14 diciembre 2012

A R R A S T R E L E N T O

 13 DICIEMBRE DEL 1012
  • Por José Caro

JUAN JOSÉ PADILLA EXTENDIÓ EL MAR DEL TOREO CON SU VALOR, Y LE PUSO VOZ A LAS OLAS CON SU AFICIÓN…..

……y le ha puesto, con su actitud de redoblada alerta, flama y calor al incendio espiritual del toreo.

A cualquier taurino de mediana comprensión de la Fiesta moderna Juan José Padilla ya no les es indiferente. Es más: en los aires figurados del romanticismo se le identifica ya como el último referente de los grandes héroes cuya abundancia y derroche desafiante de valor y afición los “glorifica”. 
Lo tosco y grosero del drama bestial de su percance, cavernícola vulgaridad estética con acento primitivo de martirio y crucifixión, habiendo teñido las alas del diestro con la tinta sangre de su indomable corazón, le da a su imagen un aire singular de patética santidad taurina.
Y los ojos asombrados de quienes le miran no pueden ocultar su pesar pues, desorbitados, parecen decir: ¡El Ciclón  de Jerez tuerto!
Cierto es, y como tal se considera: al hacerse el distinguido personaje presente en Aguascalientes, las campanas jubilosas repiquetearon en las torres de los templos del corazón de la entusiasta afición  que, en volúmenes cercanos a la muchedumbre, con los brazos abiertos fue a recibirle,  atenderle y patentizarle su admiración y respeto.
Así es Aguascalientes (y vale la pena destacarlo): como ser social sabe entregarse a plenitud a los toreros que dejan la huella de su esencia. Acción lógica desde cualquier punto de vita toda vez que, quién sino la de Aguascalientes, es la comunidad taurina más capacitada para valorar humanamente el altísimo precio  de la nobilísima vocación –afición- torera de Padilla.
El taurino local –y el humano- saben que, acaso junto a José Tomás, también pontificado por la resurrección que le impidió ser aprisionado -¡por Dios, cuánta vulgaridad!- en la estrechez de una tumba, Juan José Padilla, guerrero entre los gurreros, se ha convertido en un lazo que estrecha más la intimidad del torero con la comunidad que los respeta, admira y venera como íconos de la torería –ejemplar- moderna.
Lo hecho por Padilla –lección de vida- está en la proximidad de convertirse en un clásico histórico de la Fiesta de toros moderna. Y es que la idea y concepto del jerezano no es una mera representación estática, sino que es una energía inmensa de su propia fecundidad. Ante él –Padilla- no queda sino aborrecer, siguiendo los lineamientos directrices del padrón psicológico del taurino auténtico, el mundo de falsedades y apariencias que explotan quienes, al primer rasguño, claman piedad y socorro.
Bienvenido sea a esta tierra. Pues bienvenidos son los diestros que, despojando al toreo de ciertas deformidades inherentes, lo iluminan tan intensamente  en el apartado del drama y la emoción que sus perfiles sobresalen por su pureza y autenticidad. Cuando el ejercicio de la tauromaquia eleva a rango superior al valor y a la afición, no puede producir sino verdadera conmoción.    
En resumidas cuentas no queda sino reconocer que ante toreros como José Tomás, y Juan José Padilla- casos extremos- el buen aficionado se convierte en admirador, y promotor inclusive, de los toreros que tienen una íntima relación con el Creador Sublime que permitió la nacencia de tan milagrosa manifestación artística.

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