13 enero 2009

MANOS SALVADORAS

lunes 12 de enero de 2009


En nuestra afición, para que todo se desarrolle con normalidad, tienen que aparecer, de una forma u otra, en escena, el toro y el hombre.

El aficionado que acude a un festejo, asume el riesgo de que pueda ocurrir algún percance, y el profesional, o aficionado que allí se ponga delante del toro, lo debe de tener mas que asumido, y aunque nadie, quiere ni desea, que ocurra nada, a veces el percance, la cogida, la cornada e incluso la tragedia, revolotea y se cuela en medio de los dos seres vivos mencionados.

Con respecto a las personas a las que se refiere esta nueva entrada, muchas veces, y mejor para todos, pasan desapercibidas.

Que torero, al hacer el paseo, en algún pueblo, observando la ubicación geográfica e incomunicada del mismo, o las instalaciones donde se va a dar el espectáculo, no ha pensado alguna vez, eso de qué "si me pegan aquí un tabaco gordo, no me escapo, ni con alas" o qué aficionado antes, de participar en algún festejo popular, al darse cuenta de ciertos detalles, similares a los que acabo de mencionar, si se para a pensar, no se le echa un poco para atrás el ánimo de jugarse el tipo.

Por el contrario, si ese mismo torero, hace el paseillo en una plaza importante, o en un sitio mejor organizado, comunicado y coordinado, con su conocido equipo médico, y con sus logradas instalaciones quirurjicas, en cuanto a quirófanos por ejemplo, o incluso la cercanía de algún centro hospitalario, y saber al menos, que si ocurre algo, estará en buenas manos, y que le atenderán profesionales expertos en ese tipo de heridas, a veces tan complejas como las producidas por asta de toro, a buen seguro, debe transmitir mucha más tranquilidad.

En cuantas ocasiones, ese tipo de lesiones, han sido reparadas, por personal no experto en esos percances, y posteriormente, han desencadenado, un empeoramiento del herido, como por ejemplo, trayectorias no descubiertas sin tratar, entre otras cosas, que aunque en un cirujano taurino, también puede suceder, son menos, las ocasiones en las que se de da este caso.

No es de extrañar, que muchos profesionales, antés de liarse el capote de paseo, les guste pasar por la enfermería, y saludar a los cirujanos, y darles un abrazo, tal vez, porque la última vez le salvaron el pellejo, lo cual demuestra el respeto, la admiración, y la confianza, que les proceden.Es impactante ver, que en cuanto hay alguna cogida, prácticamente antés de que el toro, suelte a su presa, ya tienen puesto el batín verde, y están esperando y preparados cada uno en su sitio, para que llegue el herido, y además, tener en la memoria, los derrotes que le ha pegado el animal, si el herido ha estado muchos segundos colgado de algún pitón, o si este mismo ha girado sobre las defensas del toro, para hacerse una idea, en la mayoría de las veces muy aproximada, de las trayectorias que pueden existir, y la profundidad que la herida pueda tener.

Hoy en día, en la mayoría de los sitios, salvo excepciones, todo este campo, ha evolucionado muchísimo, y cualquier plaza portátil o cualquier festejo, del tipo que sea, cuentan con U.V.I ó U.C.I móvil de soporte vital, por lo que garantizan en mayor medida, la seguridad de los que vayan a participar en dicho festejo.

Sin pensar mucho, me vienen a la memoria el cornalón que recibió el matador conquense, José Antonio Iniesta cuando era novillero, hace años y que nos encojió a todos, en la plaza de Madrid, o la de el novillero Pedro Marín en Valencia, a finales del pasado año, o la que sufrió en Linares "Fundi" hermano, los cuales fueron diagnosticados de carácter muy grave, y que se llegó a temer por sus vidas, y a lo mejor, de haber sido unos cuantos años atrás, por desgracia, tal vez hubieran tenido otro desenlace bien distinto.

No puedo despedirme hasta una nueva entrada, sin mencionar a los doctores Padrós, Alcorta, Valcarreres, Ramón Vila, Olsina, o Aragón, entre los grandes maestros de la cirugía taurina, y esperar, que no tengan mucho trabajo para esta temporada, y si lo tienen, que al menos, sean leves los diagnósticos, claro está, sin que eso signifique, que no exista esa emoción, y ese riesgo real, aunque algunos no sean conscientes de ello, de que una persona, delante de un toro, se juega, verdaderamente la vida.

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