- Héctor Budar
Continuamos con la segunda parte de la antigua plaza
México comentando que Ramón López y “Ojitos” tenían probada experiencia sobre
la promoción taurina, pues cuando eran novilleros, Saturnino con ese espíritu
aventurero que siempre lo acompañó, cruzó la frontera España, Francia y allí en
el medio día francés, se dió a organizar festejos, en los que actuaba de
matador o banderillero según fuera el caso. Una vez bien asentado como
empresario, invitó a su amigo Ramón y entre ambos consolidaron una empresa que
los hizo ganar dinero y prestigio. Tanto que eso los avaló para que durante la
exposición española de 1883 en París, fueran autorizados para montar las corridas
de toros en la capital Gala, que fueron todo un éxito, actuando ellos de
banderilleros. Esa experiencia la puso en práctica Ramón López en México y con
el anhelo de expandir y poner a la vanguardia el toreo en nuestro país buscaba
un ídolo mexicano, ya que con el torero de Atenco había fracasado. Saturnino
después de la ruptura con Ponciano, la estaba pasando mal en el estado de
Coahuila, lo que ganó toreando en plazas
del norte, lo había invertido en hacer empresa en la plaza de Torreón. A
principio todo iba bien en lo artístico y en lo económico, pero después
llegaron los malos tiempos y con ellos el fracaso, las grandes pérdidas y las
deudas, dejándolo prácticamente en la miseria, lo único que le quedaba era la comprensión de su entrañable amigo Ramón.
Consultó sus haberes y lo que tenía no le alcanzaba para viajar a la ciudad
de México. Aunque su energía física ya
estaba muy deteriorada su firmeza de carácter le dió la fortaleza suficiente
para emprender el viaje. Varias semanas después llegó a la capital con las
huellas del hambre y la fatiga reflejada, ya nada quedaba de aquel hombre
pulcro que era admirado por su elegancia en el vestir. El viejo y noble
camarada convertido en opulento hombre de negocios taurinos, lo recibió y enterado de su situación lo nombró asesor de
su empresa, como mencionamos anteriormente, encargándole las relaciones públicas, la publicidad y el
servicio de plaza. La temporada de 1902 iba bien, pero el empresario seguía
pensando en la falta de un torero nacional que encendiera la pasión rivalizando
con los españoles. Más aun por la competencia que le empezaba hacer Diego
Prieto “Cuatrodedos” en la recién inaugurada plaza Chapultepec. A esto “Ojitos”
aconsejó --Oye Ramón ¿Por qué no
contratas al torero de Irapuato, Arcadio Ramírez “El Reverte Mexicano”?. Es un
ídolo en la provincia y un gran estoqueador, mata más que el tifo. ¡No hombre!,
contestó Ramón, no me arriesgo a que un indio como ese me ponga en ridículo.
Dos semanas después el 21 de diciembre de 1902, la plaza Chapultepec anunció la
presentación del indio de Irapuato, pasando a la historia como la corrida de
los “Tres Revertes” Antonio Reverte, su sobrino Revertito y Reverte Mexicano
con toros de San Diego de los Padres, resultando una corrida exitosa. Tres
corridas más toreó Arcadio Ramírez, llenando la plaza de bote en bote cada vez
que lo anunciaban. A propósito de sus triunfos, Ramón le hizo el siguiente
cometario a Ojitos: ¿Ya vez como un pelele como ese, que solo sabe tumbar carne
es lo más grande de esta tierra?, ¿Imaginas lo que pasara cuando surja un
torero mexicano con el arte y la elegancia de los toreros españoles?. Anda,
vete a buscar muchachos que quieran ser toreros y funda una escuela, tu tienes
todo para hacerlo, por lo económico no te preocupes, tendrás todo mi apoyo, por
lo pronto toma estos dos mil pesos y ponte a trabajar. Fue así como se fundó la
primera Escuela de Tauromaquia Mexicana en León Guanajuato en el año 1903.
Ramón López siguió exitosamente con sus promociones en la plaza, dos diestros de su elenco se habían
hecho indispensables en sus carteles, Antonio Fuentes por su elegancia y
Antonio Montes por su valentía, hasta que llegó el fatídico 13 de enero de 1907
en que “Matajaca”, Toro de Tepeyahualco, le quitara la vida a Montes, su cadáver
fue depositado en un velatorio del panteón español, a media noche los dolientes
se marcharon dejando solo al difunto, uno de los cirios cayó sobre la caja
mortuoria y se incendió, dejando el cuerpo irreconocible por las quemaduras. EL
mal fario de Antonio no terminó allí,
pues cuando llevaron lo que quedaba de aquel mártir, a Veracruz para embarcarlo
a su natal Sevilla, la grúa que lo transportaba del muelle a la embarcación,
soltó las amarras y la caja cayó al mar, después de este ajetreo los restos llegaron a Sevilla
donde recibió cristiana sepultura. Ese año se inauguró El Toreo y Ramón López
se despidió de México y de su querida plaza México para irse a vivir con su
bien ganada fortuna a su añorado Madrid. Al año siguiente 1908 llegó a España
su amigo “Ojitos” con su discípulo Rodolfo Gaona y pudo ver en él lo que tanto
anhelaba, un torero mexicano con arte y elegancia. Ramón López, Satisfecho de
la vida murió a finales de 1928. Con el paso del tiempo la Plaza México se
convirtió en cinematógrafo con el nombre
de Cine México, para terminar a finales del siglo pasado como plaza para
jaripeos con el nombre de Plaza México. Hoy es un vetusto edificio en ruinas…
¡Casos y cosas de toros!
¡Hasta
el próximo miércoles, suerte y todos pa´lante!
Comentarios y sugerencias: hector_budar@yahoo.es
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