04 enero 2013

A R R A S T R E L E N T O


30 DE DICIEMBRE DEL 2012
  • Por José Caro

ES NATURAL QUE EL AFICIONADO VIEJO AÑORE EL MUNDO QUE BROTABA DE SUS SUEÑOS Y FANTASÍAS NEBULOSAS
¡Año Nuevo, vida Nueva!

Una nueva mañana viene, y con claridad le sonríe el sol. ¿Por qué no sonreírle ingenuamente al Año Nuevo, tal y como  lo hace, con timbre de inocencia, la chiquillada? ¡Qué alegres fantasías eran aquellas atrapadas en el mundo de la chiquillería!

Lo cierto es que desde lejos se escucha la “vieja” súplica, a manera de invocación, que el aficionado “infantiloide” le hará al calendario –neo nacido- que dentro de unas horas parirá la convención social. El clamor es unánime: “Que venga con el año, impulsado por aires de frescura y renovación, una nueva vida para el toreo mexicano”.

Lo cierto es que en el ambiente se percibe que ya no hay tiempo para que se dilate más el cumplimiento de los deseos de aquellos aficionados que sienten la Fiesta como parte integral de su personalidad. Es natural…

Es natural que deseen que la Fiesta de toros vuelva a estar en la mesa de las atenciones y discusiones, que las plazas se llenen de espectadores, y que los actores vuelvan a ser personajes admirados y venerados. Es natural…
Es natural que ante los múltiples embates de la modernidad, los aficionados -a punto de ancianidad- deseen que, preservando y cultivando la tradición, se demuestre que el toreo en México como ejercicio y espectáculo no está exprimido hasta el agotamiento. Es natural…

Es natural que los aficionados –dolidos por la rutinario diaria- estimen que, aunque en visible proceso de deterioro, el toreo no ha perdido espectacularidad, pasión ni brío. También es natural que, como elemento de equilibrio, los aficionados de la llamada tercera edad consideren que al toreo moderno –al menos en México- le hacen falta –nuevos acentos- personalidades revolucionarias y carismáticas. Es natural…

Queda claro que el deseo de los aficionados se resume en un cuadro elocuente: a pesar de la irrupción del  grupo de toreros jóvenes llenos de ambición y vitalidad que hoy se cuelgan de las carteleras, a los profesionales les hace falta renovar su actitud toda vez que les sobran formas desgastadas de un academismo monótono e intrascendente, falto de luminosidad artística y opaco en espectacularidad llamativa e incendiaria. Es natural…

Es natural que el aficionado tenga la mejor disposición para encumbrar a los toreros con pasta de ídolos, que no quieran más toreros con mixtura de muñequitos de adorno, inexpresivos, sin fondo, insustanciales, “…que no quieran ver actores que se disfrazan de toreros para satisfacer su enfermiza vanidad”, “…que esté dispuesto a abrazar a los personajes que sean capaces de dar la vida con tal de emprender el vuelo con la fe del que se lanza al vacío sabiendo que puede volar con tal firmeza que logrará llegar a la cima”. Es natural…

Es natural que los amantes del toreo en México quieran escuchar el lenguaje de los toreros que solo tiene traducción al idioma del corazón. Así las cosas, se entiende que el aficionado quiera la reestructuración de los argumentos genuinos, auténticos, sinceros. Y que esté harto de las falsificaciones, de las imitaciones grotescas, de argumentos mentirosos e hipócritas, como ese horrible gesto de lidiar novillo disfrazado de toro. Es natural…

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