Diciembre – 02– 13
Bardo de la Taurina:
Independientemente
del desenlace estrictamente taurino registrado en la corrida ‘campechana’ ¿o
sería mixta? de ayer domingo en el ‘Barquillo de cemento’, me concretaré a versar
sobre algunas cosillas que se registraron previas al cartelazo Teletónico
en el cual se regaló a la afición la presencia en el ruedo de ejemplares que
son el producto de vacas españolas que fueron preñadas por sementales también
peninsulares.
Y si al
respecto alguien se preguntó cuál es el real interés que generan los
productos españoles paridos entre nopales y huizaches, yo les diría que este se
notó básicamente en el alboroto despertado a las afueras de la plaza por esos
delincuentes conocidos como revendedores, los cuales se portaron bien ojetes
con los adquirientes pues aparte de lo descomunal de los sobreprecios los
engaños estuvieron a la orden del día sobre todo a la hora de bocear su
mercancía que no era otra que los cartoncillos de Tiketmaster.
Y pa’
cimentar lo referente a los engaños chéquense estos gritos que salían de los
cogotes de los revendedores: ‘Aquí boletos pa’ ver el cartel que ni en Madri
podrá usted ver’ ¿Y cómo se va a ver en Madrid si allá no anuncian en su cartel
‘cumbre’ a una novillera con tres aspirantes a figuras del toreo? O este otro
de: ‘Los boletos cuestan caros, porque hoy torean los tres guapos’. Pero se
nota que los estafadores no sabían ni quién toreaba, pues pa guapos Enrique
Ponce, José María Manzanares, Federico Pizarro o Rodolfo Bello, que además es
rejoneador con alternativa y quien debió de haber abierto el cartel ¿Y que tal el
que gritaba: ‘Hoy, los toreros más valientes de México’ ¡Ay, güey! me dije, ¿a
poco van a torear Juan Luis Silis y Luis Conrado?
¡Pinches revendedores!,
aparte de estafadores ignorantes y mentirosos.
Leonardo Páez:
Mexhincado es
neologismo que me inspiró hace años la conmovedora actitud de esos taurinos que
pretendiéndose mexicanos no tienen inconveniente en postrarse ante lo
extranjero en general y ante lo español en particular. Desde empresarios hasta monosabios,
pasando por ganaderos, periodistas y autoridades, conocedores y villamelones, esta
otra versión del malinchismo pretende revestirse de un falso refinamiento, ya
por acomplejada convicción, anhelos de falsa autenticidad o por estímulos
diversos. En Sudamérica son campeones sin culpa de este coloniaje taurino.
Rigoristas y descalificadores al
valorar a los diestros nacionales, su
entreguismo exhibe una patológica disposición al éxtasis ante lo bueno, regular
o malo que hagan los importados, con la ilusión de que con ello adquieren
estatus como aficionados y rango de degustadores cosmopolitas. Lo que aquí haga
un coleta mexicano “tiene poca importancia, pues lo hace ante toros carentes de
edad y trapío”; lo que ejecute un visitante, de preferencia español o de perdis
francés, “demuestra arte, oficio y profesionalismo”, así haya sido realizado
con esas mismas reses disminuidas.
Como focas
amaestradas, los mexhincados aplauden los dependientes criterios
importadores de las empresas, con la mansa aceptación de que aquí, por
inconfesadas pero evidentes razones, ya no pueden surgir toreros con arrastre –sello,
seso y celo– que hagan renacer los
partidarismos, despierten la pasión y metan de nuevo al gran público a las
plazas.
Por
fin, en la séptima corrida de la temporada menos chica 13-14 en el CECETLA o
Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje, antes
Plaza México, los empeñosos promotores casi logran ofrecer una tarde de toros
con categoría y grandeza. ¿Por qué casi? Porque tuvieron que recurrir a un
encaste español “para que se viera que eran toros”, echar por delante a una
rejoneadora sin alternativa ni actuaciones regulares y entender, al cuarto para
las doce, que el potencial taurino de México exige otros criterios y otras
políticas para su engrandecimiento. Tres magníficos toreros mexicanos, figuras
en cierne, tuvieron que ir a examinarse a España y hacerse valer, porque en
México “no hacemos toreros, contratamos figuras”, como dijo el cecetlo hace años.
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