El juez concedió una dudosa oreja a Angelino que el público exigió.
Foto: Ricardo Aldayturriaga
El esfuerzo, la presión y la altura del Distrito Federal, además de no haber comido, provocaron una crisis estomacal en Daniel Luque.
- Guillermo Leal
Ciudad de México (20 diciembre 2009).-
¡Qué fría tarde!
Guillermo Leal
Inexplicable es que las autoridades del Gobierno del Distrito Federal obliguen abrir la Plaza México en estas fechas, cuando las prioridades del público son otras y el helado clima a lo único que invita es a quedarse en casa, como sucedió en la tarde más fría de la Temporada Grande.
Si el juez Eduardo Delgado se hubiese percatado que la espada de José Luis Angelino atravesó al animal, no se habría cortado la única oreja. Pero como el público, que tampoco se dio cuenta, la pidió, entonces la autoridad, sin hacerse del rogar y con los antecedentes del domingo pasado, la concedió.
Prueba fehaciente de que el público no siempre tiene la razón.
El que tuvo menos culpa de ese frío apéndice fue Angelino, quien de verdad le echó ganas para cortarla.
Estuvo muy bien en sus dos toros con el capote, voluntarioso con las banderillas y muy bien con la muleta en su segundo, uno de los dos buenos astados con nobleza y recorrido de la debutante ganadería de Julián Hamdan.
El tlaxcalteca lució con un toreo largo, templado y con destellos del valor ya conocido de Angelino. José Luis la necesitaba y la consiguió, aunque está hecho para más.
Confirmó alternativa el español Daniel Luque, quien mostró intenciones de agradar cuando trató de correr la mano con temple y eslabonar más de tres muletazos, pero su primero no se lo permitió pues fue muy débil. En su segundo, noble, le tomó la distancia, pero su estado físico, mermado por un trastorno digestivo, le impidió relanzar su faena.
Mal debió pasarla Guillermo Capetillo, a quien toda la tarde el público le reprochó fuerte que no haya podido hacer faena con ninguno de sus dos toros, que no fueron buenos; a contraestilo del capitalino, quien le brindó su primero a su hermano Eduardo.
REFORMA
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