18 febrero 2015

LECTURA / ORIGEN DEL ANTITAURINISMO


  • Por Luis Alfonso García Carmona 

Director Ejecutivo de ASOTAURO

Publicado en Revista Astauros, edición No.12, diciembre /2014
Quienes hemos arribado a la madurez de nuestra existencia podemos recordar con facilidad cómo, hasta hace pocos años, la Tauromaquia gozaba de una aceptación general. De un lado, los aficionados en relación con la población de ese entonces constituían un grupo representativo. El resto, aunque no asistiera a la plaza, tampoco se manifestaba contrario al tema taurino y, más bien, lo seguía a través de los medios o disfrutaba del mismo a través del cine o de otras expresiones artísticas.

Finalizando el siglo XX, como es bien conocido, se incrementó el fenómeno de la globalización. Los países más fuertes económicamente hablando, exportaron sus costumbres, su modo de apreciar la vida, su cultura, al tercer mundo. Así, poco a poco, los países más débiles fueron perdiendo su identidad, sus valores, sus costumbres.

La Tauromaquia - de origen ibérico - quedó en contradicción con las nuevas modas de origen anglosajón. El entretenimiento que vendió Hollywood a nivel mundial se basó, gracias a Walt Disney, en la equiparación de los animales con el ser humano. Los ecologistas que habían aparecido para salvar al mundo de la hecatombe generada por la contaminación ambiental y la destrucción de los bosques, degeneraron en un animalismo mal entendido que pretende otorgar derechos a los animales como si se tratara de sujetos de derechos y obligaciones. La juventud, en lugar de abanderar causas de verdadera trascendencia para la Humanidad, optó por moverse al son de la ola materialista y banal de la civilización gringa.

Por desgracia este movimiento cayó en terreno abonado: Los taurinos no somos proselitistas. Nuestro talante, al igual que el de los dilettantes del Renacimiento, nos llama a disfrutar de una buena faena, de comentarla con los amigos, de guardar en nuestra memoria aquellos fugaces momentos de arte en movimiento que nos regala una inolvidable tarde de toros. Pero no nos pidan que salgamos con pancartas a defender la Fiesta de los Toros, pues para eso no hemos estado preparados ni está en nuestra naturaleza.

Agréguese a lo anterior que varios miles de aficionados se han alejado de las plazas, no por los ataques antitaurinos, sino por la mala administración de las empresas, por los excesivos precios de la boletería, por la ausencia del toro bravo (con edad, trapío y casta), por la desidia de algunas figuras que vienen a “hacer la América” con los toros más chicos que pueden conseguir. Una afición sólida, apasionada y fuerte no habría permitido el favorecimiento que se le otorga al movimiento antitaurino.

Es hora ya de que estas reflexiones nos muevan hacia el único camino que nos queda: la unión de todos los sectores taurinos para consolidar la Fiesta Brava en Colombia y defenderla en forma coordinada y eficaz, si queremos que ella subsista y trascienda a las futuras generaciones.

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