06 junio 2013

Casos y Cosas de Toros / La Primera Plaza México – II

  • Héctor Budar


Continuamos con la segunda parte de la antigua plaza México comentando que Ramón López y “Ojitos” tenían probada experiencia sobre la promoción taurina, pues cuando eran novilleros, Saturnino con ese espíritu aventurero que siempre lo acompañó, cruzó la frontera España, Francia y allí en el medio día francés, se dió a organizar festejos, en los que actuaba de matador o banderillero según fuera el caso. Una vez bien asentado como empresario, invitó a su amigo Ramón y entre ambos consolidaron una empresa que los hizo ganar dinero y prestigio. Tanto que eso los avaló para que durante la exposición española de 1883 en París, fueran autorizados para montar las corridas de toros en la capital Gala, que fueron todo un éxito, actuando ellos de banderilleros. Esa experiencia la puso en práctica Ramón López en México y con el anhelo de expandir y poner a la vanguardia el toreo en nuestro país buscaba un ídolo mexicano, ya que con el torero de Atenco había fracasado. Saturnino después de la ruptura con Ponciano, la estaba pasando mal en el estado de Coahuila, lo que  ganó toreando en plazas del norte, lo había invertido en hacer empresa en la plaza de Torreón. A principio todo iba bien en lo artístico y en lo económico, pero después llegaron los malos tiempos y con ellos el fracaso, las grandes pérdidas y las deudas, dejándolo prácticamente en la miseria, lo único que le quedaba era  la comprensión de su entrañable amigo Ramón. Consultó sus haberes y lo que tenía no le alcanzaba para viajar a la ciudad de  México. Aunque su energía física ya estaba muy deteriorada su firmeza de carácter le dió la fortaleza suficiente para emprender el viaje. Varias semanas después llegó a la capital con las huellas del hambre y la fatiga reflejada, ya nada quedaba de aquel hombre pulcro que era admirado por su elegancia en el vestir. El viejo y noble camarada convertido en opulento hombre de negocios taurinos, lo recibió  y  enterado de su situación lo nombró asesor de su empresa, como mencionamos anteriormente, encargándole las  relaciones públicas, la publicidad y el servicio de plaza. La temporada de 1902 iba bien, pero el empresario seguía pensando en la falta de un torero nacional que encendiera la pasión rivalizando con los españoles. Más aun por la competencia que le empezaba hacer Diego Prieto “Cuatrodedos” en la recién inaugurada plaza Chapultepec. A esto “Ojitos” aconsejó  --Oye Ramón ¿Por qué no contratas al torero de Irapuato, Arcadio Ramírez “El Reverte Mexicano”?. Es un ídolo en la provincia y un gran estoqueador, mata más que el tifo. ¡No hombre!, contestó Ramón, no me arriesgo a que un indio como ese me ponga en ridículo. Dos semanas después el 21 de diciembre de 1902, la plaza Chapultepec anunció la presentación del indio de Irapuato, pasando a la historia como la corrida de los “Tres Revertes” Antonio Reverte, su sobrino Revertito y Reverte Mexicano con toros de San Diego de los Padres, resultando una corrida exitosa. Tres corridas más toreó Arcadio Ramírez, llenando la plaza de bote en bote cada vez que lo anunciaban. A propósito de sus triunfos, Ramón le hizo el siguiente cometario a Ojitos: ¿Ya vez como un pelele como ese, que solo sabe tumbar carne es lo más grande de esta tierra?, ¿Imaginas lo que pasara cuando surja un torero mexicano con el arte y la elegancia de los toreros españoles?. Anda, vete a buscar muchachos que quieran ser toreros y funda una escuela, tu tienes todo para hacerlo, por lo económico no te preocupes, tendrás todo mi apoyo, por lo pronto toma estos dos mil pesos y ponte a trabajar. Fue así como se fundó la primera Escuela de Tauromaquia Mexicana en León Guanajuato en el año 1903. Ramón López siguió exitosamente con sus promociones en la  plaza, dos diestros de su elenco se habían hecho indispensables en sus carteles, Antonio Fuentes por su elegancia y Antonio Montes por su valentía, hasta que llegó el fatídico 13 de enero de 1907 en que “Matajaca”, Toro de Tepeyahualco, le quitara la vida a Montes, su cadáver fue depositado en un velatorio del panteón español, a media noche los dolientes se marcharon dejando solo al difunto, uno de los cirios cayó sobre la caja mortuoria y se incendió, dejando el cuerpo irreconocible por las quemaduras. EL mal fario de  Antonio no terminó allí, pues cuando llevaron lo que quedaba de aquel mártir, a Veracruz para embarcarlo a su natal Sevilla, la grúa que lo transportaba del muelle a la embarcación, soltó las amarras y la caja cayó al mar, después  de este ajetreo los restos llegaron a Sevilla donde recibió cristiana sepultura. Ese año se inauguró El Toreo y Ramón López se despidió de México y de su querida plaza México para irse a vivir con su bien ganada fortuna a su añorado Madrid. Al año siguiente 1908 llegó a España su amigo “Ojitos” con su discípulo Rodolfo Gaona y pudo ver en él lo que tanto anhelaba, un torero mexicano con arte y elegancia. Ramón López, Satisfecho de la vida murió a finales de 1928. Con el paso del tiempo la Plaza México se convirtió en cinematógrafo con el  nombre de Cine México, para terminar a finales del siglo pasado como plaza para jaripeos con el nombre de Plaza México. Hoy es un vetusto edificio en ruinas… ¡Casos y cosas de toros!   
                                                  
                        ¡Hasta el próximo miércoles, suerte y todos pa´lante!
Comentarios y sugerencias: hector_budar@yahoo.es

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