- por Jaime SILVA GUTIERREZ
Tristes
recuerdos nos deja éste mes de abril que está por terminar, ya que durante él
ensombreció hogares de la familia taurina, al desaparecer varios de sus
importantes integrantes, que si bien se jugaron la vida en los ruedos, fueron
otros motivos los que los llevaron a su traslado en la vida eterna.
Fue
Manolo Flores, el “famoso novillero de el barrio La Luz”, el valeroso y
entregado a su juvenil afición, ya que se inició en la guerra taurina desde muy
chavalillo, que hizo historia en San Juan Epatlán, donde él, en solitario, se
despachaba diariamente durante dos semanas del mes de enero, desde el “toro de
once” hasta la numerosa camada de toros que para lidiarse en la tarde de ese
lugar el tal “guerito” que sábados y domingos le acompañaba “el gorrita” – un
tal Silva que se daba – “las tres” con la becerrada – con la que compartía
amistad sincera y se disputaban su presencia en sus hogares. No sólo fue un
novillero destacado en Puebla, también se hizo empresario en la desaparecida
Plaza del Charro y en diferentes poblaciones de la entidad y de Tlaxcala.
Vida
de anécdotas festivas fue la de Manolo Flores, que hizo famoso el apodo de “El
Peterete”, que formó un bonito hogar y vió la superación de sus hijos en
diversas profesiones y el disfrutar la carrera novilleril de Martín, hoy día
destacado sastre taurino. Fue el día 15 cuando “partió plaza” hacía el
infinito.
Le
sucedió alla en su natal Apizaco, dos días después, el que fuera famoso
novillero puntero, triunfador varias tardes en la monumental plaza “México” de
la capital del país, cronista taurino de radio y televisión, administrados de
ganaderías y gran amigo, Jorge Riveroll, después de larga y penosa enfermedad,
a pesar de ella, su desaparición nos ha venido a entristecer al perder un amigo
más, de los pocos que nos quedan.
El
día 23, triste noticia nos hicieron llegar varios amigos, del fallecimiento de
un gran taurino: José Octavio Ferrer Guzmán. De familia muy ligada a la fiesta
brava desde sus ancestros, aficionado práctico de categoría, valiente, poderoso
y clásico - ¡nada! – pintor de su tema favorito, que apenas hace unos meses
tuvo dos explosiones en Puebla y Tlaxcala, y de quien sus hijos heredaron
afición, habiendo toreado desde pequeños como becerristas, más tarde
aficionados prácticos y uno de ellos continuó la carrera hasta convertirse en
Matador de Toros: Alejandro.
Gran
tristeza causó entre la gente del medio su desaparición y qué decir de la
sociedad en general y el ambiente político, en donde se desempeño en varios
importantes cargos y representaciones.
Para
nosotros, nos entristece la desaparición de un personaje que nos brindo su
amistad. Que fue un gran taurino y que ¡Descanse en paz!
Pero
no fue todo: un día después, en la ciudad de México, dejó esta vida el que
fuera un buen picador de toros, excelente persona, de gran ambiente, excelente
restaurantero don Ernesto Belmont Castro, padre de el matador de toros
avecinado en nuestra Ciudad, Ernesto Belmont Rovira, que también tuvo una larga
enfermedad que finalmente lo llevó a la tumba.
Todos
ellos nos dejan un buen recuerdo,
sentimos la desaparición en éste mundo, pero con el afecto, la simpatía de su
trato y su taurinismo, no se han ido, están con nosotros – el que escribe y muchos
más permanecerán por siempre en nuestro semejante sentir.
Y
a otra cosa –
De la corrida de toros
efectuada anoche en la plaza “El Relicario”, ya se encargaron de dar a conocer
el resultado de ella “el crecido número de cronistas actuales” – según uno de
ellos – a demás de que no puedo decir nada de lo que no vi, pues por
impedimentos naturales, no puedo ir a la plaza.
Pero
si puedo recordarles, que por encargo del autor, tengo un buen lote del libro
“LA LEGENDARIA HACIENDA DE PIEDRAS NEGRAS – SU GENTE Y SUS TOROS”, de la
autoría de don Carlos Hernández González, así como otros de varios temas, que
en próximo envío, daré a conocer los títulos.
Y … ¡Suerte!
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