31 mayo 2009

Dejaron el corazón en el ruedo

Federico Pizarro, en precioso muletazo al natural.
Foto: José Luis García/ESTO

31 de mayo de 2009


Los toreros se entregaron sin reserva


Miguel Ángel García


Una vez más la familia taurina se unió por una buena causa.


En esta ocasión la labor altruista ha sido dedicada con mucho amor y entrega para niños con cáncer, a lo cual los toreros respondieron dejando el corazón en el ruedo. Prueba de ello ha sido la gallardía del matador Manolo Mejía, que siendo de los más veteranos en el cartel, demostró una condición ejemplar para estar en el ruedo y pese a que el astado le propinó una severa paliza, Mejía se repuso y terminó por cortar una oreja, con fuerte petición de la segunda. El resto del cartel dejó pasajes más que interesantes y salvo Federico Pizarro, que también cortó una oreja, el resto se fue en blanco por pinchar con el acero, mas no por la falta de argumentos para conseguir los codiciados trofeos. De todos, el único que tuvo el santo de espaldas fue Guillermo Martínez, quien hasta escuchó gritos de "¡toro, toro!". Señal del público cuando se inclinan a favor del astado. Y, aunque el clima lluvioso estuvo presente, los aficionados que asistieron permanecieron hasta que todo terminó, lo cual es para aplaudir y aún más, porque fueron parte de esta noble labor.


RECONOCIMIENTOS Y HOMENAJE PÓSTUMO

Algo así como un cuarto de entrada se registró ayer en la Plaza México para presenciar el festival taurino benéfico, el cual estuvo a cargo el juez de plaza Ricardo Balderas. Previo al paseíllo, un grupo de niños entregó reconocimientos a los toreros actuantes; luego, la Porra Libre dio una vuelta al ruedo llevando un retrato con la imagen del matador Manuel Capetillo, como homenaje póstumo, y que al final obsequiaron a uno de sus hijos, Guillermo Capetillo, ahí presente para torear.


LOS DE BARRALVA, BIEN PRESENTADOS

Se lidió un encierro de Barralva, bien presentados y que se dejaron meter mano; aunque algunos con sus complicaciones, en general han permitido grandes emociones en el ruedo y desatado las pasiones en el tendido, como fue con los lances que logró el matador Jerónimo y que provocaron los olés más fuertes de la tarde. También se lidió un astado de Garfias, para rejones, justo de presencia, no obstante, codicioso para los caballos del rejoneador.


LUCIERON REJONEADOR Y FORCADOS

Y se abrió la puerta de toriles para dar paso al primer ejemplar de la tarde, el de Garfias, para el rejoneador Jorge Hernández, quien tuvo la suerte de lidiar con un morito ambicioso, que se dejó meter mano. Le clavó dos rejones de castigo seguido de dos banderillas, todos en buen sitio y dejándose ver; vendría la actuación de los forcados mazatlecos, quienes comandados por su cabo René Tirado, lograron una fabulosa pega que la romería agradeció con una sonora ovación y sacaron al tercio a Tirado. Regresaría el caballista para colocar banderillas a dos manos y luego el rejón de muerte, lástima que lo dejó trasero y caído, por lo que se retiró en silencio.


DETALLES BONITOS

A pie, por delante, salió Guillermo Capetillo, quien tuvo momentos sublimes con el capote e hilvanó pases por ambos lados, aunque sin terminar de redondear su trasteo. Pinchó antes de terminar con la vida del toro y se retiró entre aplausos.


EL GRAN MANOLO

Vendría la intervención de Manolo Mejía. Su astado, que salió al ruedo con muchas patas, saltó al callejón para sembrar el terror, afortunadamente nada qué lamentar. Una vez que el toro regresó del callejón y también a sacar de órbita al picador, por el tumbo que consiguió el de Barralva, Manolo Mejía sacó de su bolsa su maestría y se plantó para apaciguar el genio de su enemigo y extraer pases de mucho mérito. Todo iba de maravilla, no obstante, cuando Manolo quiso cambiar de terreno al toro, éste hizo por él y hay que ver la tremenda golpiza que el astado le propinó al torero de Tacuba. Fueron momentos de angustia y de milagro el percance no fue mayor; no obstante, Mejía terminó con la boca rota y su pantalón de corto destrozado. Pero no hay nada que amilane al gran Manolo, ya que se repuso y regresó al ruedo para conseguir más tandas de primera, hasta que su socio se rajó. Mejía mató bien y le fue concedida una oreja, con petición de otra que el juez se negó a conceder.


MUY DISPUESTO

El segundo espada en cortar una oreja fue Federico Pizarro, quien lució a la usanza charra. El diestro lanceó por chicuelinas y en este astado saludó en los tercios del anillo al subalterno Gustavo Campos, por sendo par de banderillas. Con la muleta, Federico tuvo momentos de mucha relevancia, sobre todo por los terrenos de toriles; logró naturales de muy buena factura, amén de las dosantinas que ejecutó. Muy dispuesto ha estado el torero y tras una estocada cortó una oreja.


DESBORDÓ SENTIMIENTO

También vestido a la usanza charra, como es su costumbre en tientas y festivales, salió el matador Jerónimo y para luego se despatarró y ligó las verónicas de la tarde, las más sentidas, armoniosas y artísticas, las que calaron hasta la médula en la afición y claro, los olés no se hicieron esperar, los más fuertes y que seguramente retumbaron más allá de lo posible. Jerónimo concluiría su participación con la capa con una serie de chicuelinas y le salieron pintadas, ya que bajó mucho las manos, lo cual hizo de la suerte una postal. Con la muleta inició su trasteo al filo de las tablas y realizó una especie de péndulo. Prosiguió su labor con series largas, con profundidad y bien ceñido al toro, lástima que malogró su labor con un pinchazo, previas manoletinas y se retiró entre aplausos.


GRATA SORPRESA

Le llegó el turno a Cristian Aparicio, quien se mostró en otra faceta y resultó una grata sorpresa; el diestro se nota con mayor seguridad, con más entrega y pasión por su labor en el ruedo. De inicio recibió al toro con dos largas cambiadas de rodillas y con la muleta consiguió una faena asentada. Lamentablemente comenzó a llover y la gente perdió detalle por buscar un lugar donde refugiarse. Sin embargo, el mérito de Aparicio ya había sido aprobado. Dejó un pinchazo y se retiró aplaudido.


CON EL SANTO DE ESPALDAS

El de Jalisco, Guillermo Martínez, que quizás pudo arriesgar un poco más, cumplió con capa -contra estilo de él- y con la muleta no consiguió acoplarse, claro, el toro tuvo su punto de complicación, pero nada que no se pudiera resolver. Faena de altibajos y gritos de "¡Toro, toro!" por parte de algún sector. Para malas, el diestro dejó dos pinchazos y una estocada, retirándose entre división de opiniones.


JUAN PABLO LLAGUNO

Al final del festejo, el niño torero Juan Pablo Llaguno lidió un eral de San Martín; fue ovacionado de capa y muleta y no se salvó de que le echara mano el astado. Al final simuló la estocada y dio vuelta al ruedo.

ESTO



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