20 febrero 2013

A R R A S T R E L E N T O


  • Por José Caro

EN LA PETATERA LAS COSAS NO SON DE CHISTE. AHÍ LA PASIÓN, LA AUTENTICIDAD Y EL ARTE LUCEN A LA INTEMPERIE

La figura de la Petatera, extraña edificación con médula de maderas, petates y mecates, y armada manualmente con la elaboración y el orden disciplinadamente rústico, ya deja, cuando se desmonta, la sensación de abandonar un rostro conocido y viviente. La estructura de su cuerpo, sin  dejar de parecer un original truco de la arquitectura rural  y campesina, por su humildad choca con la monumentalidad de las plazas de toros de primer orden.

Por ello se entiende que, sin dejar de asombrarse,  el turista se afane en dudar que el alma del arte con máscara de vida y muerte tome asiento en tan insignificante circo taurómaco. Con denodado empeño el visitante trata de hallar los lazos que atan al cuerpo de la seriedad el alma de la diversión.

Y es que, el taurino lo sabe, en La Petatera se habla el lenguaje, en común denominador, de la seriedad en su ruedo. Ahí las cosas no son de chiste. Prueba de ello que en semejante coso, el que a simple vista pareciera de barriada, se vive y se juzga el espectáculo con la pasión, la alegría, el rigor y la rectitud a la intemperie. El folclor no se espanta con la austeridad de principios.

Será entonces la suma seriedad la que enmarque la despedida en este recoleto foro torero de un diestro tan controvertido, en razón de la íntima constitución de sus formas, tal y como la plaza misma, llamado Rodolfo, apellidado Rodríguez y apodado rudimentariamente con el, apocope de panadero, El Pana.

¿Será prudente imaginar que resulta válido establecer entre ambos, el de Apizaco y la plaza colimense, una unión tal que en la dinámica ardiente de su combustión se genere el mágico producto del arte y la fantasía. ¿O el drama y la tragedia acaso?

Lo cierto es que sobran motivos para que el aficionado de Villa de Álvarez acuda, cual río en peregrinación de la muchedumbre popular, a la última corrida de carnaval-feria. EL Zapata y José Guadalupe Adame, alternantes del heterodoxo coleta tlaxcalteca, también son oportuna garantía de emociones toreras.

Será pues una despedida sentida, con duración de un año a La Petatera, y definitivo a Rodolfo, la que se experimente hoy en tan diminuto coso. Un adiós con aires melancólicos al diestro; y un abur con episodio de espera a la plaza. En adiós con entusiasmo por lo visto, y un adiós con el corazón alentando la esperanza de que la vida del toreo siga siendo una manifestación que entre espasmos de dolor y alegría eleve los corazones de las almas creyente en el prodigio revelador del arte del toreo.


   

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