SUDAMERICA, LA FIESTA INVENTADA
Bardo de la Taurina:
La vida suele ser receptora de recuerdos y hoy estos me llegan en
caudaloso festín provocando el mirar pa’ allá donde la Patagonia se abre al
mundo, ¿o será donde se cierra el globo? Como quiera que sea es la Puerta
Grande más impresionante de cuantas uno haya divisado y sin llegar hasta ella
me ‘parqueo’ en esa Sudamérica de la que los granujas dicen supieron de ella
por un ‘Tío’ a quien llamaban Simón Bolívar. Yo la mera verdad no estoy muy
enterado de ese figurón por la razón de que ni a la escuela fui (se nota,
¿no? ) pero a cambio de mi carencia escolapia tuve la fortuna de mamar
desde chilpayate de la academia de ese maestro de la “tierra de la espuma (¿o
de los pumas?), las garzas y las rosas” que se llamó César Girón.Ocurrió por
vez primera la mañana en que Papá Noel, me dejo un boleto pa’ los toros a
pie del pino navideño ese que estaba cuajado de esferas y luces multicolores
cual terno de la aguja y que por montera tenía una estrellota plateada.
La fecha la sigo memorizando: 25 de diciembre de 1955, cuando se daba la
décima temporada en la entonces, seria, respetable, digna, meritoria, noble,
honorable, solemne, decorosa, sobria, reconocida y solvente Plaza México, en
donde esa tarde los enormes carteles que a brocha de engrudos habían sido
pegados por toda la ciudad anunciaban imponentes toros con edad que a leguas se
les veía por el colgar de los testículos, trapío de carrocería que
denotaba exuberancia de presencia y con las cornamentas intactas sin haber sido
tocadas ni violadas, bueno, más pulcras que el himen de una quinceañera (de las
de antes). 6 La Punta 6, para que los lidiaran dos leones, el de Tetela
de Ocampo, Joselito Huerta, quien esa tarde confirmaba coleta y el que tenía
corazón de rugido, Antonio Velázquez, y por supuesto la figura venezolana más
destacada: César Girón.
Años más tarde, sin comprar billete me tocó la fortuna de conocer al
periodista venezolano que desde décadas atrás viene arrasando en sapiencia,
credibilidad y respeto taurino:don Víctor José López ‘El Vito’, al que se le
podría aplicar aquello que dijera José Alfredo Jiménez: “Su palabra es la ley”,
y eso ha hecho que Sudamérica siempre este en mis neuronas.Pero lo grave de
esto que me cimbró, me preocupó y me entristeció, es que pa’ este
discursillo anduve investigando sobre la fiesta en el hemisferio sur y
repetidas veces escuché: “Allá están peor que aquí”.Al oír esto palidecí
al tiempo que exclame:¡Puta madre! ¿Entonces en México todavía no tocamos
fondo? ¡No la jodan!
Leonardo Páez:
Fue el historiador mexicano Edmundo O’Gorman quien llamó a América
Latina “el continente inventado”, ante el caudal de interpretaciones,
conclusiones y acciones que el “viejo” mundo llevaba a cabo con sus
particulares esquemas y vastos intereses y desde la óptica del conquistador y
colonizador. Sin embargo, tras cinco centurias “del tropezón de Colón”, resulta
pueril achacarle a Europa la responsabilidad del estado
de cosas taurinas en este continente que aún no reinventamos.
Así, antes de buscar blindajes para la tauromaquia en la UNESCO y de
culpar a “los otros” de una disminuida fiesta de los toros, cada país taurino
de Latinoamérica necesita responderse con lucidez: la tauromaquiaes ¿patrimonio
de quién, conservado bajo qué criterios y compartido en qué términos? Como
expresión idiosincrásica y cultural, ¿de quiénes y a qué niveles de
involucramiento comunitario? ¿Con qué estrategias de difusión? ¿Para beneficio
de cuántos y por decisión de quiénes?
¿Imposible desarrollar una tauromaquia propia con estándares
internacionales? ¿Es la fiesta de toros que podemos o es la impuesta por
algunos? ¿Por qué no hemos desarrollado un mercado común taurino
latinoamericano? ¿Criollos, mestizos e indígenas carecen de expresión
tauromáquica? ¿Es ocioso buscar una identidad taurina en los países de la
región?
¿Sólo Españaes capaz de tener autonomía taurina? ¿Son exclusivos sus
métodos de organización, formación y difusión? ¿Los taurinos latinoamericanos
no pueden o no quieren una fiesta taurina de exportación? ¿A los públicos no les
urgen espejos toreros propios donde reconocerse y enorgullecerse? ¿Sólo es
rentable admirar a figuras extranjeras?¿Esencia y servicio se reducen a la
importación anual de ases europeos? ¿El desinterés hacia esa tradición por
parte de los presidentes latinoamericanos constituye el mayor obstáculo para el
toreo? ¿Son los mal instruidos pero patrocinados antitaurinos y los compasivos
animalistas las mayores amenazas al desarrollo de la fiesta de toros?
Si peruanos, ecuatorianos, colombianos y venezolanos interesados en la
fiesta de los toros no atienden con honesta madurez a estos y otros
cuestionamientos acerca de la frágil situación taurina de nuestros pueblos, es
ocioso intentar una defensa seria de esa
fiesta, sustentada en una práctica colonizada, desigual, racista,
autorregulada, dependiente y sin rigor de resultados taurinos a cargo de
promotores adinerados pero sin grandeza.
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