El tema no es nada nuevo. No es
cuestión que incumba al arte, ni siquiera a las nacionalidades. Es claro que el
Arte no tiene bandera ni escudo. Lo bello y lo bien hecho en cualquier
parte del mundo lo es y punto, eso no se discute. No es patrioterismo chovinista.
No está en mí la exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo
extranjero.
Tampoco vamos
a quejarnos porque en España los profesionales de la fiesta defienden
su chuleta, eso es normal, los toreros españoles podrán tener todos los
defectos que quieras pero tontos no son; saben bien que si se les
suelta las manos a los mexicanos en sus plazas les puede pasar lo que a sus
abuelos en el 35 del siglo pasado, cuando tuvieron que recurrir al
boicot porque la fiesta española cada vez era más mexicana. A lo largo de
la historia esto ha quedado demostrado, ya no digamos Armilla o Arruza, hablemos
de Cavazos, Rivera y más. Hoy Silveti, Saldivar y Adame, ¿verdad?
El tema es: Las peores entradas en la
Plaza México, en su historia, han sido en las últimas décadas con carteles
privilegiando extranjeros. No lo digo yo, se ve. Y en provincia ni les
platico. Es un asunto laboral y nada más.
Y cuando digo privilegiando me refiero
a todos los privilegios, fechas, carteles, alternantes, sorteos
manipulados y lo peor, lo mucho peor toros a modo, toritos descastados
para que no la pasen mal. La mayor calamidad se ejemplifica en Enrique
Ponce.
La enfermiza preferencia que la
administración de la gran plaza ha evidenciado por éste torero ha tenido graves
consecuencias; se llegó al extremo de cambiarle toros ya sorteados
en las narices del primer espada y autoridades, someter
comercialmente a algunos ganaderos al grado de modificar el rumbo de la
crianza en nuestras dehesas para diluir la casta mexicana de modo que este y
otros toreros superficiales pudieran con ellos. El colmo de la desvergüenza el
lote de Julian Hamdam el 3 de noviembre pasado.
Dado que la empresa de la México
le , les, ha servido a calzón quitado todos sus caprichos no han tenido que
esforzarse para adaptarse a las condiciones del ganado mexicano, (en otra
ocasión ampliaré este tema que es técnico), pero baste decir que en
su soberbia estos diestros no han entendido, como en su momento sí lo hicieron sus distinguidos paisanos como El niño de la capea y el mismo
Juli, que para la casta del toro nacional hay que aprender a torear y que
la técnica requiere de un tiempo más que con el toro español se
desconoce, ya que a aquel se le deja pasar y a éste hay
que llevarlo toreado, la definición de temple es diferente con uno y
otro ganado. Entonces, pues muy fácil, bajarle a la raza y echarles
toros jóvenes o novillos engordados y así insustanciales
faenitas de pipiripao que no emocionan al tendido.
Daños colaterales: formar una
agrupación de toreros esquiroles, bloquear a los mexicanos que se les van
por delante a los españoles, modificar el reglamento a modo, someter a jueces y
veterinarios con dádivas, amenazas y agresiones, dejar una escuela
equivocada en nuestros principiantes, jilgueros paniaguados con micrófono y teclado
que pregonan excelsitudes inexistentes
y devalúan sistemáticamente sin recato
los méritos nacionales y lo imperdonable, el gusto de
los aficionados de nuevo cuño estragado.
La consecuencia: las peores
entradas de la historia del coso más grande del mundo catedral del toreo.
...remato En Los Medios
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