21 mayo 2013

Ocho con Ocho - !Bendita lluvia¡


20 de mayo de 2013

  • Luis Ramón Carazo

En el tercer toro de la tarde de la décima corrida de la Feria de San
Isidro, undécimo festejo si tomamos en cuenta una insulsa novillada del
17 de mayo, los presagios no eran halagüeños, la lluvia con gran fuerza
se hizo presente acompañada con rayos, centellas y granizo.

Madrid cubierto por un cielo entoldado, descargaba agua y hielo al unísono. En Las Ventas, el público como pudimos nos cubríamos de las inclemencias del clima mientras en el ruedo, gallardamente el torero mexicano de cuatro generaciones de matadores de toros, Diego Silveti, acometía a los nobles y bien presentados toros de Fermín Bohórquez con la convicción y el hambre de ser figura del toreo. Desde el segundo, con un gran quite por delantales, al toro correspondiente a Juan del Álamo, sabíamos que Diego no venía a ver si podía sino porque podía, venía.

Así lo aquilató la cátedra madrileña, entendiendo que torear bajo la lluvia es un riesgo tremendo en el enfrentamiento con un toro de lidia, los vítores y los aplausos se escuchaban a pesar de los granizos. Cuando Diego tomó en sus manos el capote y se lo echó a la espalda para instrumentar escalofriantes gaoneras al noble Orador, que se desplazaba por el ruedo anegado con fijeza y metía la cabeza al embestir con nobleza, empezamos a pensar en que por fin pudiera igualar al Zotoluco, quién el 22 de mayo de 2000, nos dio la alegría de poner en el marcador de una oreja. La salida en hombros para un matador mexicano sigue pendiente después de más de cuarenta años que lo hiciera Eloy Cavazos.

No fue tarea sencilla, afirmo sin temor a equivocarme, que Diego le puso sello a la tarde, con la muleta en la mano izquierda y la montera en la derecha brindó a los ateridos aficionados y con gran disposición se fue al centro del ruedo para citar con la muleta en la espalda para ejecutar un péndulo con una arrancada alegre del toro murubeño. De ahí en adelante, tanto con la mano derecha como con la izquierda, bajo una granizada, con la muleta seguramente muy pesada por el agua, nos puso a vibrar el nieto del Tigrillo de quién había estado hablando con su compañero de lides minutos antes de empezar la corrida, Don Pablo Lozano, recordando la grandes hazañas de hace más de cincuenta años de Juan Silveti Reynoso y Rovira en el mismo ruedo.

Cerró Diego con escalofriantes bernardinas y joselillinas para poner piel de gallina al ver a milímetros de su cuerpo al buen toro jerezano, después de un pinchazo en lo alto y tres cuartos en buen sitio, la muerte del toro fue de bravo para que se exigiera la oreja que fue concedida por usía.
No me extiendo más, pues desafortunadamente el sexto de la tarde, un toro de Bohórquez fuera de tipo y exagerado de peso, se quedó prácticamente parado y ya no pudo Diego tener la gloria de la salida en hombros, pero si el orgullo de haber catapultado la tarde en que sus compañeros encelados por el carácter de Silveti, dieron una tarde vibrante con el corte cada uno de una oreja.

Más allá de los trofeos, los toreros a la cabeza Diego, nos abrieron la caja de Pandora del toreo en una tarde en la que salimos de la plaza ateridos pero felices de la vida, cantando como Gene Kelly I am singing, just singing in the rain. Recordando a los amantes de los mastodontes en Madrid, que el trapío es musculatura y no gordura y que una corrida como la del domingo 19 de mayo en su peso ideal, fija y con recorrido, es de las que nos hacen salir de la plaza toreando y deseando volver a los toros al festejo siguiente, sin olvidar que el cuarto de la tarde para Juan Bautista fue de Carmen Segovia.

Así las cosas, mientras en el ruedo se den las cosas como ayer, que San Isidro no haga su chamba de pedirle a Dios que meta el agua y ponga el sol y aleluya por los toreros valientes.

! Que viva Tláloc dios de la lluvia de los mexica tenochcas!

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