La fiesta brava
- por Jardinero de San Mateo
ESTO
4 de enero de 2010
Llegamos a la mitad de la temporada, aún faltan carteles más redondeados donde se incluirán a quienes van triunfando como Spínola, Macías, "El Payo" -si su salud le ayuda-, Ortega y ahora Fermín Barba, por parte de los mexicanos, y el retorno de Ponce, Manzanares, "El Fandi", "El Capea". Sólo quedan tres cartas pendientes importantes de allá, Julián López "El Juli", Hermoso de Mendoza y, el próximo domingo Sebastián Castella, el triunfador de la temporada española y que cerró la misma en Madrid con la faena más cuajada que ha hecho en su vida, según sus palabras, a un toro de Núñez de Cuvillo, la que tuvimos el privilegio de admirar. No es el momento por tanto de hacer un balance, pero la primera impresión, sólo al ver las estadísticas que en la tauromaquia son muy importantes, nos da una sensación de escalofrío, 19 orejas cortadas en 9 tardes consecutivas. Esto no había ocurrido en la Plaza México y por tanto merece una consideración preliminar. ¿A qué se debe? ¿Será que estamos en un momento de auge de la fiesta en México? Imposible. ¿Será que la empresa ha integrado carteles con figuras de primera? No es el caso. ¿Será que el ganado mexicano que se nos ha ofrecido ha sido de muy alta calidad y aprovechado por las figuras? Jamás. Tendremos, entonces, que llegar, por ahora, a la conclusión de que hay dos problemas torales. El primero, la notoria disminución de público conocedor que ante toda muerte fulminante de un astado levanta sus pañuelitos repartidos en la puerta, sin tener la más mínima idea de qué es lo que ocurrió. Segundo, tenemos este año un biombo solemnemente incompetente que no ha podido encontrar la brújula, desde un juez que decidía por el público, hasta otro como el de ayer, que para evitar recordatorios se saca todos los pañuelos que trae en el saco y en el pantalón.
Pero vayamos ahora a la frígida tarde. Se lidiaron siete astados de Santa María de Xalpa. Todos ellos unos cromos, pero sobresalieron, Cocinero, primero del burgalés, Minito y Buena Mano, para Barba, y Mezquitero, un bello jabonero obsequiado por Fermín Barba. No se inició la corrida bajo los mejores auspicios, comenzaba a llover, la concurrencia era casi microscópica, pero conforme se fue componiendo la tarde, sucedió lo mismo con la corrida. Barba con su primero Minito, de impresionante cornamenta, dio algunos pases con la capa y pese a ser bien castigado como todos sus hermanos, no metió la cabeza abajo, lo que generó que el espada diese sólo dos tandas bien instrumentadas por la izquierda luego de iniciar con un cambiado por la espalda en los medios y terminar con unas bernardinas que el padre de su colega "Miguelete" atribuye como suyas -ortinas-. Volvió con buenas intenciones en el cuarto, una res bien cuajada y le dio una larga de rodillas, cuatro gaoneras y ya con la muleta en la derecha dio pases lentos, suaves, mas luego perdió el "tiempo" del animal y cuando trató de resolverlo, el toro se quedaba. Se fue por derecho pero perdió la oreja con una estocada desprendida. Vino el regalito de costumbre y apareció Barba para recibirlo a portagayola, darle una larga cambiada de rodillas, chicuelinas al paso, hasta que un peón despitorró por el derecho al bello animal, en su lado bueno, sin embargo, se clavó de rodillas y ahora empezó a ligar magníficas tandas con pausa, temple, muy abajo y cuando esperábamos una sonora ovación tras una entera caída, se le otorgó una oreja y de algún lugar salió la segunda e inclusive el arrastre lento, cuando la faena se concretó principalmente por el lado derecho que era donde el animal estaba lastimado.
De Miguel Ortas no hay nada que destacar, no le salieron los mejores toros, pero mostró que está muy lejos de las plazas y mucho más de la muerte. Con Bienvenido abusó de desplantes y salió entre pitos, y con Costurero, un toro de bello trapío, alto y enmorrillado, se vio medroso, sin ligazón y sin definición de lo que pretendía.
Por último, a "Morenito de Aranda" se le vio con hambre de triunfo, queriendo pisar fuerte en nuestras tierras. Su tercero fue un magnífico animal con el que se dobló en los medios, pero todavía no encuentra la raza mexicana. En momentos llevaba bien el toro y en otros se atracaba, pero mató de un buen volapié y le cayó una generosa orejita que él, un tanto altanero, le había exigido al juez. En su segundo, un mulato girón salpicado, se ajustó con las verónicas y dio muletazos muy lentos hasta que el animal se lastimó, pero sostuvo la sarga y le dio varios derechazos de los que en México gustan, mostrando buenas hechuras, arte y un buen porvenir en la fiesta.
ESTO
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