LOS HERMANOS LLAGUNO FESTEJAN EL DÍA DEL NIÑO
TOREANDO
Torear es su regalo
Los hermanos Llaguno festejan el Día del Niño con faenas en el campo bravo y una visita a algún parque de diversiones para disfrutar de la montaña rusaPRECOCES. Juan Pablo y Juan Pedro disfrutan su infancia de una manera distinta; nada les gusta más que ponerse delante de un becerro y cuajar la más bella faena (Foto: )
Sábado 30 de abril de 2011El Universal
COLÓN, Qro.— La mayoría de los niños piensan en juegos con amigos, en comer golosinas mientras pasan la tarde frente a la televisión viendo dibujos animados o en la más divertida de las travesuras.
Los hermanos Llaguno viven su niñez de forma distinta. Ellos dedican sus pensamientos a la fiesta brava, sueñan con encontrarse al mejor becerro, con la gran faena; sueñan con convertirse en figuras. Torear es para ellos la mejor manera de celebrar el Día del Niño.
“Todo el tiempo estamos toreando, pero cuando no, jugamos futbol”, asegura Juan Pablo, de 15 años. “Desde pequeños teníamos la idea de torear, después vino la oportunidad de debutar como becerristas en enero de 2008 y de ahí, le dimos para adelante”, añade el joven becerrista, cuyos pasos sigue Juan Pedro, de apenas 11 años.
“Yo desde chiquito estuve viendo videos, cuando le dieron a mi hermano la oportunidad de torear, yo dije, ‘ah, yo también puedo’, y ahí fue cuando yo quise, le dije a mi papá, hubo la oportunidad de debutar en Guanajuato y ahí empecé”, recuerda el hermano pequeño.
Los pequeños becerristas saben que su gusto por la fiesta brava causa cierta extrañeza entre sus amigos, pero nada aparta de sus mentes el deseo de seguir con paso sólido el camino que precozmente eligieron.
“A mis amigos prefiero ni mencionárselo, porque si se los recuerdo me van a estar molestando y no me gusta”, comenta Juan Pedro, con un dejo de desencanto, a propósito de los niños con los que más convive en la escuela, como estudiante de cuarto año de primaria. “Otros amigos de sexto sí me dicen mucho y hace poco que me hicieron una fiesta toreamos y sí los invite”.
Los Llaguno son claro ejemplo de que la niñez no está peleada con la claridad de ideas. Juampi, como cariñosamente llaman en casa al mayor de los hermanos, ya tiene perfectamente delimitadas las metas.
“Principalmente, es salir adelante en la posición en la que estamos (como becerristas). Después, viene una etapa como novillero que quiero hacer lo mejor posible, durar muy poquito tiempo en ella, tomar la alternativa en un buen cartel y que nadie te baje del tren”, comenta el aspirante a torero.
“La competencia es con nosotros mismos y cada vez tenemos que estar mejor, si ayer estuvimos muy bien y el sábado nos va muy mal, perdimos la competencia contra nosotros mismos. Pero si estamos igual o mejor, ganamos la competencia con nosotros”, dice por su parte el pequeño Pedro.
Entre ilusiones taurinas y sueños de infancia, los becerristas están listos para festejar hoy su día. “Podemos ir a Six Flags o a algún zoológico, porque me gustan mucho los animales. Me gusta subirme a las montañas rusas o a los carritos chocones, no me da miedo”, subraya el menor de los Llaguno.
Los precoces toreros también destacan la importancia de disfrutar todos los momentos de la vida en familia y envían un mensaje a todos los niños que serán festejados hoy.
“Yo pienso que si quieren dedicarse a algo, que lo hagan al ciento por ciento y que disfruten mucho de la vida, es muy bonita cuando puedes hacer lo que te gusta y también les digo que no dejen de ir a las corridas de toros”, dice Juampi, a quien escucha serio y muy atento el pequeño Pedro. Acto seguido, comparte su mensaje y deseo.
“A mí me gustaría decirle a los niños que si pueden vayan a algún parque de diversiones y que se la pasen bien y que le pidan a su papá algún regalo. Yo voy a pedir un Ipod o un coche de esos de colección. Sí, también les digo que estudien, que no dejen de ir a los festivales taurinos, que sigan adelante con su vida y, si pueden, vívanla loca”, remata con una sonrisa traviesa el menor de la familia Llaguno.
Con esta invitación para festejar el Día del Niño, los aspirantes a toreros cerraron un día de faenas camperas en la dehesa del criador Rogelio Rosales, ubicada en el rancho El Blanco, en Colón, Querétaro, donde enfrentaron cuatro vacas y una becerra, bajo la guía de su padre, el matador en el retiro Juan Pablo Llaguno. Juampi, además, se encargó de curar a las reses bravas que se lidiaron durante la tienta.
COLÓN, Qro.— La mayoría de los niños piensan en juegos con amigos, en comer golosinas mientras pasan la tarde frente a la televisión viendo dibujos animados o en la más divertida de las travesuras.
Los hermanos Llaguno viven su niñez de forma distinta. Ellos dedican sus pensamientos a la fiesta brava, sueñan con encontrarse al mejor becerro, con la gran faena; sueñan con convertirse en figuras. Torear es para ellos la mejor manera de celebrar el Día del Niño.
“Todo el tiempo estamos toreando, pero cuando no, jugamos futbol”, asegura Juan Pablo, de 15 años. “Desde pequeños teníamos la idea de torear, después vino la oportunidad de debutar como becerristas en enero de 2008 y de ahí, le dimos para adelante”, añade el joven becerrista, cuyos pasos sigue Juan Pedro, de apenas 11 años.
“Yo desde chiquito estuve viendo videos, cuando le dieron a mi hermano la oportunidad de torear, yo dije, ‘ah, yo también puedo’, y ahí fue cuando yo quise, le dije a mi papá, hubo la oportunidad de debutar en Guanajuato y ahí empecé”, recuerda el hermano pequeño.
Los pequeños becerristas saben que su gusto por la fiesta brava causa cierta extrañeza entre sus amigos, pero nada aparta de sus mentes el deseo de seguir con paso sólido el camino que precozmente eligieron.
“A mis amigos prefiero ni mencionárselo, porque si se los recuerdo me van a estar molestando y no me gusta”, comenta Juan Pedro, con un dejo de desencanto, a propósito de los niños con los que más convive en la escuela, como estudiante de cuarto año de primaria. “Otros amigos de sexto sí me dicen mucho y hace poco que me hicieron una fiesta toreamos y sí los invite”.
Los Llaguno son claro ejemplo de que la niñez no está peleada con la claridad de ideas. Juampi, como cariñosamente llaman en casa al mayor de los hermanos, ya tiene perfectamente delimitadas las metas.
“Principalmente, es salir adelante en la posición en la que estamos (como becerristas). Después, viene una etapa como novillero que quiero hacer lo mejor posible, durar muy poquito tiempo en ella, tomar la alternativa en un buen cartel y que nadie te baje del tren”, comenta el aspirante a torero.
“La competencia es con nosotros mismos y cada vez tenemos que estar mejor, si ayer estuvimos muy bien y el sábado nos va muy mal, perdimos la competencia contra nosotros mismos. Pero si estamos igual o mejor, ganamos la competencia con nosotros”, dice por su parte el pequeño Pedro.
Entre ilusiones taurinas y sueños de infancia, los becerristas están listos para festejar hoy su día. “Podemos ir a Six Flags o a algún zoológico, porque me gustan mucho los animales. Me gusta subirme a las montañas rusas o a los carritos chocones, no me da miedo”, subraya el menor de los Llaguno.
Los precoces toreros también destacan la importancia de disfrutar todos los momentos de la vida en familia y envían un mensaje a todos los niños que serán festejados hoy.
“Yo pienso que si quieren dedicarse a algo, que lo hagan al ciento por ciento y que disfruten mucho de la vida, es muy bonita cuando puedes hacer lo que te gusta y también les digo que no dejen de ir a las corridas de toros”, dice Juampi, a quien escucha serio y muy atento el pequeño Pedro. Acto seguido, comparte su mensaje y deseo.
“A mí me gustaría decirle a los niños que si pueden vayan a algún parque de diversiones y que se la pasen bien y que le pidan a su papá algún regalo. Yo voy a pedir un Ipod o un coche de esos de colección. Sí, también les digo que estudien, que no dejen de ir a los festivales taurinos, que sigan adelante con su vida y, si pueden, vívanla loca”, remata con una sonrisa traviesa el menor de la familia Llaguno.
Con esta invitación para festejar el Día del Niño, los aspirantes a toreros cerraron un día de faenas camperas en la dehesa del criador Rogelio Rosales, ubicada en el rancho El Blanco, en Colón, Querétaro, donde enfrentaron cuatro vacas y una becerra, bajo la guía de su padre, el matador en el retiro Juan Pablo Llaguno. Juampi, además, se encargó de curar a las reses bravas que se lidiaron durante la tienta.
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