20 octubre 2011

Rincon Taurino ( 20/X/2011)

“Recordando al León de León”
  • Por:  Antonio Casanueva

El pasado sábado 15 de octubre se cumplieron 32 años de la desaparición física del matador de toros  Antonio Velásquez quien falleciera producto de un desafortunado accidente, al caer de la azotea de su domicilio particular, el  que como podrá verse nada tuvo que ver con la valiente actitud con la que siempre cruzó por la vida y mucho menos de su arriesgada profesión un valiente como pocos por no decir ninguno, ha habido, de matador de toros.

Antonio Velásquez nacido en León, Gto. el 14 de diciembre de 1920, se inició en la profesión como un peón de brega, participando en la cuadrilla de Luís Castro “El Soldado” y posteriormente pasó a engrosar las filas de la novillería, en donde destacó lo suficiente para tomar la alternativa en la antigua plaza “El Toreo” la que se encontraba ubicada en la colonia Condesa de la ciudad de México,  de manos de el llamado Fermín Espinosa, llamado  por su habilidad y destreza: “El Maestro de Saltillo” quien le cedió al toro “Andaluz” siendo el  testigo de la ceremonia, nada menos que el también llamado “Compadre” Silverio Pérez, el 31 de enero de 1943, fecha inolvidable para la historia taurina de nuestro país ya que tanto el llamado Maestro “Armillita Chico” como Silverio rayaron a gran altura al inmortalizar cada uno, en esa misma tarde de la ceremonia, y respectivamente a los toros “Clarinero” como “Tanguito” ambos procedentes  de la ganadería de Pastejé, en la tarde del debut de esa vacada en la plaza capitalina.

SILVERIO, ARMILLA Y VELÁSQUEZ
Mas adelante y gracias al gran valor que tenía Antonio  Velásquez  para enfrentarse a lor toros, valor que llegó a verse seriamente afectado por las múltiples cornadas recibidas, llegó poco a poco a colocarse entre los primeros lugares de la torería nacional, en particular por su triunfo alcanzado durante la corrida de La Oreja de Oro de 1945, cuando ganó merecidamente este trofeo el que se encontraba en disputa entre los alternantes de aquella corrida,  luego de una gran faena plena de valor lograda al toro  “Cortesano” de Torreón de Cañas.

Luego de ese gran triunfo, Antonio Velásquez decidió viajar a España en donde confirmó la alternativa en Madrid, el 4 de octubre de 1945 de manos de  “El Allbaicín” siendo el testigo de la ceremonia Pepín Martín Vázquez con el toro “Fuentecillo”, si bien es cierto que en aquella primera temporada   no tuvo mucho éxito en España la que se encontraba sujetas a múltiples conflictos internos, algunos de los cuales desencadenaron la ruptura de las relaciones taurinas hispano mexicanas, Veláquez retornó varias veces en el ejercicio de su profesión, llegando a superar a lo largo de su vida la cifra de 50 actuaciones en aquel país.

 De regreso a México, Antonio Velásquez tuvo grandes actuaciones en diversas plazas de la república, entre las que destaca, aquella inolvidable realizada en el desaparecido Toreo de 4 Caminos,  el que se encontraba ubicado en los límites del D. F. con Naucálpan de Juárez en el Edo. de México, la tarde del 30 de marzo de 1958, en que alternaba con José Ramón Tirado y el regiomontano Humberto Moro,  al toro   “Escultor” de Zacatepec , toro de mucho poder y fuerza, como solían salir los animales procedentes de esa ganadería tlaxcalteca, al que realizó inolvidable quite por “gaoneras”,  el quite de su especialidad en el que además del arrojo, mostraba el valor y la exposición ante los toros que Velásquez solía mostrar en sus actuaciones, siendo muy ovacionado.

Durante el tercio final, el toro incrementó sus dificultades para la lidia,  propinando grave cornada a su presunto matador, en la que el pitón derecho del animal le penetró por el cuello, perforándole la lengua y destrozando la cavidad palatina, fracturando tanto el maxilar como la base del cráneo. Tan grave cornada obligó a Velásquez a permanecer alejado por largo tiempo de la profesión  mientras duró la recuperación física, anímica y mental de los graves daños provocados por  aquella cornada.
PADRINO DE ELOY
Vaya pues un grato recuerdo  al valeroso leonés Antonio Velásquez que tantos y gratos momentos dejara en la Fiesta brava por su  valor indómito y destreza que lo llevaron a ser una figura del toreo de este país y alternar con los grandes monstruos del pasado taurino de nuestro país y competir, muchas veces favorablemente con la figuras extranjeras que nos visitaban por aquellos años.

ANTONIO  CASANUEVA

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