le hacía a Guillermo y tal vez, digo tal vez le cayó el veinte, hasta que vio la reacción del tendido. Por eso todo lo que el diestro tapatío le hizo a ese astado –por cierto, señor Mata, ¿se fijó en los platanitos que tenía como defensas ese primero de su poderdante?-, se lo tomó a chunga, por lo que Guillermo optó por lo más sano y aconsejable, quitárselo de enfrente, al novillote, que no a su “apoderado” que era quien merecía haberse ido al destazadero. El segundo de su lote fue un toro enrazado y con genio, al que sólo había que hacerle una faena de aliño.

Sin embargo, insisto, qué pena que a Guillermo Martínez lo “apodere” este señor Mata al que, recurriendo a su propia terminología, lo ubicaría como un apoderado “pequeñajo” con el que ciertamente, difícilmente Guillermo podrá ascender en su carrera taurina, por lo que es tiempo de que empiece a pensar seriamente en otro despacho que tenga mayor responsabilidad, y sobre todo, conocimiento de la materia.

Digo, aún es tiempo Guillermo, para que deshagas de ese “pequeñajo” señor Mata.

Digo…

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