06 julio 2009

Lluvia de orejas, y entusiasmo, en Xalostoc



Téllez cortó tres orejas



Lunes, 06 de Julio


Por: Juan Antonio de Labra

Foto: Jorge Raúl Nacif


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Siempre es saludable salir de vez en cuando a ver toros en una portátil, todavía más elocuente si se trata de un lugar tan cercano al Distrito Federal como es Xalostoc –tan sólo 18 kilómetros median entre este sito y el centro de la gran urbe–, donde cada año, por el mes de julio, organizan con esmero su feria taurina.


A veces uno espera que en estas plazas de Dios echen un encierro terciado, o chico, lo que ocurre casi generalmente. Sin embargo, hoy pasó todo lo contrario porque se lidió un encierro de Jaral de Peñas bien presentada, agradable en su conjunto... y astifina, hecho que supuso una auténtica corrida de toros.


Y si en este festejo no se desató un torrencial aguacero, de esos que suelen caer por estos lares del norte de la otrora Tenochtitlán, la lluvia de orejas no se hizo esperar y más paradójicamente, en una tarde soleada y calurosa. No debemos olvidar que los toros, ante todo, son fiesta, tal y como se vivió la corrida de Xalostoc, con un público un tanto borrachín y divertido que hasta se aventó la puntada de hacer la futbolera ola.


En este contexto, cabe precisar que los toreros trataron de hacer cada uno lo suyo, y el academicismo de Fermín Spínola contrastó con el toreo dinámico de Israel Téllez, mientras que Aldo Orozco resolvió la papeleta dignamente, no obstante su escaso rodaje.


El número de trofeos concedidos por la H. Autoridad es un reflejo de triunfos apoteósicos, a veces exagerados, con esa idea tan equivocada de que el corte de orejas es sinónimo de espectáculo, cuando lo cierto es que la terna le plantó cara a la corrida que lucía íntegra, algo también infrecuente hoy día.


Telléz le puso el cascabel a la tarde nada más abrirse de capa, y demostró que es un profesional. Su variedad capotera, los riesgosos pares de banderillas y sus faenas de muleta, estuvieron tocadas por la entrega sin reserva. Y esa fue la fórmula de su éxito.


Sorteó el toro más complicado de torear, el segundo, que parecía estar reparado de la vista e hizo cosas raras durante su lidia. Pero el torero de Uriangato no se amilanó y le buscó las vueltas hasta arrancarle una valiosa oreja, quizá la de mayor peso específico de la tarde si se considera el violento juego que ofreció el toro.


El destino le favoreció con un toro dócil y noble, corrido en quinto lugar, que terminó soseando y escupiéndose de las telas, en otra labor harto interesante por el entusiasmo que desplegó. No se salvó de una fuerte paliza cuando el toro hizo hilo en la muleta y no supo cómo quitárselo de encima, algo infrecuente en un torero de su experiencia.


Pero hasta este desaguisado le granjeó la simpatía entre el público.


Los redondos, las dosantinas, y el toreo de adorno, de pie o de rodillas, constituyeron una obra de mucho calado. Y tampoco importó que el toro perdiera el tranco de su embestida en el embroque de la suerte suprema, pues el afán de Israel se tradujo en media estocada en la yema que remató con un certero golpe de descabello. Así fue como le cortó dos orejas para redondear una carismática actuación, acorde al lugar donde se encontraba.


Aldo se puso en la línea de fuego con el tercero, un toro cárdeno, de pitones blancos, que tenía dos puñales por delante. Y le tragó en una faena recia de la que sacó una fuerte voltereta, pues el de Jaral de Peñas se revolvía en un palmo y rebañaba con listeza. Una certera estocada le puso en las manos el anhelado apéndice.


El sexto fue otro ejemplar, por sus hechuras, de encaste Domecq, que no terminó de entregarse del todo. Pero a este medio-toro, el tapatío lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas de excelente ejecución y más tarde lo lanceó a pies juntos con decidida valentía, dejando quieta la figura y jugando los brazos con armonía.


El toro llegó a la muleta con la cara alta y un tanto distraído, pero Aldo se centró hasta robarle pases interesantes, en los que procuró hacer bien las cosas. Otra estocada entera, que colocó con habilidad, le abrió por completo la puerta grande, no tan grande en esta portátil.


Spínola no aprovechó del todo el completo juego que dio el toro que abrió plaza, de notorio encaste Domecq, y aunque era un tanto largo y zancudo, desarrolló empuje y transmisión en la muleta de Fermín, que estuvo desangelado pero como un cañón con la espada.


El tercio de banderillas con el cuarto, un ejemplar berrendo en castaño, alunarada y bonitero, de espectacular capa, tuvieron más enjundia y ceñimiento y cuando parecía que el entusiasmo que había conseguido despertar en el tendido iba a traducirse en una faena de altos vuelos, hubo de conformarse con algunos naturales sueltos, de magnífico acabado, porque el de Jaral de Peñas vino a menos y, aunque embestía con calidad, se apagó pronto. De nueva cuenta, su buen manejo del acero le sirvió para cortar una oreja más.


La gente salió contenta de la plaza a seguir la fiesta en los puestos de comida aledaños, y también en los patios de algunas casas donde la música, a esta hora, estará rezumbando con estrépito, y el bailongo en su punto de mayor excitación.


Ficha

Primera corrida de feria. Casi lleno en tarde soleada, con intermitentes ráfagas de viento a partir del 6o. Seis toros de Jaral de Peñas, bien presentados, astifinos, variados de hechuras y de juego desigual. Destacó el 1o. por su bravura y el 5o. por su nobleza, y fue premiado con vuelta al ruedo. Pesos: 480, 490, 485, 470, 480 y 490 kilos. Fermín Spínola (sangre de toro y oro): Oreja y oreja. Israel Téllez (verde esmeralda y oro): Oreja y dos orejas. Aldo Orozco (blanco y oro): Oreja y dos orejas. Téllez dio la vuelta al ruedo con el ganadero Juan Pedro Barroso, y su primo hermano, el gandero Julio Uribe, de Torreón de Cañas. Destacó en varas César Morales, que picó muy bien al 1o.


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