“Había nacido un ídolo…”
Dedicado a don C. Lorenzo Hinspeter
- Por: Antonio Casanueva
Para cuando usted tenga en sus manos este número de MOMENTO, se estarán cumpliendo nada menos que 65 años de aquella tarde considerada en sus tiempos de milagrosa, del debut y triunfo clamoroso de “Joselillo” en la recientemente inaugurada Plaza Monumental México ocurrida precisamente un 25 de Agosto pero del año de 1946, durante la séptima novillada de la primera temporada celebrada en ese coso, a escasos cinco meses de la inolvidable inauguración el 5 de febrero ese mismo año.
En aquella tarde, se dio un cartel formado por Manuel Jiménez “Chicuelín”, Pepe Luis Vázquez, Fidel Rosales “Rosalito” y José Rodríguez “Joselillo” para matar una novillada de ocho novillos-toros de la ganadería de Chinampas.
Cabe agregar que “Joselillo”, nuestro personaje, era en esas fechas prácticamente un desconocido del que apenas se sabía algo debido a una campaña de novilladas que su apoderado y maestro don José Jiménez Latapí, “Don Dificultades”, conocido periodista taurino y mentor de una infinidad de novilleros y principiantes que intentaban convertirse en toreros. “Don Difi” como se le conocía a tan singular personaje, había organizado con ayuda de otros miembros del mundo de los toros, entre ellos Eduardo Martínez, conocido en el medio como “El Pilón”, quien actuaba como el empresario de la placita de Puente de Vigas, ubicada a un lado de Tlanepantla, Edo. de México, un festejo organizado en el mes de abril de 1945, con el objetivo de presentar a su torero en esa placita. Objetivo claro y fácil de entender, por un lado para que tuviera en su haber mayor numero de actuaciones y con ello mas experiencia y por el otro dada la ubicación de esa plaza en los alrededores de la ciudad de México, acudían a ella muchos aficionados y taurinos de la capital, deseosos de descubrir e identificar a nuevos prospectos. Hacer torear en ella a “Joselillo” lo daba a conocer previo a su presentación en la plaza capitalina.
De tal manera que este incipiente torero se presentó en aquella placita, sorprendiendo a los aficionados y en particular a los organizadores del serial de festejos por su aguante, valor y peculiar manera de torear. Se cuenta entre las muchas anécdotas surgidas, que al momento de tomar la muleta para realizar la faena al primer novillo que se enfrentara en dicha plaza, “El Pilón” le indicara que se llevara al novillo a tablas, lo que el torero realizó con especial facilidad, volteando hasta donde se encontraba el empresario, a quien con una sonrisa en los labios, le preguntó: ¿Así?
Por supuesto que no hubo respuesta alguna, pero cuando tomó la muleta para instrumentar los primeros naturales, tanto “El Pilón” como cuantos quienes se encontraban en la pequeña placita, no daban crédito a lo que veían, por el aguante y la plasticidad con que el torero los realizaba. Pero no siendo ese el único muletazo, sino que le siguieron otros, realizados con tal dramatismo que hicieron al público ponerse de pie y aplaudirle apasionadamente. Y, pese a que a la hora de matar pinchara en varias ocasiones, el público pidió unánimemente la oreja, la que fuera entregada por el propio organizador.
Joselillo toreó con gran éxito un total de once novilladas con diversos resultados artísticos en cada una de ellas. La expectación por verlo torear fue en incremento, logrando igualmente, mayor cantidad de público en los tendidos. “Don Dificultades” de esta manera, se daba a la tarea de prepararlo para su presentación en la primera temporada de novilladas que se daría en la recientemente inaugurada Plaza México, organizada por empresario don Antonio Algara y de común acuerdo con “Don Difi” se fijó el debut para el 25 de agosto. Una presentación mas promovida por el propio apoderado que por la empresa, no podría ser de medias tintas: O bien, el triunfo apoteósico o bien un fracaso estrepitoso.
Por espacio de las semanas anteriores a tal debut, “Joselillo” permaneció en las ganaderías aledañas a la capital, toreando a mañana y tarde, cabe decir que todos cuanto lo veían entrenar, le auguraban un triunfo en toda la línea . Y, no es que el chaval se hubiera documentado frente a los animales, comenta su biógrafo José Ramón Garmabella en su precioso libro biográfico escrito sobre este fenómeno de la torería; “Vida y Tragedia de una Leyenda”, sino que ”Había en él, aparte del valor, algo tan especial en su personalidad, que hacía presagiar el triunfo”, siendo la única duda que el chaval –por su falta de experiencia- se mostraba inseguro a la hora de tirarse a matar a sus enemigos, por mas que lo intentaba, no acertaba a efectuar la suerte suprema con efectividad.
Y llegó el día. Aquel domingo amaneció frío y nublado. Joselillo, como era su costumbre de levantó a las seis de la mañana y caminando se fue hasta la Basílica de Guadalupe, donde escuchó las misa y después regresó a la pensión en donde tomó el desayuno que le preparó doña Juana García la encargada de la pensión, enviando a un compañero a la iglesia aledaña de San José a bendecir el terno de luces color azul que utilizaría para su presentación durante aquella misma tarde. Mientras comía, -nos dice Garmabella en su libro- le comentó a la encargada: “Mire Juanita, hoy toreo en la plaza México: O salimos de pobres o me mata un toro…”
Y llegaron las cuatro de la tarde, el cielo estaba entoldado y hacia presagiar lluvia, apareciendo los 4 novilleros anunciados para aquella tarde; Manuel Jiménez “Chucuelín”, Pepe Luís Vázquez, Fidel Rosales “Rosalito” y José Rodríguez “Joselillo” quienes en esa tarde deberían matar un encierro de ocho toros de Chinampas de procedencia española de Parladé. Y, los cuatro alternantes partieron plaza, los aficionados que ocuparían algo menos que la mitad del aforo, fijaron su atención en el muchacho rubio, de tipo atlético que vestía de azul, que tenía un tipo de torero que apenas podía con él.
El festejo se inició, luego del primer puyazo, Joselillo se plantó en el centro del redondel y echándose el capote a la espalda instrumentó tres gaoneras, las que tuvieron el efecto de una descarga eléctrica para los asistentes que quedaron enloquecidos, poniéndose de pie para ovacionar al chaval, sin dar crédito a lo que acababan de ver. No se podía torear con mas justeza, mayor plasticidad y dramatismo que lo había hecho aquel debutante.
Tanto con ese novillo de su debut en la capital, como con el segundo que por cierto se lidió en penumbras por fallas de iluminación del coso, Joselillo alcanzó un gran triunfo a tal grado que ningún otro novillero en la historia de la Fiesta Brava en plazas capitalinas de nuestro país, había tenido tal éxito en la tarde de su presentación. Siendo tan grande la apoteosis del torero, que pese a haber recibido dos avisos en su segundo novillo, Joselillo fue sacado a hombros de la plaza y así paseado por las principales calles de las ciudad y trasladado a las diversas estaciones radiofónicas, en donde era entrevistado por sus conductores, hasta después de la doce de la noche .
(Continuará)
ANTONIO CASANUEVA
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