07 febrero 2014

El Bardo y Páez/ Sin Tapujos/ LA MÉXICO, ANTICELEBRACIÓN

LA MÉXICO, ANTICELEBRACIÓN
Bardo de la Taurina:
Acuso recibo a quienes me tiraron de a loco y hasta de ave de mal agüero motivados por lo que escribí en las paredes de mi celda psiquiátrica con motivo de aquella faena de Arturo Macías, de la que aseguré que las dos orejas que un señor juez le puso en sus manos no le iban a alcanzar para torear la corrida en la que se recuerda el 5 de febrero de 1946, cuando los maistros albañiles recogieron sus avíos de faena, limpiaron los residuos de mezcla, andamios, cachos de varillas y supongo se fueron a la pulcata más pegada a la obra a celebrar que habían terminado de edificar el embudo de concreto, el cual por cierto no se iba a llamar ‘Plaza México’, sino peor, ‘Plaza Maximino Ávila Camacho’.

Bueno, ayer hizo 68 años de aquello y con ese motivo nos trajeron más de tres toneladas de mansedumbre forradas de manchas blancas y negras de las que hay que decir que además traían un blindaje que las protegía de cualquier clase de mutilación y por eso en obediencia a ello los que cobraron por ponérseles enfrente no les mocharon ninguna de las catorce orejillas ni de los siete rabos. Bueno, como sería la cosa que pa’ no alterarles su lámina ni divisas les clavaron y por puyazos se llevaron unos jeringazos así de breves.

Ya luego el festejo que no terminaba de romper cual piñata de cartón hasta que ese matador de faz de Cristo hollywoodense que es Octavio García ‘El Payo’  ‘le ordenó’ al individuo de allá arriba que tiene una charola de autoridá  que le cambiara el toro, lo que hizo en acato riguroso de darle gusto al guapote queretano, el cual en correspondencia por el tiempo perdido correspondió al público con una faenota de aúpa que comenzó sabrosa con la capichuela y que tocó los dinteles de lo excelso con la derecha hasta que le dio por torear por la zurda y con ello enfrió el faenón y ya lo demás fue lo de menos, en una noche en que todo fue a menos.

Leonardo Páez:

A veces los héroes se ponen taurófilos –partidarios de la dignidad del toro, no de quienes viven de él– y cuando la ciudadanía, con una amnesia histórica que siempre acaba lamentando, pretende celebrar el aniversario de su Constitución y de un coso monumental convertido las últimas décadas en plaza de trancas por la inagotable frivolidad de sus autorregulados concesionarios-promotores, los esclarecidos mexicanos que elaboraron una constitución política tan manoseada como la fiesta de los toros, unen energías e impiden cualquier intento de celebración. Surge entonces la mansedumbre bochornosa de otro prestigiado hierro y los berrenditos de De la Mofa como el grueso de las ganaderías preferidas de los diestros que figuran, ni recargan en el caballo ni embisten a la muleta.

Sin embargo, fue la mejor entrada en lo que va de otra desastrosa temporada menos chica en la Plaza México  –sede vitalicia, no olvidarlo, del Cecetla o Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje y jilgueritos que los acompañan, incapaces de cebarse con esta caricatura de fiesta–, tanto de villamelones y gente bonitonta y aplaudidora de barreras como de un público ocasional que en su mitotero afán por ser parte de la microhistoria anual, acude entusiasta a emocionarse… cuando la montera cae con los machos boca abajo.

Porque de bravura los del Cecetla hace años que perdieron toda noción de lo que es, lo cual tiene sus desventajas pues si anuncian y cobran al público por un espectáculo que prometen pero que no son capaces de dar, en cualquier país que se respete ello sería causal de revocación de la licencia de funcionamiento a los voluntariosos promotores de una fiesta sin bravura. En cambio en México, donde también hace años políticos y empresarios se aliaron para su propio beneficio, la ciudadanía y la afición bajaron la guardia, sabedores de que nunca sabrán unirse para acabar con tanto farsante, en los toros y en lo demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios a esta entrada