(Dic – 16 – 13)
OREJA DE ORO EN LA PLAZA MÉXICO
Bardo
de la Taurina:
Sigo sin entender o más bien sin que me
cuadre el porqué cada que las rendijas de la gigantesca construcción del
‘Barquillo de concreto’ son abiertas para que quienes no son aficionados al
balompié se apersonen ahí, eso sí dispersamente en las zonas de pares o nones
del inmueble y como si esto fuera importante, haya que ocuparse de ello como si
uno fuera jilguero alpisteado de la ‘Jaula de varillas’ o, peor aún, usurpador
de las labores propias de los informadores, donde hoy pulula un grueso,
patético pero a la vez numeroso contingente de entes que lo hacen y donde, hay
que decirlo o más bien subrayarlo, también hay quienes con la tinta verdadera,
ética y solvente cumplen con dejar testimonio histórico de las ausencias de
muchas índoles que ahí se registran.
Así que haciendo uso de informar o no
de lo ahí ocurrido pues no lo hago porque este fin de semana tuve la
oportunidad de escoger entre varias opciones verdaderamente atractivas, pero
esto no obsta para que deje de ocuparme del clamor popular que con motivo
del flamante aniversario numero 47 de la
auténtica Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y
Similares, que es el orgullo de la fortaleza torera tricolor y a quien le
corresponde por el bien del toreo mexicano y desde luego de la afición brindar
la corrida máxima que se puede montar en este país como lo es la de ‘La Oreja
de Oro’ y con la cual además la gente volvería a poblar los fríos tendidos de
la Plaza México.
Así que desde aquí vaya un toque de
atención al regidor de esta capital para que instruya a su Comisión Taurina y
por el bien de los ciudadanos metropolitanos gire instrucciones para que se
decrete que el inmueble más grande del mundo por una tarde le sea cedido a la
Casa de los Toreros para así devolverle al Distrito Federal su importancia
taurina.
Leonardo
Páez:
Si todo sindicato que se respete debe
velar por los intereses de sus miembros, ¿cómo es posible que la Asociación Nacional
de Matadores siga sin contar con la Plaza México para la celebración de la
tradicional y benéfica, incluso en lo artístico, corrida de la Oreja de Oro? Seguramente
por el neofeudalismo que prevalece en el país, en lo taurino y en lo demás.
Pero en tantas reuniones de su Asamblea
los matadores ya podían haber discutido y acordado, con realismo, buen criterio
y visión de futuro, cómo ser un país menos dependiente en lo taurino, adoptar
una política de puertas abiertas a diestros extranjeros para mayor brillo del
espectáculo y fomento de la competitividad pero sin detrimento de sus intereses
y, sobre todo, cómo manejarse ante tanto empresario despistado, manirroto y
lleno de complejos, ansioso de contratar extranjeros indiscriminadamente, como
en la hoy desconcertada Sudamérica taurina.
Aunque parezca increíble, por acá
quedan cinco países donde los empresarios taurinos están entusiastamente
peleados con su dinero, porque les sobra o porque es ajeno, como en el caso de
algunos gobernadores empeñados en seguir importando a muy buen dinero –público,
claro-- figurines ventajistas exigentes del novillón mocho. ¿Se imaginan el
cuete político que significaría para estos dadivosos funcionarios públicos
efectuar exámenes post mortem en las reses y descubrir los reiterados fraudes
al erario y a la afición?
Una pregunta obligada: ¿cómo puede
recuperar grandeza, dignidad y capacidad de cotización internacional la torería
mexicana? Además de dar la cara en ruedos extranjeros, promoviendo, desde su
agrupación, programas y políticas que propicien, aquí, una reciprocidad
verdadera entre sus miembros, de los cuales seguramente no llegan a diez los
que cuenten con los redaños suficientes para hacer campaña en la Península, a
punto de otra crisis, ahora en lo taurino, precisamente por su autocomplacencia
y proteccionismo de tantos años.
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