LA LEY DE JUAN PIRULERO
Amables lectores, con su venia doy seguimiento a las charlas del BARDO DE LA TAURINA, personaje de aguda pluma además de bien enterado y despabilado caletre, publicadas en el periódico LA PRENSA el pasado 4 y en esta publicación EN LOS MEDIOS (ver, clic') a la que ya por costumbre da importancia con su presencia semanalmente. Charlas que he de decir, vienen siendo desde ya muchos ayeres en tardes de viernes en La Reforma, al canto del hueso al ser sobado, ahorcada la pecosa o calentando el cuero a la chingona, interminables, en las que el toro presidia.
Soslayo Arturo por el momento, definir que tan buen e importante torero es y debería ser Humberto Flores, por aquello de que en gustos…, me quedo para continuar, con el hecho de haber sido el de Ocotlán reconocido como triunfador de la temporada pasada de la México, lo que por si mismo le otorga una categoría.
Esa jerarquía no se le reconoció a la vista de la forma en que lo llevaron a confirmar en Madrid: ni fecha, ni cartel, ni ganado acordes a su calidad ganada, otorgada y avalada aquí. Y si comparamos el trato que se les da a los toreros españoles, a cualquiera, por estos rumbos, ¡me cachis!
Antes de entrar en materia me manifiesto:
El tema no es nada nuevo. No es cuestión que incumba al arte, ni siquiera a las nacionalidades. Es claro que el Arte no tiene bandera ni escudo.
Lo bello y lo bien hecho, en cualquier parte del mundo lo es y punto. Eso no se discute.
Quiero dejar sentado que los toreros mexicanos valen tanto, igual que los de cualquier otra parte del mundo. No por ser mexicano, español o colombiano se es mejor o peor.
Dicho lo cual. Tienes razón admirado Bardo, la explicación no está a la mano, hay que buscarla. Empecemos por precisar: La Fiesta Brava es una actividad humana de raíces y contenido profundo. Pero también es un espectáculo de índole comercial; por lo tanto sujeto a las leyes del mercado. Se le aprecia como arte, pero se le maneja como negocio, y es ahí donde empieza a bailar Berta.
Siendo tantas las semejanzas entre la fiesta en España y en México, también hay grandes diferencias, de fondo y de forma. Una, creo yo la principal, es la administración. Los españoles valoran y promueven su producto. En México ni promovemos, ni valoramos lo nuestro. Si no, digan ustedes, ilústrame licenciado López Negrete, ¿que valor comercial adquirió nuestro triunfador con su reciente viaje a España?
Tú lo sabes muy bien maestro, todo negocio se debe planear en base a objetivos y definir sus líneas de acción y estrategias partiendo de estos objetivos, sustentadas en valores y principios.
Y solo para tomar un ejemplo. Desde que se hizo publico el elenco de la próxima temporada en la plaza México, he querido descubrir cual es el plan, ¿que objetivos buscan Curro Leal, Herrerías y compañía al presentar una lista de 28 toreros y un rejoneador para ocupar 36 puestos, si les toca de a 1.24 oportunidades por montera? ¿En que valores sustentan su estrategia de contratación al dejar fuera a toreros de los más importantes, y anunciar a algunos que no han toreado más de 2 corridas en 8 meses, alguno ninguna?
Y tomo como muestra a ésta empresa porque quiérase o no, tiene la responsabilidad de marcar el rumbo de la fiesta en el país por su natural trascendencia dada su importancia. Pero así todos los componentes de la fiesta: ganaderos, toreros: matadores y subalternos, empresarios grandes y chicos, taurinos profesionales, comunicadores y aficionados tienen sus propios objetivos y se rigen por valores diferentes. Sin rumbo compartido. Al más puro estilo de don Juan Pirulero, que cada quien atiende su propio juego.
Entonces, la neta, ¿Qué hicimos todos los aquí mencionados y que aportamos para hacer valer la categoría de nuestro torero triunfador y se le respetare como tal a la hora de programar su confirmación en las Ventas de Madrid?
Luego mi Bardo, le seguimos. Por esta vez, remato en los medios.
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