- por Oscar MEJÍA
Ha sido necesario que un puñado de desinformados y malintencionados politiquillos empapados en el desprestigio social, que cabe decir que en la calificación de los actores nacionales, son esos, los que forman la llamada clase política, quienes menor aprecio y reconocimiento merecen de los ciudadanos, más bien son los que meritoriamente han ganado con su conducta el descrédito de la población en nuestra patria, hayan sido precisamente quienes pusieron el cascabel al gato y a temblar a los taurinos ante la posibilidad de que una actividad tan llena de valores como es la tauromaquia se cancele para nuestra sociedad, que ironía.
Pero dice el refrán: no hay mal que por bien no venga. Gracias a la insensatez de estos malos elementos sociales, el letargo placentero en el que la fiesta se encuentra, a la deriva en la inercia contemplativa y complaciente, se sacudió. Y esto ha servido para que de todos los estratos surjan voces y acciones que han dejado de manifiesto que la fiesta brava está muy por encima de juicios superficiales y mentirosos. Que la sustancia de este maravilloso y mágico espectáculo vale más que los intereses mezquinos de unos cuantos y que sería una gran pérdida si dejara de existir.
Ha valido para percatarnos de que los que amamos a la fiesta del toro bravo somos más, muchos más que sus gratuitos detractores. Para mostrarnos como lo que somos, gente de paz y de trabajo. Nos estamos dando cuenta que la adversidad nos une y que así, todos juntos, trabajando honesta y sinceramente por el bienestar de la fiesta hacemos un bloque inquebrantable. Que unidos podemos más y las divisiones nos debilitan.Quedó claro.
Ahora no se le pierda la cara, pongamos manos a la obra, restauremos en todas las líneas la dignidad y grandeza de la fiesta haciendo bien cada uno lo que le corresponda: Ganaderos cuidando escrupulosamente la bravura sin concesiones, mandando a las plazas toros de verdad con su edad y trapío, los matadores plantándoles cara sin trampas ni ventajas, las cuadrillas llevando con orgullo y dignidad su profesión, los que hacen empresa respetando el espectáculo en la integridad de su liturgia y cumpliendole con calidad al público que asiste y así todos convertirnos en guardianes celosos de su pureza, belleza y señorío.
Que esto nos sirva de advertencia para hacer con cariño nuestro trabajo y todos aportemos lo mejor y se coloque nuevamente a la fiesta brava en primera fila de las preferencias de los públicos del mundo. Como le corresponde.
Que sustote ¿verdad?
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