12 diciembre 2011

“El Saltillense”, cíclope fotográfico

13DIC11 CRÓNICA

EL CRISTALAZO
  • RAFAEL CARDONA 

Discuten con ocio los legisladores sobre si debe haber o no fiesta de toros. Van en seguimiento de un ejemplo estúpido, no por su resultado sino por su origen tan lejano a nuestra realidad: la veda catalana. En Barcelona no se discute de taurinos afanes; éstos se usan como pretexto y revancha políticos contra el hispanismo centralista madrileño, baldón  para catalanes. Es otra cosa.
Pero mientras eso se alega  con mayor o menor seriedad, un telefonema me avisa de la muerte de un personaje de la fiesta cuya historia es una evidencia de cómo se hunden las raíces del toro en la historia de México. No lo olvidemos, antes del culto guadalupano conmemorado ayer con pirotecnia celestial, ya se corrían toros en la Nueva España.
Este hombre vivió con el toro, por el toro y para el toro. Por ello pagó un precio mayor: una becerra maleva le vació una órbita. Como cíclope logró sin embargo el doctorado taurino. Polifemo con capote, tomó la alternativa pero su suerte nunca  fue del tamaño de  su afición.
Se quitó la montera, se aflojó los machos y el corbatín; dejó la casaca, colgó la capa y guardó la muleta en la espuerta de sus recuerdos y con una cámara fotográfica recorrió todos los ruedos de aquí y de allá con una enorme capacidad estética para detener la fugaz sonrisa de la luz entre percales y franelas.
El personaje cuya llamada  me hizo saber del deceso de Armando Rosales, “El saltillense” auxilia a esta columna con algunos datos importantes. Podría escribir con base en ellos pero mejor los reproduzco tal cual los he recibido. Como se trata de un amigo cercano al fotógrafo muerto, valga esta reproducción como un doble homenaje a su memoria.
“ De origen humilde (Saltillo, 27 de agosto de 1948-10 de diciembre de 2011), trabajó primero de “tírenle al negro” en feriecitas de barrio, luego en el rastro municipal, donde sintió las primeras emociones al embestirle toros criollos, luego en la cuadrilla bufa “La familia Burrón”, en giras por todo el país.
“Posteriormente se inicia como novillero participando en las temibles “chonadas” (fiestas de Encarnación  de Díaz) y novenarios de Jalisco, Michoacán y Guerrero. Cuando a punto está de presentarse en la Plaza México un toro viejo de Zotoluca lo hiere en la plaza de Ojo de agua, perdiendo el globo ocular derecho. No obstante, diez años después logra convertirse en matador de toros.
“Sin embargo, prefiere bordar faenas visuales y se dedica a la fotografía taurina, convirtiéndose a lo largo de 38 años en uno de los mejores del mundo. Su exposición itinerante más reciente se titulaba “Tauridades” en cuatro tiempos, cincuenta obras en formato de 70 por 50 centímetros.
“Cuatro tiempos que incluyeron tanto trabajos en blanco y negro y color como sus originales “fotoxidaciones” o combinación de negativos con reveladores, fijadores y detenedores, y sus oxidaciones propiamente, en las que jugando con los citados elementos de laboratorio las imágenes son creadas con los dedos o con pinceles.
“La capital coahuilense por fin decidió homenajear a quien ha sabido poner muy en alto en las principales ciudades del país y del extranjero el gentilicio de los oriundos de Saltillo.
“En el atestado casino de su ciudad natal El Saltillense, en su breve y sustancioso mensaje el día de la inauguración de la nueva muestra, dijo:
“El que triunfa en Saltillo puede triunfar en cualquier parte del mundo; así de difícil es ser profeta en esta tierra. Tuvieron que pasar dos gobernadores y cuatro presidentes municipales para que pudiera presentar otra exposición ante mis paisanos, cuando llevo un promedio de diez exposiciones por año en ciudades importantes del país.
“Sé que el éxito ajeno ofende, así que asumo la responsabilidad. Esta noche siento que vuelvo a repetir mi triunfo de la tarde de mi alternativa, hace 25 años.”
En efecto, el 23 de noviembre de 1980, en la plaza Fermín Espinosa “Armillita” de Saltillo, Armando Rosales El Saltillense, ya sin la visión del ojo derecho a causa de la cornada recibida años atrás en la placita de Ojo de agua, Estado de México, triunfaba clamorosamente luego de tomar la alternativa de manos de Jesús Solórzano hijo, y con Fermín Espinosa como testigo, al cortar cuatro orejas y un rabo, y no a toritos dóciles de entra y sal, sino a una corrida con cuajo del hierro zacatecano de Torrecilla.
“El crítico neoyorkino de arte Louis Favelsson, luego de ver en la ciudad de México una exposición de El Saltillense, comentó:
 “Este fotógrafo detiene el tiempo para crear drama. En general su obra es de una insoportable intensidad dramática e incluso trágica. Es tal su dominio del lenguaje fotográfico que podrían no ser toros ni toreros, sino peces y pescadores o cualquier otro elemento, que la intensidad estaría allí presente, mucho como sueño y mucho como pesadilla”.

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