NOVILLADAS,
¿PARA QUÉ?
¿Qué generó el enorme adeudo
novilleril que la Plaza México le deja a la fiesta al término del ejercicio
2013? Que este se dio como pago moratorio por no abonar puntualmente a la
inversión taurina que significa construir un patrimonio en bien de la
solidez, presente y futura, de ese patrimonio cultural llamado Fiesta de Toros
Mexicana. En cambio, a regañadientes la empresa realizó con ‘morralla’ el pago
de la renovación de la franquicia que le permitirá montar una temporada un
poquito más pachona que la de los festejos menores, y como todo en la vida debe
comenzar por lo elemental pues vayamos al análisis del serial perdido o más
bien a la fuerte resaca que dejó.
Cualquier temporada de
toros, pequeña o grande, en el ánimo de quienes la organizan debe de estar
sustentada en el amor, la pasión, la ilusión, los sueños, y a partir de
ello viene la pregunta obligada: ¿bastaría con sólo deseos pa’ elevarla de
proyecto a realidad? La respuesta obviamente es que no cuando el objetivo que
se pretende es hacer fiesta, sembrar, y bajo ese principio cuyos resultados nos arrojan a la duda se caería entonces
en otra pregunta: ¿por qué no se hicieron las cosas coherentemente? Desde luego
por desconocimiento, falta de capacidad y valemadrismo de cómo se debe manejar,
operar, administrar y promover una empresa taurina.
Si a ello le sumamos que en
lo torerístico, salvo micro-excepciones, lo que trajeron fue paupérrimo, pues
es obvio que el resultado no podía ser otro que el que se dio. Ello nos lleva a
aceptar que el saldo no nada más es de números rojos sino que arroja la
obligatoriedad de que alguien del eje del poder haga un examen de conciencia,
si tiene, y la respuesta los llevará a una conclusión lapidaria o esperanzadora
según como se quiera ver: la próxima temporada chica en la Plaza México la
tienen que dar a maquilar.
Cero y van, apenas, veinte
años de ensayo y error taurinos a cargo del Centro de Capacitación para
Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje, CECETLA por sus siglas, conocido en la
pasada centuria como Monumental Plaza México, sin otro resultado consistente que
haber sacado de esa plaza a la gente, no sólo durante la temporada chica o de
novilladas sino, consecuencia lógica, también durante la temporada menos
grande, que de grandezas este coso lleva varias décadas sin saber nada, pues a
los promotores se les olvidó que es el toro con edad y trapío el único capaz de
otorgarlas.
Fue el domingo 23 de mayo
de 1993 cuando los emprendedores aficionados Miguel Alemán Magnani y Rafael
Herrerías Olea, asesorados por el matador en retiro y ganadero de bravo, Manuel
Martínez Ancira, ofrecieron al público la primera novillada de la “nueva”
administración del legendario coso de Insurgentes con tres prometedores
jóvenes: Federico Pizarro, Alfredo Delgado El
Conde y Juan Pablo Llaguno, ante un bien presentado encierro de Javier
Garfias. Premonitoriamente no hubo ni apoteosis ni faenones ni heridos, pero la
esperanza flotaba en el aire ante la solvencia económica de la empresa.
Si bien para el tanguero
CECETLA veinte años no es nada, para la salud de la tradición taurina de México
ha sido mucho tiempo de negligencias. ¿Qué factores convencieron a la mancuerna
empresarial –Martínez falleció en 1996– de que dar novilladas con ganado bien
presentado y muchachos con celo y sello no era negocio? Ofrecer doce festejos
mediocres este 2013, varios de ellos con seis alternantes impreparados, ¿es su
visión de futuro? ¿El serial de novilladas se redujo a mero requisito para que
les autoricen la temporada grande? ¿Los antitaurinos son también responsables
de este nulo rigor de resultados taurinos? Pero no hay quien frene tanta
frivolidad autorregulada.
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