28
DE FEBRERO DEL 2013
- Por José Caro
AL
RENOVARSE SUS TOREROS Y AFICIÓN, AGUASCALIENTES ES EJEMPLO RECONCILIADOR DE LO
ANTIGUO CON LO NUEVO
A
la plaza de toros San Marcos, aún estando vacía de espectadores, se la mira con
aires de admiración. Y tal pareciera que, con los ojos sorprendidos, la visión
fuera de una novedad. ¡Cuántos espíritus se han tranquilizado en su serena
quietud!
Lo
cierto es que a la antañona plaza hay que mirarla con ojos espirituales pues,
sólo con ellos, se puede contemplar la
silenciosa humildad del coso que, a pesar de sus vetustos adobes, luce
renovado. Descartadas las ruinosas ráfagas de sus aires viejos, los labios de
los espectadores y aficionados, estando en ella, entonan cantos nuevos.
Pero
la belleza de la plaza, contemplada en su manifiesta simplicidad
arquitectónica, y sin disolver el sentido histórico de su durabilidad, aumenta
su dimensión cuando se llena no sólo de espectadores y curiosos, sino de aficionados
que entienden la razón de la circularidad de la estructura física que, como
aliento gozoso, eleva los espíritus toreros.
Atiborrada
como se ha visto en las dos novilladas que han precedido a la del domingo
próximo –la que presumiblemente tendrá un auditorio a punto de tumulto-, el circo
taurómaco ofrece el placentero espectáculo de la novedad.
Lo
cierto es que lo antiguo –la plaza-, y lo nuevo –la impresión-, no son simples
banderas coloreadas por los partidarios de la devoción taurina: son realidades
cromáticas pues a la versión matizada de lo “viejo” solamente lo nuevo lo puede
reconstituir y proyectar hacia un futuro indeclinable.
Y
eso es el verdadero alboroto que se experimenta en el medio: la cantidad tan
extraordinaria de espectadores “nuevos”, entusiastas y alborotados que, dejándose subyugar por las
emociones estéticas y dramáticas del ritual festivo, sutilmente se inscriben en
el apartado de aficionados. Así las cosas, se puede hablar, y ponderar, de la
creación –¿renovación?- de una clientela nueva, de aficionados nuevos, de un
cúmulo de asistentes al coso que, ejerciendo un sano rompimiento innovador, aún
trae tras de sí –respetándola- la polvareda de la tradición.
Ahí
está el triunfo torero de Aguascalientes. Ahí está su riqueza. En su capacidad
para darle a lo viejo el sentido trascendental de lo nuevo. Semejante orgullo
es, según las apariencias, privativo de Aguascalientes: aquí la doctrina
taurina, nacida del trueno de la historia, tiene los efectos de la explosiva
innovación. Aquí el toreo parece que siempre huele a novedad; y la feligresía
sin vacilación se adscribe, asumiéndola, a la teoría de una nueva “fe”. Cree en
el toreo; cree en los toros; y cree en los toreros.
Decir
que Aguascalientes es una entidad torera no es una simple y vulgar definición
ingeniosa. Aguascalientes es torera por naturaleza. De ahí que sea de suma facilidad que el
aficionado de aquí con prisa pueda reconciliar –ejercicio intuitivo- lo antiguo
con lo nuevo.
¡Ojo!
No por tan virtuosa condición renovadora de la afición de Aguascalientes se argumente
que sea sano atreverse a ignorar el sentido peligrosamente desorientador de que
lo nuevo no hereda vicios y mal formaciones.
El triunfo progresivo de Aguascalientes, gloriosa época de su propia
innovación, paralelamente debe sujetarse a los tratados de la más clásica
pureza torera.
arrastrelento@gmail.com
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