El Bardo
y Páez Sin Tapujos
TIENEN BARAJA, NO SABEN JUGAR
Bardo de la Taurina:
¡Le faltan los ases!,fue como apuntillé mi anterior colaboración y
sacando hebra de esa frasecilla seguramente fue que se le ocurrió a Páez, con
quien comparto siempre comprometedor cartel, abordar el tema de las
empresas y la baraja actual de la torería azteca bihemisférica, que da la
impresión de estar convertida en un Tim, del que no sé a ciencia cierta quién
encabeza la alineación y debo decir, sin ser chauvinista, que me declaro
más echado pa’l lado de los que llamo ‘Toreros Made in Mexico’, encabezados por
Juan Luis Silis y Fermín Rivera, y desde luego reconociendo que por ahí andan
otros.
Esos toreros que han ido y venido a la península ibérica dan la impresión,
o más bien son realidad, de que una vez que algunos empresarios los tienen en
el mazo de su baraja no saben ni con cuál abrir ni con cuál cerrar, lo
que está llevándonos a diversas consecuencias: una, que los carteles se están
volviendo monótonos y la otra, que por lógica los públicos se ausentan de las
plazas ante lo reiterado y predecible del espectáculo.
Cabría preguntarnos, ¿por qué los toreros a los que me refiero y que
todos sabemos quiénes son no están despertando mayor atractivoal conjuro de sus
nombres? Mi respuesta sería porque en una tajada muy significativa traen el
sello de parecerse entre sí aunque no sean iguales. Esto puede resultar
incongruente, pero lo que quiero decir es que las más de las tardes saldrían
tablas,y es que pa’ que alguno de éstos marque diferencia o realmente descuelle
se necesita mucho más que lo que hasta ahora han aportado.
Y pa’ que ello suceda se requeriría que los empresarios los pusieran a
disputarse las palmas no entre ellos sino ‘contra’ los Made in Mexico, entre
los que hay nombres capaces de arreglarles su asunto, lo que a lo
mejor no les gusta a los managers del Tim.Pero no barajemos de más la baraja
y esperemos que quienes la tienen en la mano, que son los empresarios, se
avispen y les brote el sentido común y, si no es mucho pedir, que sean
iluminados por ese halo mágico llamado taurinismo.
Con excepciones, este asunto está siendo operado por unos
empresarios que administran plazas o sucursales dentro de un negocio
llamado Fiesta Brava y lo que se necesita para acomodar las cartas son
empresarios taurinos que con un juego imaginativo y audaz se ganen los
morlacos, que no sólo son los toros con cuajo, sino el parné, la luz, el dinero
a cambio de una puesta en escena apasionante, no sólo divertida.
Leonardo Páez:
Así como hay muchas maneras de
engañar al toro, los taurinos, los que viven del negocio taurino, tienen otras
tantas de autoengañarse: las empresas alardean de arriesgar su dinero, los
criadores de reses se empeñan en un toro sin bravura pero repetidor, los
toreros se afanan por torear bonito, la crítica positiva insiste en “no hacerle
daño a la fiesta”, y la autoridad, rebasada, procura desentenderse. Ah, y desdela
cima del miedo los antitaurinos sueñan con hacer del planeta un mundo menos
violento si desaparecen las corridas, según
el principal subvencionado por los agentes del pensamiento único.A los
neotaurinos pues les pareció anticuado venerar la milenaria deidad táurica y el
encuentro sacrificial entre dos individuos fue reducido a un mal diseñado marketing, para contento de los
protectores de mascotas.
No creo equivocarme al afirmar que en toda la historia de la
tauromaquia nunca había habido en el mundounos empresarios más adinerados que
los que hace décadas manejan el duopolio taurino en México, determinando
conceptos, políticas, planeación, estímulos, competitividad, manejo de imagen,
publicidad, mercadotecnia y espíritu de servicio. El rigor de resultados financieros
y artísticos nunca lo han requerido, habida cuenta de que su inversión no
requiere de la asistencia masiva de públicos y su idea feudal del espectáculo
se basa en el voluntarismo, los antojos, las imposiciones y la dependencia de
diestros importados.
Entre las muchas cosas que
ignoran o, peor, que no les interesa tomar en cuenta a estos multimillonarios
metidos a modestos promotores de la Fiesta en México, y sus operadores de bajo
perfil, es que las empresas exitosas tienen además la
responsabilidad social de hacer del mundo un lugar mejor, y no de tomarlo como
mera oportunidad para multiplicar utilidades incluso a partir de conceptos tan
pueriles como el de ‘la Fiesta soy yo’.
Desde esta perspectiva, es indiscutible que México hace
tiempo carece de empresas taurinamente responsables, una vez que los promotores
multimillonarios eligieron el ancho carril de la autorregulación, que a las
autoridades en turno –del color que prefiera– les vino muy bien quitarse el
problema taurino de encima, y que el público se acostumbró a una oferta de
espectáculo hecha de espaldas a él y a la Fiesta. La pérdida de posicionamiento
del espectáculo es básicamente un problema de óptica empresarial, que importa
figuras en vez de producir una baraja capaz de superarlas delante del toro, no
de su remedo.
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