01 octubre 2013

El Bardo y Páez Sin Tapujos / NOVILLADAS, ¿PARA QUÉ?

NOVILLADAS, ¿PARA QUÉ?

Bardo de la Taurina:

¿Qué generó el enorme adeudo novilleril que la Plaza México le deja a la fiesta al término del ejercicio 2013? Que este se dio como pago moratorio por no abonar puntualmente a la inversión taurina que significa construir un patrimonio en bien de la solidez, presente y futura, de ese patrimonio cultural llamado Fiesta de Toros Mexicana. En cambio, a regañadientes la empresa realizó con ‘morralla’ el pago de la renovación de la franquicia que le permitirá montar una temporada un poquito más pachona que la de los festejos menores, y como todo en la vida debe comenzar por lo elemental pues vayamos al análisis del serial perdido o más bien a la fuerte resaca que dejó.

Cualquier temporada de toros, pequeña o grande, en el ánimo de quienes la organizan debe de estar sustentada en el amor, la pasión, la ilusión, los sueños,  y a partir de ello viene la pregunta obligada: ¿bastaría con sólo deseos pa’ elevarla de proyecto a realidad? La respuesta obviamente es que no cuando el objetivo que se pretende es hacer fiesta, sembrar, y bajo ese principio cuyos  resultados nos arrojan a la duda se caería entonces en otra pregunta: ¿por qué no se hicieron las cosas coherentemente? Desde luego por desconocimiento, falta de capacidad y valemadrismo de cómo se debe manejar, operar, administrar y promover una empresa taurina.

Si a ello le sumamos que en lo torerístico, salvo micro-excepciones, lo que trajeron fue paupérrimo, pues es obvio que el resultado no podía ser otro que el que se dio. Ello nos lleva a aceptar que el saldo no nada más es de números rojos sino que arroja la obligatoriedad de que alguien del eje del poder haga un examen de conciencia, si tiene, y la respuesta los llevará a una conclusión lapidaria o esperanzadora según como se quiera ver: la próxima temporada chica en la Plaza México la tienen que dar a maquilar.


Leonardo Páez:

Cero y van, apenas, veinte años de ensayo y error taurinos a cargo del Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje, CECETLA por sus siglas, conocido en la pasada centuria como Monumental Plaza México, sin otro resultado consistente que haber sacado de esa plaza a la gente, no sólo durante la temporada chica o de novilladas sino, consecuencia lógica, también durante la temporada menos grande, que de grandezas este coso lleva varias décadas sin saber nada, pues a los promotores se les olvidó que es el toro con edad y trapío el único capaz de otorgarlas.    

Fue el domingo 23 de mayo de 1993 cuando los emprendedores aficionados Miguel Alemán Magnani y Rafael Herrerías Olea, asesorados por el matador en retiro y ganadero de bravo, Manuel Martínez Ancira, ofrecieron al público la primera novillada de la “nueva” administración del legendario coso de Insurgentes con tres prometedores jóvenes: Federico Pizarro, Alfredo Delgado El Conde y Juan Pablo Llaguno, ante un bien presentado encierro de Javier Garfias. Premonitoriamente no hubo ni apoteosis ni faenones ni heridos, pero la esperanza flotaba en el aire ante la solvencia económica de la empresa.

Si bien para el tanguero CECETLA veinte años no es nada, para la salud de la tradición taurina de México ha sido mucho tiempo de negligencias. ¿Qué factores convencieron a la mancuerna empresarial –Martínez falleció en 1996– de que dar novilladas con ganado bien presentado y muchachos con celo y sello no era negocio? Ofrecer doce festejos mediocres este 2013, varios de ellos con seis alternantes impreparados, ¿es su visión de futuro? ¿El serial de novilladas se redujo a mero requisito para que les autoricen la temporada grande? ¿Los antitaurinos son también responsables de este nulo rigor de resultados taurinos? Pero no hay quien frene tanta frivolidad autorregulada.

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