Sábado, 27 de Marzo del 2010 | Texcoco, Estado de México
- Por: Juan Antonio de Labra
Foto: Sergio Hidalgo
La expectación de la tercera corrida creció a la par que la bravura de los toros de Vick de la Mora, que se apoderaron de una tarde muy interesante, porque el ingrediente de la bravura siempre reviste importancia y trasciende.
Y al final, el resultado de la corrida no fue el esperado porque el triunfo de los toreros no terminó de cuajarse como debía.
La tarde comenzó a pedir de boca, cuando Zotoluco entendió de principio a fin las condiciones del que abrió plaza, un ejemplar noble y con clase que embistió suavemente a la muleta del torero de Azcapotzalco.
El momento crucial de la faena sobrevino cuando cogió el engaño con la zurda y ejecutó varias series de naturales con temple, que el público coreó en el tendido.
Y el trasteo fue a más hasta culminar con toreo en redondo, asentado de plantas y pausado, que remató de una estocada fulminante. La gente le pidió la segunda oreja con fuerza y no le quedó más remedio al juez de plaza en concederla.
Así que cuando Lalo dio la vuelta al ruedo con las orejas del primer toro en las manos, el presagio de que la tarde iba a ser grande revoloteó por el tendido. Y los espectadores se frotaron las manos.
El segundo toro de la corrida embestía sin ritmo, y El Juli trató de someterlo con cadencia desde que se abrió de capote. Toreó bien a la verónica y más tarde hizo un quite por chicuelinas antiguas con mucho ritmo.
Tanta facilidad del madrileño no calaba en el tendido, hasta que fue metiendo en vereda al toro y le sacó el fondo de calidad que tenía. Faena de figura, por el sitio, las distancias, los toques de muleta, y la pasmosidad de su toreo.
Y cuando le tenía las orejas cortadas, no consiguió matarlo con eficacia, pues colocó una estocada muy trasera que no le agradó al público. No obstante, lo llamaron a recoger una cariñosa ovación en el tercio.
El tercero era un toro bajito, reunido, un tanto corto de cuello, que tenía hechuras para embestir y así lo aprovechó Ignacio Garibay para torear con suavidad a la verónica.
Sin embargo, a la muleta llegó sin fuelle y se apagó demasiado pronto, cuando Ignacio pretendía torearlo cerca de tablas, lugar donde el toro marcó su querencia. Y cuando estaba a mitad de un pase natural, de los que dio varios con mimo, el toro se echó a la vera del estribo. Una vez recuperado el de Vicky de la Mora, Ignacio decidió abreviar y mató al toro de una estocada en el sitio.
El cuarto, de nombre “Voy y vuelvo”, número 1, berrendo en cárdeno, alunarado y botinero, fue un toro de vacas. Recordaba, por su espectacular capa, a aquel toro llamado "Media Luna" que Alfredo Ríos "El Conde" indultó en la Plaza México después de haber brindado su muerte a la famosa Doña, la inolvidable María Félix.
Y embistió tanto como aquél, prácticamente desde que salió por toriles, con una bravura de lujo, de las que sirven para bordar el toreo. ¿Qué pasó entonces? Que el toro impuso su ley.
Quizá le faltó un puyazo, es verdad, pero… ¿acaso no dicen por ahí que el segundo o tercer puyazo se lo puede "dar" el torero con el mando de su muleta? Eso fue lo que nunca ocurrió, aunque es innegable que Zotoluco trató de estar a la altura ante aquel vendaval de bravura, que iba y venía sin descanso, como si el nombre que ostentaba hubiera sido premonitorio.
La faena discurrió entre altibajos, con un público dudoso, exigente, que no terminaba de convencerse de lo que veía. Y el indulto se gestó casi de la nada, cuando la gente comenzó a gritar "¡toro, toro!" hasta que prendió la voz en toda la plaza y Zotoluco adoptó una actitud de resignación, en vez de seguir toreando.
El torero se apartó del toro un tanto desconcertado, y al no querer irse "Voy y vuelvo" a los toriles, por la excitación que tenía -la bravura es también temperamento-, se le arrancó de largo a Eulalio como para exigirle pelea, pero el torero ya no estaba por la labor, se había desfondado anímicamente.
El juez de plaza, Gilberto Ruiz Torres, con gran tino, ordenó el perdón del toro, y cuando finalmente consiguieron meter al de Vicky de la Mora a los toriles, tras una larga faena de más de media hora, el público le tributó una fuerte ovación.
El alguacilillo corrió presuroso por el callejón para entregarle las orejas y el rabo simbólico a Zotoluco, que no las recibió y en vez de ello salió al tercio a recibir la recriminación de la gente.
Alguien dijo por ahí una frase tan descriptiva como paradójica: "Mira, a este toro le perdonaron la vida, pero al que no se la perdonaron fue al torero". Sabiduría popular. Sin duda.
El quinto fue el toro menos bueno de la corrida, pues embistió sin ritmo, atropelladamente y echando las manos por delante al capote de El Juli, que volvió a derrochar cadencia al recibirlo.
Aunque el madrileño porfió en la faena, tratando de sacar provecho al toro con su habitual profesionalismo, no había demasiado de donde echar mano y tras una faena breve lo despenó de un pinchazo hondo y un golpe de descabello.
Y todavía el último ejemplar de la tarde iba a deparar emociones, ya que era el de mayor trapío, por serio y bien hecho, que rememoró, por su tipo, a los toros que criaba el viejo Fernando de la Mora en los cincuentas.
Ignacio Garibay sabía que era necesario remontar la cuesta arriba y triunfar al lado de las figuras, así que se empleó a fondo ante otro ejemplar encastado, correoso, que derribó a Salomón Azpeitia y al que también le hizo falta más castigo.
El comienzo de la faena tuvo un planteamiento equivocado, pues se colocó en los medios, de rodillas, para torear en redondo. Y el toro no se tragó el primer pase, pues estando un tanto atravesado el torero, le pasó por encima, afortunadamente sin lastimarlo.
A partir de ese momento, el entusiasmo se fue para arriba y Garibay toreó con entrega y arrebatamiento, sin detenerse a valorar el comportamiento del toro, que acudía con más raza conforme transcurría la lidia.
Hubo instantes de acoplamiento, sobre todo cuando toreó en redondo con entrega, pero faltó algo más, y la gente lo intuía. A la hora de matar señaló un pinchazo, y después una estocada tendenciosa con la que emborronó una actuación cargada de entrega, carente de redondez.
Al final de la corrida el ganadero Fernando de la Mora rebozaba felicidad, y no era para menos. Cuando los toros embisten así, en una profesión tan difícil como es la de ser ganadero -y más aún en este país- se justifican todos los desvelos que provoca el campo bravo, sobre todo cuando se es un profesional de la crianza que dedica cuerpo y alma a dicha labor.
Hubiera sido bonito verlo salir a hombros en compañía de Zotoluco, como en otras tardes de triunfo en esta plaza. Hoy sólo quedará el recuerdo de un indulto donde "Voy y vengo" fue el rey de la tarde.
Ficha
Tercer festejo de feria y segunda corrida. Casi lleno en tarde fresca, con intermitentes ráfagas de viento. 6 toros de Fernando de la Mora, bien presentados, y buenos en general, de los que destacaron 1o., 4o. y 6o. por su bravura y emotividad. El toro indultado se llama"Voy y vuelvo", número 1, berrendo en cárdeno, alunarado. Pesos: 490, 470, 510, 560, 466 y 480 kilos. Zotoluco (ciruela y oro): Dos orejas y pitos tras el indulto. El Juli (azu marino y oro): Ovación y palmas. Ignacio Garibay (verde manzana y oro): Palmas en su lote.
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