04 agosto 2009

Notas taurinas Francisco Lazo



4 de agosto de 2009

fotos de Sergio Hidalgo

Amigos, el sábado pasado vimos lidiar en la plaza Arroyo de Tlalpan una brava novillada de la ganadería guanajuatense de Autrique, propiedad de D. Luis Autrique Gómez Gordoa, que resultó enrazada en general y en la que se distinguió por su casta, calidad y resistencia en su juego el novillo de nombre Don Pepe jugado en segundo lugar y marcado con el número 134 con pinta berrendo en negro y delantero y vuelto de cuerna, astifino con un peso de 402 kilos. Se engalló en el centro del ruedo y volvió la cabeza hacia todos lados retador buscando pelea y levantando un clamor mezcla de admiración y alegría en los tendidos.

No engañó a nadie y mantuvo su condición de auténtico toro bravo durante la faena y entusiasmó vivamente a la concurrencia de aficionados que le aplaudió desde que saltó a la arena. Le pegaron hasta cuatro puyazos en la querencia y contra
querencia, recargando decididamente y sin dolerse nunca sino al contrario, creciéndose al castigo.

Tocó en suerte al novillero Christian Hernández, quien hizo honor a su rival con un desempeño valiente y con el enemigo embistiendo con fuerza y repitiendo y al escucharse voces de indulto se tiró a matar, gesto que mucho le honra a quien con gallardía busca el título de matador de toros.

Acertó hasta el tercer viaje y aun así le llamaron a dar una vuelta al ruedo mientras que a los restos de tan magnífico astado les dieron arrastre lento, pobre reconocimiento para el ejemplar exponente del toro de lidia.


Toros así reaniman a la fiesta, a los aficionados y al público en épocas en que se confunde la docilidad con la bravura, lo que lesiona la verdad y emoción del toreo, por lo que se requiere ganado como Don Pepe, que embistan con fuerza sin que se pierda la amenaza de la tragedia. Y a propósito ya se ha escuchado decir en la misma plaza "a ese toro también yo lo toreo", refiriéndose a reses manejables de suave y clara embestida que no transmiten los riesgos que representa enfrentarlos, desdibujándose así l
a condición primera para ser toreros: el valor.

Y en consecuencia al devaluar al toro se propicia el menosprecio que está sufriendo tan aguerrida profesión y se van despoblando los tendidos. A la fiesta pues se le vienen sumando detractores por el descenso de seguidores, por la falta de bravura en el ganado y el peligro que significa desafiar reses enrazadas y con edad como el mencionado Don Pepe y sus hermanos, que también pelearon con la caballería y dieron oportunidad al
toreo y sus atributos, a la bizarría, al denuedo y a sus derivados inmediatos, el arrojo, el arte y la inspiración. Y desde luego para estimular estas cualidades se requiere devolverle al toro mucho de lo que se le ha ido quitando como son su enjundia, empuje, potencia, condimentos de la bravura que requiere la fiesta de toros.

Y amigos, de los otros tres alternantes Salvador López cortó la única oreja del festejo en cuestión por una soberbia estocada con la que mató al primero de la tarde, que fue el menos en presencia y los debutantes Jesús Garza anduvo a la deriva y Miguel Alejandro le puso ganas y le aplaudieron con el astado más hecho de la novillada.


Comentarios a flazo@esto.com.mx



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