VIERNES 3 DE JUNIO DE 2011
LOS PICADORES Y SAN ISIDRO / Por Aquilino Sánchez Nodal
La habitual suerte de varas....,
puyazo trasero tapando la salida del toro
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LA PUNTERÍA,
LOS PICADORES Y SAN ISIDRO
Por Aquilino Sánchez Nodal
Por Aquilino Sánchez Nodal
PUNTERÍA: “Destreza del tirador para acertar en el punto elegido”
Falta poco para que termine la Feria de San Isidro. Es el momento de puntualizar sobre la forma de hacer la suerte de varas. Han sido un desastre casi todas las tardes y una mascarada su ejecución. ¡Todos suspenso! ¡Al examen de otoño!
No es baladí recordar a los varilargueros que el punto en la correcta ejecución es el morrillo del toro. La cuestión, vista así, posee una aparente simplicidad. Este tercio es de castigo pero medido y necesario para poder lidiar un toro bravo e incluso cuando es manso. Se trata de medir la bravura no de “desguazar” al animal en el primer encuentro ya que el reglamento contempla dos puestas al caballo en Madrid. La lidia no dispone de otro recurso para que el toro llegue en condiciones óptimas a la muleta que es la parte más apreciada e interesante de las corridas de toros.
Este año, en la feria más larga y expectante del mundo, tarde tras tarde, corrida o novillada, hemos comprobado que los toreros a caballo, la mayoría de las veces, no han acertado con la zona adecuada y clavaban la puya en sitios que lesionan las facultades físicas del astado, descomponen las embestidas y mortifican a los aficionados amantes de tan bella suerte, que generalmente se ha hecho muy mal. Se prodiga, y lo que es peor, nos está acostumbrado a aceptar como correcto el puyazo en la parte posterior del morrillo, casi en el centro de la columna. Los puyazos traseros han sido la norma y se ha tardado en rectificar. En cuanto a los terrenos se han limitado a una zona técnica concentrada de espaldas al tendido 7.
Falta poco para que termine la Feria de San Isidro. Es el momento de puntualizar sobre la forma de hacer la suerte de varas. Han sido un desastre casi todas las tardes y una mascarada su ejecución. ¡Todos suspenso! ¡Al examen de otoño!
No es baladí recordar a los varilargueros que el punto en la correcta ejecución es el morrillo del toro. La cuestión, vista así, posee una aparente simplicidad. Este tercio es de castigo pero medido y necesario para poder lidiar un toro bravo e incluso cuando es manso. Se trata de medir la bravura no de “desguazar” al animal en el primer encuentro ya que el reglamento contempla dos puestas al caballo en Madrid. La lidia no dispone de otro recurso para que el toro llegue en condiciones óptimas a la muleta que es la parte más apreciada e interesante de las corridas de toros.
Este año, en la feria más larga y expectante del mundo, tarde tras tarde, corrida o novillada, hemos comprobado que los toreros a caballo, la mayoría de las veces, no han acertado con la zona adecuada y clavaban la puya en sitios que lesionan las facultades físicas del astado, descomponen las embestidas y mortifican a los aficionados amantes de tan bella suerte, que generalmente se ha hecho muy mal. Se prodiga, y lo que es peor, nos está acostumbrado a aceptar como correcto el puyazo en la parte posterior del morrillo, casi en el centro de la columna. Los puyazos traseros han sido la norma y se ha tardado en rectificar. En cuanto a los terrenos se han limitado a una zona técnica concentrada de espaldas al tendido 7.
Desde que El General Primo de Rivera obligó el uso del peto, ahora muro, no tienen motivos para hacer de tan mala manera su labor los picadores. Puede ser por el poco empuje de mayoría los toros que han aparecido por el portón de toriles que no merecían su interés. Quizás se creen de vuelta y no entrenan o sencillamente se han globalizado. Parece ser que, en lo que no han fallado, ha sido en cobrar sueldo máximo y derechos de imagen ilusionantes. En esto son unos fenómenos.
Si, ha habido algún toro agraciado en la suerte y aceptablemente picado pero no lo recuerdo porque en el siguiente los piqueros vuelven al ensañamiento o la torpeza.
Desde los años veinte se aclara la forma de ejecutar, eficaz y correctamente esta suerte de máxima importancia y belleza para lucimiento de los toros bravos.
“Cuando se pica en el morrillo (entre las vértebras: 4ª y 7ª) no se daña cartílago o hueso alguno, consiguiendo el objetivo de esta suerte: ahormar la embestida y descolgar la cabeza del toro para que humille. En caso de que se haga más atrás, en la cruz, se deteriora la locomoción del animal perdiendo movilidad, se desarticula su pujanza y anula su acometividad. Mucho más perjudicial es el trasero caído; puede dañar costillas, la pleura e incluso el pulmón o como mal menor romper la membrana que cubre el pulmón, entonces se equilibra la presión atmosférica interna con la exterior, “desinfla” al toro que inevitablemente se viene a bajo. Esta es la parte más sensible de la anatomía del astado y en numerosas ocasiones pasa inadvertido el desgarro. La parte más castigada por la falta de puntería de los del castoreño es la que rodea la cruz que lesiona los músculos del miembro torácico y la escápula produciendo cojera, disminución de la capacidad respiratoria y, por consiguiente, la claudicación del animal.
No estaría de más habilitar un carretón especial acondicionado para el entrenamiento y práctica de los profesionales de la vara de picar.
Hace años, en una tertulia en la taberna de Antonio Sánchez, en la calle Mesón de Paredes, escuché un comentario a un matador de toros retirado:
-“El secreto de mi forma de estoquear y acertar con el sitio exacto era de lo más sencillo. Apuntaba a la sangre seca que había dejado la puya. No fallaba nunca”.
(Lo dijo mi vecino del Rastro, don Vicente Pastor)
Actualmente la sangre no se coagula brota a borbotones y baja en cascada hasta la pezuña. El infernal artilugio llamado puya, mal utilizado una vez dentro de cuerpo del toro desgarra el músculo del lomo como si hubiese estallado un proyectil y lo rasga en tres direcciones.
Son datos reveladores que exigen una nueva revisión de la suerte de varas, la herramienta utilizada y los individuos que la manejan. Es la única forma de conocer y demostrar la bravura del toro y la capacidad profesional de los matadores en la faena de muleta. Por el bien de la Fiesta y que esta suerte no desaparezca debemos exigir que se haga con pureza.
Si, ha habido algún toro agraciado en la suerte y aceptablemente picado pero no lo recuerdo porque en el siguiente los piqueros vuelven al ensañamiento o la torpeza.
Desde los años veinte se aclara la forma de ejecutar, eficaz y correctamente esta suerte de máxima importancia y belleza para lucimiento de los toros bravos.
“Cuando se pica en el morrillo (entre las vértebras: 4ª y 7ª) no se daña cartílago o hueso alguno, consiguiendo el objetivo de esta suerte: ahormar la embestida y descolgar la cabeza del toro para que humille. En caso de que se haga más atrás, en la cruz, se deteriora la locomoción del animal perdiendo movilidad, se desarticula su pujanza y anula su acometividad. Mucho más perjudicial es el trasero caído; puede dañar costillas, la pleura e incluso el pulmón o como mal menor romper la membrana que cubre el pulmón, entonces se equilibra la presión atmosférica interna con la exterior, “desinfla” al toro que inevitablemente se viene a bajo. Esta es la parte más sensible de la anatomía del astado y en numerosas ocasiones pasa inadvertido el desgarro. La parte más castigada por la falta de puntería de los del castoreño es la que rodea la cruz que lesiona los músculos del miembro torácico y la escápula produciendo cojera, disminución de la capacidad respiratoria y, por consiguiente, la claudicación del animal.
No estaría de más habilitar un carretón especial acondicionado para el entrenamiento y práctica de los profesionales de la vara de picar.
Hace años, en una tertulia en la taberna de Antonio Sánchez, en la calle Mesón de Paredes, escuché un comentario a un matador de toros retirado:
-“El secreto de mi forma de estoquear y acertar con el sitio exacto era de lo más sencillo. Apuntaba a la sangre seca que había dejado la puya. No fallaba nunca”.
(Lo dijo mi vecino del Rastro, don Vicente Pastor)
Actualmente la sangre no se coagula brota a borbotones y baja en cascada hasta la pezuña. El infernal artilugio llamado puya, mal utilizado una vez dentro de cuerpo del toro desgarra el músculo del lomo como si hubiese estallado un proyectil y lo rasga en tres direcciones.
Son datos reveladores que exigen una nueva revisión de la suerte de varas, la herramienta utilizada y los individuos que la manejan. Es la única forma de conocer y demostrar la bravura del toro y la capacidad profesional de los matadores en la faena de muleta. Por el bien de la Fiesta y que esta suerte no desaparezca debemos exigir que se haga con pureza.
a los varilargueros de hoy en dia se les puede considerar no como los encargados de ahormar la embestida del toro, para que no sea aspera y el matador en turno no sea sorprendido por algun derrote y sufra de algun inesperado percance, yo los consideraria -salvo honrosisimas exepciones- COMO LOS INQUISIDORES DEL TOREO. SALUDOS
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