“Carmelo que esta en el Cielo…”
- Por: Antonio Casanueva
Carmelo, cuyo verdadero nombre era Armando, el que había cambiado deliberadamente para evitar que su madre doña Asunción Gutiérrez, mas conocida por el cariñoso apelativo de Doña Chonita, se enterara que andaba dando tan malos pasos, es decir que había decidido convertirse en torero. Nació en Pentecostés, una pequeña población aledaña a Texcoco en el Estado de México, en 1908, pasando su infancia y los primeros años de su juventud en la casa con sus padres con quienes compartía la preparación y venta de barbacoa y con frecuencia asistía a la celebración de corridas de toros en diversas plazas aledañas a su lugar de residencia ya que su padre; don Alberto Pérez, era un apasionado seguidor del llamado “Indio Grande “ Rodolfo Gaona por esas fechas, era nada menos que la gran y mas importante figura de la torería nacional.
Fue seguramente en esas idas a diferentes plazas en compañía de su padre, en donde le nació la afición y posteriormente decidiera olvidarse de la barbacoa para dedicarse profesionalmente a dicha actividad, siendo inicialmente ayudado por el “Ciego” Jesús Muñoz, para debutar formalmente vistiendo por primera vez el terno de luces en la Plaza “Merced Gómez”, la que se encontraba en el barrio de Mixcoac de la ciudad de México, el 20 de noviembre de 1927, alternando con Gonzalo Marcué, a quien apodaban “Montalbán I” con novillos de Múzquiz, novillada que fuera el principio de una triunfal trayectoria novilleril que lo llevó a tomar una primera alternativa, el 13 de enero de 1929 en “El Toreo” de Puebla, de manos del español Joaquín Rodríguez “Cagancho” y conocido mundialmente como “El Gitano de los ojos Verdes” siendo testigo de la ceremonia Heriberto García, quienes se enfrentaron a un encierro de San Nicolás Peralta, renunciando a dicha alternativa poco tiempo después.
Al renunciar a esa primera alternativa seguramente para llegar a ella, posteriormente mejor preparado y en óptimas condiciones. Fue entonces cuando debutó en la plaza capitalina de “El Toreo” para que luego de una brillante campaña como novillero retomara la alternativa en ese mismo coso, el día 3 de noviembre 1929 de manos nuevamente del ya mencionado “Cagancho”, repitiendo como testigo nuevamente Heriberto García, con el toro de nombre “Granadino” de Piedras Negras.
Pocos domingos mas tarde, precisamente el día 17 de noviembre, fecha que conmemoramos con esta triste efeméride, en la misma plaza capitalina, Carmelo reapareció durante la quinta corrida de la temporada 1929-1930 en un cartel en que actuaban el español Antonio Márquez, Pepe Ortiz, llamado “El Orfebre Tapatio” y Carmelo Pérez y 6 toros de San Diego de los Padres .
Estando muy mal este último en el tercero de la tarde, al grado de parecer un “sonámbulo”, siendo fuertemente abucheado, según lo comenta en sus libros Don Heriberto Lafranchi, conocido y prestigiado recopilador de la historia taurina de nuestro país.
Según los textos de don Heriberto, en aquella tarde para la salida del sexto, al que Carmelo recibió muy pegado en tablas, sucediendo lo inevitable: El toro se le venció, tirándolo violentamente a la arena, donde lo cogió, permaneciendo por largos MOMENTOS sobre el torero, en que estuvo jugando macabramente con su cuerpo, tal y se tratara de un muñeco de trapo, impidiendo que las asistencias se le acercaran y pudieran hacerle el quite, ya que “Michín”, un codicioso ejemplar que no soltaba a su presa, pudiendo finalmente, alejar a la fiera del lugar de la tragedia y cual piltrafa humana, el torero fuera llevado por las asistencias a la enfermería de la plaza en donde los doctores le apreciaron dos cornadas tremendas, una en el muslo izquierdo y la otra en el tórax de la que manaba profusamente un líquido sanguinolento de horrible aspecto.
Luego de una larga y difícil recuperación, Carmelo, quien pese a las graves cornadas recibidas en aquella tarde y tras un verdadero viacrusis, innumerables atenciones y visitas a los médicos que le atendían salvó su vida, Carmelo quien insistía en continuar con su carrera, reapareció el 4 de enero de 1931 en el mismo coso en donde había sido tan tremendamente corneado, por cierto que aparentemente recuperado volvió a confiarse, tuvo diversas actuaciones exitosas, incluyendo una en Guadalajara en donde realizó gran faena a un toro de Zacatepec con el que enloqueció a ese público, al dar 27 naturales en varias tandas, así como otros muchos derechazos ambos magníficamente rematados, según lo recuerdan tanto los viejos aficionados del lugar, como las crónicas periodísticas de la época, actuando por última vez en México, el 22 de de febrero, en la plaza capitalina de “El Toreo”.
Posteriormente viajó a España en donde confirmó su alternativa en Toledo el 4 de junio del mismo año de 1931, de manos de Manuel Jiménez “Chicuelo, siendo testigo de la ceremonia Domingo Ortega con el toro “Presidente” de la ganadería de don Juan Terrones, siendo ésta y de acuerdo con las notas recibidas de España, su postrer actuación vistiendo el terno de luces. Para entonces, las heridas recibidas en México, especialmente las del tórax, le seguían molestando por lo que debió ser intervenido nuevamente en donde se le apreció una fístula, declarándosele posteriormente, una grave pleuresía, falleciendo el 18 de octubre de 1931, siendo sus restaos embarcados de regreso a nuestro país.
ANTONIO CASANUEVA
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