MAGOS DESPLAZADOS
Bardo de la Taurina:
La neta sea dicha en el sentido de que mi menda
no entiende mucho eso de que si anoche
hubiera puesto uno sus zapatillas toreras o sus botas rejoneras, hoy
hubieran llegado los duendecillos y hubieran dejado a la vera de las chanclas
un terno de luces o un caballo y ante tanta incertidumbre pues que me agarra
así como de sorpresa ver en las webs que en los agujeros de las otrora
ladrilleras de la colonia Noche Buena la cosa se iba a poner buena pues se
anunciaba que un Rey llamado Jerónimo se aparecería en el hoyo grande y que ahí
mismo llegaría un joven prometedor llamado Mario Aguilar y que en ‘el socavón
azul’ donde todo se arregla a patadas haría su aparición un extranjero
mentado Leandro Marcos, del que lo único
que se sabía y hoy ya lo confirmó, es que milita en las fuerzas muy inferiores.
Me
dijeron que no había que comprar boleto con recargos, comisiones y madre y media en Ticketmaster, ni menos engordarles
la buchaca a los pinches revendedores que vaya a usted a saber con quién están
coludidos, ¡no!, que sólo llevara una cartita amarrada a un Globo de Cantoya y
que eso era todo porque esto se trataba de pura fantasía y yo creo que sí,
porque con todo y eso apenas se arrimaron al pesebre unos cuantos pastorcillos.
Y cuál
no va siendo mi sorpresa que efectivamente en el ruedo estaba de azul
cielo de Belem y oro de centenarios macizos el Rey Jerónimo, que sin
hacerla de emoción se abrió de capa se despatarró lo mismo con la tela fucsia
que con la grana y a diestra y siniestra nos regaló el incienso, la mirra y el
oro y como jerarca del toreo a la
mexicana sacó el machete y mochó con puritita verdad una orejota al manso que
se le puso enfrente.
Y
pa’ rematar la rosca pues resulta que el niño, el que ya les dije que se llama
Mario Aguilar y que se vistió sabrosamente de sandía y áureo, resultó ser un
torero que en cuanto le echen toros bravos y con trapío les va a leer el
evangelio a creyentes y a ateos porque este aguascalentense esta pa’ sacarse el
muñeco premiado.
Leonardo Páez:
De
niño, hace unas cuantas décadas, me gustaba más creer en los “Santos Reyes”, en
los “Magos de Oriente” --no confundir con los actuales Malhechor, Gastar y
Vaasaltar--, quizá por sus pintorescas cabalgaduras antes que por sus
vestimentas, e importunaba a mis mayores neceando con que el camello, el
caballo y el elefante ocuparan en el pesebre el apretado lugar del buey y el
burro, pues el vaho de los tres animales
calentaría mejor al niñito.
“¡Pamplinas,
figuraciones que se inventan los chavales! Después la vida se impone: tanto
tienes, tanto vales”, cantaba Rafael de León en sus tiernos versos de La Profecía, no aptos para quien en su
infanciano supo enamorarse.Y sí, este pobre planeta tan dejado de la mano de
Dios y tan echado en los brazos de la estupidez, no ve la
suya entre las legiones de individuos sin idea de nada y, lo peor, sin
intenciones de darse cuenta de su inconciencia, no digamos de comprometerse con
su bienestar, su armoníay su derecho al gozo.
Disculpará
el lector estas digresiones alucinadas, pero la infame venganza de Lucifer,
también conocida como el periodo Guadalupe-Reyes --¿o Reyes-Guadalupe?, ya ni
sé—me impide abordar con precisión el cada vez más escurridizo tema de la
fiesta de los toros, tan extemporáneo, tan premoderno, tan anti pensamiento
único, tan a merced de los ricos sin sensibilidad y de los taurinos sin
grandeza, empeñados en convertir el arte de la lidia en terapia ocupacional con
figurines y toritos de entra y sal.
¿Se
imaginan las tauromafias lo que sería
de la fiesta brava de México si por regla, no por excepción, salieran a la
arena toros como los de De Haro y hubiese más toreros como Joselito Adame o
Pizarro? ¿Si les dieran más corridas a estetas como Jerónimo y Mario Aguilar?
¿Si les subiera el agua de la pasión al tinaco de la imaginación a tantos
operadores taurinos de bajo perfil que se sueñan propietarios de la mejor
tradición taurina mexicana? Pero ni modo, Santos Reyes, con estos bueyes hay
que arar, aunque laman la coyunda de la mediocridad. Amén.
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