12 septiembre 2008

...las charlas con EL BARDO DE LA TAURINA


SOUVENIRS DE LA PLAZA MEXICO

Ante el alud de aficionados que se cuestionan aun entre renovar sus Derechos de Apartado o perderlos yo les aconsejaría darle otro enfoque al asuntillo y no verlo como algo inservible que no se va a usar, salvo claro si se produce un milagro la tarde del aniversario que será el 5 de Febrero y donde es casi imposible que se anuncie a Enrique Ponce, José Tomas y Joselito Adame (¡Venga Dr. Herrerías rescate la fiesta!) de ahí en fuera no se van a necesitar para nada y menos para el ofensivo regreso a la pista de aserrín de Eloy Cavazos quien pretende a finales de año despedirse ¡definitivamente! de los ruedos en Monterrey y luego en un acto de desvergüenza volver a reaparecer en el ruedo de la Plaza México.

Pero retomo el tema de las Tarjetas de Apartado y creo que vale la pena conservarlas a manera de souvenir, además no es el mejor momento para vender ni para comprar, pues hasta regaladas son caras, ante eso como nada mas queda de una sopa, pues a joderse y cuando se pueda a disfrutar de los pocos toreros interesantes que si los hay, lo que no hay es imaginación, destreza y conocimiento por parte de la empresa para armar carteles atractivos, por ejemplo se hubiera evitado la animadversión de la afición a esta temporada que nació muerta si se anuncia únicamente el cartel inaugural con las tres cartas fuertes del elenco los toreros del arte supremo con los que quedaría un cartel rematado con Gastón Santos (un toro) Guillermo Capetillo, Jerónimo y Guillermo Martínez ¿y después que…?


EL ABC DE LOS TOROS

En el carrusel de la vida lo importante no es echarle años al costal, sino iluminar el camino por el cual se ha transitado y se ha pisado fuerte, como lo ha hecho Carlos Flores a través de su programa El ABC de los Toros el que se trasmite desde hace ¡Quinientas! emisiones cada domingo por ABC Radio en el 760 de A.M. y el cual Carlos Flores ha logrado colocarlo en el apartado de los clásicos, la hazaña por supuesto no ha sido fácil, porque si bien es cierto que Flores posee una voz bien timbrada, también lo es el hecho logrado de forjarse una personalidad sobria que le ha dado para estar en el ánimo de la audiencia arañando ya diez años a un nivel muy parejo, siempre en su sitio cumplidor, solvente, honrado, sin pirotecnia , mas a la par de esas virtudes debe reconocerle a Carlos Flores el haber tenido la visión de llevar en alternancia a dos promesas ayer hoy realidades, Eduardo Maya quien con el micrófono lo mismo torea con maestría en el tercio de lo cultural, que en de la historia precisa, o en el de la nostalgia melancólica y con memoria prodigiosa borda las efemérides amén de dominar el presente al natural, por su parte Eduardo Castillo es la pasión, la emotividad, el amor desbordado por la Fiesta Brava pero sobre todo es la sapiencia del maestro que hablando del toro bravo ¡come aparte! y claro esas virtudes no serian posibles que el publico las gozara sin la lidia de un romántico filosofo de percha torera y chispa gitana que se faja a lo lindo en la producción Iván Córdoba el popular “Pascual” sin el cual no se podría entender completa la historia de las quinientas horas de triunfos.


MURIO UNA LEYENDA

Es el chulo que castiga por la calle de Bolívar amo y señor del Café Tupinamba, figura mayor de la padroterapia torera, Rafael Gil Aguilar, “Rafael de Portugal” aquel personaje que inmortalizara Luís Spota en la obra cumbre de la literatura taurina mexicana “Mas cornadas da el hambre” en donde Rafael Gil se proyecta como el perfil de lo que debe tener todo torero, aire de grandeza, percha, cachondería como esa con la que el padre de “Rafaelillo” cuando la noche cubría con su manto la calle de los toreros y la luna iluminaba la ruta de la golfería, el chulapo de patillas gitanas, pulcritud aromática, cabellera engominada, traje de la aguja, botines de tacón cubano, hacia el paseíllo entre cafés y cabaret donde las buñis a su paso imploraban ¡Rafael regálame una sonrisa! y el torero majo les guiñaba el ojo y seguía su peregrinar hasta “La Rat Mortem”, en donde entre luces de neon y chispas de lentejuelas veía el amanecer, así era Rafael Gil quien al darnos el ultimo abrazo a las afueras del Café Cordobés, se tocaba el ala de su sombrero y decías ufano a los 87 años, “Un torero puede olvidar la muleta, pero jamás la percha” y se fue girito rumbo a la eternidad.



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