15 septiembre 2011

las charlas con EL BARDO DE LA TAURINA

 LA SOMBRA DE LA FIESTA

Eran aquellos días de nuestro Guadalajara ‘el de alma provinciana, que huele a limpia rosa temprana, a verde jara fresca del río, son mil palomas tu caserío, Guadalajara Guadalajara hueles a pura tierra mojada’ en donde los escuincles que habíamos nacido en la primera mitad del siglo viejo soñábamos y jugábamos a ser Toreros, matadores, banderilleros, picadores, monosabios lo importante era vivir el mundo del toro ¿se acuerda Don Salvador? no existía la plaza actual esa en la que hoy pago usted con sangre su afición, la del Progreso era nuestro templo, tampoco existían los grandes estadios y si en cambio el de Oblatos era la catedral del fútbol tapatío,   ‘La Casa non santa de Rosa Murillo’  era la más venerada de todo Guadalajara, el mejor pozole se comía con Don Tomasito y las Tortas Ahogadas reparaban cualquier cruda, bueno eso cuentan los abuelos porque, nosotros apenas andábamos dando los primeros pasos haya por 1947 cuando  debutaba como Sobresaliente el grandote ‘Capeto’ siempre salpicado por el vivo recuerdo del torero de la tierra el genial ‘Pepe’ Ortiz aquel del ‘Quite de Oro’ y como los recuerdos siempre se engarzan  por ello imposible sustraerse a rememorar  que  en 1959 Manuel Capetillo sufriera aquel cornadón por parte de ‘Camisero’ de La Laguna que le partió el pecho, como a usted el novillo ‘Norteño’ y esto no son más que confirmaciones dramáticas pero verídicas que la Fiesta Brava, es brava de adeveras y por eso en ella los hombres alcanzan la gloria y a veces se sumergen en los infiernos del dolor y el drama  que paradójicamente es oxigeno de refrendo a la seriedad de ésta fiesta.
Y como en la vida,  incluso en el drama, siempre algo es rescatable, así sea el intangible  mirar al futuro, hoy el caos sangriento que se torno en sacrificio del monosabio  Salvador Hernández Mariscal nos da ocasión para hacer un llamado a los empresarios de todo el país a revisar la anchura de sus dadivas  con las que lisonjean a una turba de intrusos que les da por andarse pavoneando en los callejones de las plazas y esto en su medida también es una alerta o más bien un llamado de responsabilidad, a las autoridades pues después de lo ocurrido, no se puede esperar un día más para evitar en lo posible  una tragedia más y ojala la pequeña Virgencita de Zapopan ilumine a los responsables de las plazas dándoles a entender que los  callejones son eso y no pasarelas para intrusos exhibicionistas  o incluso para quienes no lo son, pero por su condición de niñez, feminidad, vejez y hasta capacidades diferentes, deben de estar vetados para estar ahí por el bien de ellos, de los toreros y de los profesionales  ¿o que acaso no se comprende que el callejón forma parte vital de la plaza? y que si se obstruye es en perjuicio de seres humanos y si se cree que esto es  un cuento, recordemos como   han caído heridos y muertos, personajes tan duchos como el mozo de espadas de Enrique Ponce, Franklin Gutiérrez a quién un toro le metió sendas cornadas en Tudela España (2000) y que decir del monosabio Rafael Domínguez ‘Gamuza’ al que un novillo en la Plaza México (1978) le arrimo un cornadón a consecuencia del que perdió la vida ¡Pero no entendemos!
Y no puedo cerrar la pluma del cloroformo sin cuestionar a los Protectores de Animales, a los antitaurinos  que atacan a la fiesta, ¿Si  estos  Toros bravos, fieros, pujantes, temidos como el que en menos de un parpadear a Don Salvador le destruyo  los intestinos, el estomago,  el hígado, el colón, el pulmón, la pleura, el estomago, el pericarpio (bolsa que envuelve al corazón), las costillas, el esternón cercenándolo con el pitón mortuorio media humanidad?, ¿son a los que quieren proteger?, ¿son a  los  que quieren tener como mascotas y mimar en sus casas?,  ¿son a los que quieren sacarlos a pasear al parque junto con sus pequeñines?, ¿son los que quieren usar como lazarillos  para auxiliarse en su miopía? ¡Cuanta Ignorancia! al no querer ver que los Toros nacieron para en la plaza, pelear, morir o matar.
¡Olé! Don Salvador, se fue usted en los vuelos de la pasión de su vida ¡Olé!

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