LA CONSAGRACION de DIEGO SILVETI
Por: Antonio Casanueva
En esta ocasión y pese a que habíamos ofrecido a nuestros lectores, la conclusión del articulo iniciado previamente de “Los Tres Moqueteros”, habremos de hacer una nueva pausa, para insertar en este número, la crónica y los comentarios del gran triunfo de Diego Silveti quien apenas en su segunda actuación en la plaza capitalina como matador de toros, se encumbró hasta la cima de la torería nacional, tal y como ya lo venía haciendo en otras plazas y países del mundo. Cortó las orejas y el rabo de “Charro Cantor” de la ganadería de los Encinos, lidiado en sexto lugar de la corrida efectuada en la Plaza México el domingo anterior.
Con una entrada sumamente baja que difícilmente alcanzó un tercio del aforo del monumental coso y un cartel formado por el veterano Guillermo Capetillo, Alejandro Talvante y Diego Silveti. Diego realizó una gran faena completa, con capote, muleta, terminando con una gran estocada de efectos inmediatos que le valió que el público emocionado y la autoridad le otorgaran los máximos trofeos; Las dos orejas y el rabo de “Charro Cantor” procedente de la ganadería de Los Encinos, con el que Diego, cuarto miembro de “La Dinastía Silveti”, se encumbró ante sus paisanos cortando las dos orejas y el rabo, dando la vuelta al ruedo acompañado por el ganadero y ante la conmoción y algarabía popular, saliendo a hombros de la concurrencia. Se ha consolidado no solo como el gran triunfador de la temporada, sino a la vez como un nuevo consentido de la afición capitalina .
Pero vamos por partes, que nada es improvisado en la carrera y ascensión de este torero, sino al contrario, todo desde sus inicios ha sido perfectamente planeado y organizado; desde su viaje a España para iniciarse como novillero en esas tierras, la selección de sus consejeros y por supuesto del apoderado quien contratara sus actuaciones como novillero y la ceremonia de su alternativa en España, que como es bien sabido le fuera otorgada por José Tomás, la gran figura de la actualidad, así como otras actuaciones –todas especialmente seleccionadas en diversas plazas tanto europeas como americanas- y que previas a la confirmación de su doctorado en nuestra capital, atrajeran la atención de nuestro público, así como su mas reciente éxito en Quito, Ecuador para llegar a su absoluta y total consagración en el Monumental coso capitalino el pasado domingo, alcanzando un gran triunfo y la consolidación de su carrera, con el otorgamiento por aclamación popular del rabo número 126 concedido en la Plaza México.
Diego para esta tarde, lució un precioso terno blanco y oro, junto con el capote de paseo, que fuera propiedad del tantas veces llorado David, su padre, con la imagen a la espalda, de La Guadalupana del Tepeyac, en un cartel formado por Gullermo Capetillo veterano torero, quien -hace ya mas de 15 años- fuera inmortalizador de ”Gallero” de Cerro Viejo, sin duda, una de las mas grandes faenas realizadas en ese coso, así como por el torero español Alejandro Talavante con toros de Los Encinos, para que luego de una tarde agradable con magníficos detalles de los tres alternantes, saliera el sexto de la tarde, “Charro Cantor” al que le bordó el toreo con la capuchuela.
Primeramente le ligó unos bellos lances aterciopelados a la verónica, embraguetándose hasta el extremo, magníficamente bien rematados con una excelente media. Luego del puyazo del varilarguero, realizó varios quites, destacando “Las Cordobinas” que no por menos conocido fuera de menor calidad y ajuste.
Brindó al cantante Emmanuel quien se encontraba entrebarreras. Con la muleta realizó el milagro; deleitando a la afición con varias series completas, bien estructuradas y de gran temple, tanto de naturales como de derechazos, magníficamente bien rematadas por los pases de pecho, agregando “dosantinas” y “bernardinas”, que tan populares se han convertido al final de las series en redondo, así como otros adornos, todos oportunamente bien incluidos y rematados, como las series de muletazos en redondo. El enardecimiento del publico se incrementaba, por la emoción que en ellos despertaba. ¿Qué tendrá este torero -se preguntaban- que viéndolo torear, hace llorar a la concurrencia, tal y como en sus tiempos lo hicieran tanto su abuelo Juanito Silvetí como su padre David . .?
En plena euforia despertada por la calidad de la faena que se estaba presenciando, una parte minoritaria del público asistente, empezó a solicitar tímidamente el indulto del toro, pero Diego, luego de cuadrar a su enemigo, se tiró a matar entrando por derecho, dejando una estocada entera magníficamente bien colocada y de efectos rápidos que hizo doblar la morito. Tan tímida petición de indulto se transformó de inmediato, en estruendosa petición de los máximos trofeos para el joven diestro, nuevo ídolo de la afición capitalina. El Juez de Plaza accedió casi de inmediato.
Ante tal estruendo, con fuertes de aplausos para el magnifico ejemplar de Los Encinos, Diego Silveti, nuevo ídolo del cónclave capitalino dio vueltas al ruedo en compañía del ganadero igualmente triunfador. Salió en hombros de los entusiastas, quienes para entonces, ya habían bajado de los tendidos llevándose a DIEGO SILVETI en volandas por diversos rumbos de la ciudad en señal de consagración y pleno triunfo.
Antonio Casanueva
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