LOS NOVILLEROS MANCILLADOS
Dice el decir de los decires populares ‘Que los trapos mal olientes hay que tallarlos con lejía, eso sí, dentro del cantón de cada quien’ pero como aquí no se trata de hilachos apestosos, aunque así pareciera, sino de el hecho de que la bandera del taurinísimo mexicano esta siendo mancillada, pues la situación cambia y por ello hay que ventilarla, porque el daño puede llegar a ser irreversible al grado de desencadenar la mutilación de un venero de la Fiesta Brava, lo cual esta sucediendo con la muerte de la Temporada de Novilladas de la Plaza Arroyo, al respecto lo que se sabe, es que el lamentable deceso se dio como resultante de que el convenio que había entre la empresa de la familia Arroyo y los subalternos, no fue cumplido por estos últimos, no obstante estar sellado con el sagrado honor y orgullo de la palabra que es firme como un juramento, máxime cuando proviene de seres íntegros, decentes, honrados a carta cabal, al grado de que en la vida se les reconoce como valientes ¿Entonces que pasó? se preguntan los novilleros y la afición, para que los señores de pasamanería los que en grado diferente de torería, pero importantes también, que son quienes auxilian a sus superiores en el ruedo, que en este caso son los novilleros, y desde luego la empresa que es la que les paga su paga, se quedaron colgados de la brocha ¿Qué paso? para haber arremetido así contra los nuevos soles de nuestra fiesta que son quienes con su actuaciones en forma alguna, les están generando a los subalternos el pan nuestro que ponen en sus mesas, ¿Que ocurrió?, en lo particular me niego a creer que esto obedezca a celos profesionales a rencores hacia los hoy novilleros, mañana matadores, que son con los que van a recorrer los alberos compartiendo triunfos, ¡claro! atrás de ellos ¿Será por eso? ¿Por no aceptar y soportar que cada uno tenemos diferentes niveles en la vida? pues unos nacieron para figuras de oro y otros de plata ¿No lo sé?, más lo que si sé y sabe bien la afición, es que este año el caudal taurino ha sido desviado al desierto, a la sequia, a la nada, donde la vida taurina no florece, mas puede haber otras versiones que pendan de los arponcillos de las banderillas, de las puyas, de las puntillas que le fueron clavadas a los novilleros en su alma y en sus sueños y perdón que vuelva a cuestionar, ¿Qué paso? y ¿Con que fin? No lo sé, lo único que si sé, es que la autopsia de la temporada dice, ‘Murió a causa de la obstrucción de la buena voluntad taurina’.
Mas las cosas ocurren porque ya venían por la brecha de los renglones torcidos, donde en estos tiempos los monopolios son sinónimo de yugo, donde sin unión, todos irán al abismo ¡pero todos!, donde a los que van naciendo, no se les puede cobrar derechos de piso, donde a los toreros de la legua, que a como pueden, echan un capotazo en esos pueblos por donde jamás paso el nazareno, no se les debe de pasar la charola por parte de un gremio que ni siquiera es el suyo, máxime cuando los torerillos en las bolsas raídas solo cargan, dolor, hambre, zozobras, penurias, reveses, sudor y sueños, ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no lo entiendo por mi mismo! y en busca de respuestas me clavo en el libro ‘EL PSICOANALISTA’ (John Katzenbach, autor – Ediciones B Grupo Zeta) donde me tropiezo con esta cita; ‘Historias perversas, de cosas horribles, llenas de maldad, no se si serán ciertas….’
Y ante la clausura del Concilio Novilleril de la tlalpeña plaza, el matador sin alternativa Adrián Padilla en su desesperación hombruna, se arrojó a la arena del ‘Huevero Monumental’ en una estampa que ya se nos andaba borrando y que es la del ‘Espontáneo’ escena descriptiva que fue un poema de narración en la voz del maestro del excelso chanelar radiofónico Juan José Guerra, pasaje éste que nos recordó que cuando un torero está dispuesto a ofrendar su vida en el ruedo, hay que atenderlo porque la fiesta es de quienes tienen hambre de ser y por eso tocan la puerta fuerte porque son los olvidados, los marginados, los desairados, pero no por ello, menos importantes dentro de la taurina, así que apoyemos a quienes buscan la gloria en el ímpetu del arrojo, en el arder de la pandereta torera, en el fuego que hierra, porque ‘El toreo, es la explosión volcánica del arte’.